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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una brecha que se agranda

Reformar el sistema fiscal para que los impuestos graven más a quienes más tienen puede limitar enormemente la desigualdad

El crecimiento del PIB constituyó, durante mucho tiempo, casi el único indicador de referencia para medir la buena marcha de las economías. Pero el dato resultaba insuficiente (y en ocasiones engañoso) para analizar la salud de los países a largo plazo. El motivo es que dejaba fuera una realidad con un gran potencial desestabilizador en las sociedades: las desigualdades que genera el crecimiento.

La atención sobre esa brecha entre los más ricos y los más pobres –expresado de manera sencilla– ha crecido en los últimos años. Un grupo de economistas, entre los que destaca Thomas Piketty, ha puesto el foco en el alza de la inequidad, que tiene múltiples ramificaciones: territorial, de género, medioambiental… El informe de la casa de análisis World Inequality Lab divulgado ayer las expresa de manera muy rotunda. El 10% de la población mundial concentra el 75% de la riqueza. Afinando en las capas más acaudaladas, apenas el 0,001% de los habitantes, menos de 60.000 personas, atesoran tres veces más que la mitad de la humanidad.

Las cifras, además, tienden a empeorar. Aunque el mundo en general sea más próspero, los ricos tienden a ser más ricos y los pobres, más pobres, según la evolución que muestra este informe, que va ya por su tercera edición.

Más allá de postulados de justicia social, el documento alerta de los riesgos que esto genera en ámbitos menos estudiados que la renta o el patrimonio. Se trata de las inequidades entre hombres y mujeres. Si se tienen en cuenta las horas de trabajo no remuneradas (sobre todo las tareas del hogar y los cuidados, que recaen con más fuerza en la población femenina), la brecha es enorme: ellas ganan el 32% del salario masculino. El documento acierta en destacar uno de los perjuicios de esta situación: la “ineficacia estructural” que provoca, con limitaciones, y en última instancia, para el crecimiento.

Los expertos que suscriben el estudio se apoyan en los datos para reclamar unas soluciones que ya han defendido en otras ocasiones: reformar el sistema fiscal para que los impuestos graven más a quienes más tienen. Aunque esta no sea la única vía (también está la inversión en sanidad y educación), su capacidad para limitar la desigualdad es enorme. La ingeniería fiscal, a la que recurren principalmente las grandes empresas para aliviar su factura tributaria, y sobre todo los paraísos fiscales, por los que escapan cada año cantidades ingentes de dinero, resultan clave en esta batalla. Solo en España, sus residentes tienen depositados más de 140.000 millones de euros en territorios de fiscalidad opaca, según datos del Observatorio Fiscal de la UE.

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