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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Francia y Alemania están evadiendo la realidad de las pensiones

Los países de toda Europa tendrán que acabar retrasando la edad de jubilación, reduciendo la generosidad de las pensiones o exigiendo mayores contribuciones a los jubilados más ricos

Berlín y París han tomado una dirección similar en materia de pensiones: la incorrecta. El Parlamento alemán votó el viernes un paquete de medidas que mantiene generosas prestaciones, con la garantía de que las pensiones se indexarán al salario neto medio hasta 2031. Hace una semana estuvo a punto de fracasar cuando un grupo de legisladores jóvenes del propio partido del canciller conservador, Friedrich Merz, amenazó con rechazarlo en una votación de prueba. El auge de la extrema derecha ha dejado a los partidos centristas con una escasa mayoría.

En Francia, el Gobierno ni siquiera puede contar con mayoría parlamentaria. Suspendió una reforma de las pensiones decidida hace dos años, que elevaba la edad legal de jubilación de 62 a 64 años para 2030. Según Capital Economics, este doble retroceso costará a los presupuestos de ambos países el equivalente al 0,4% de su PIB: más de 30.000 millones de euros. Las perspectivas demográficas de Francia son mejores que las de Alemania, pero no por mucho. En ambos, la ratio de mayores de 65 años respecto a la población en edad de trabajar pasará del 37% actual al 48% en 2050 en Francia y al 54% en Alemania, según la ONU.

Ninguno de los dos puede escapar a la necesidad de reformar sus pensiones. La capacidad de los Gobiernos para elevar las contribuciones a fin de financiar las cómodas pensiones de los babyboomers está llegando a un límite económico: Francia gasta ya el equivalente al 14% de su producción en pensiones, y Alemania, el 11%.

La breve revuelta de los jóvenes conservadores alemanes sugiere que la transferencia cada vez mayor de recursos de los jóvenes a los mayores pronto podría provocar también una reacción política. Los países de toda Europa, incluidos aquellos con grandes fondos de ahorro privados, tendrán que acabar retrasando la edad de jubilación, reducir la generosidad de las pensiones o exigir mayores contribuciones a los jubilados más ricos. Una actitud más positiva hacia la inmigración cualificada también podría ayudar, aunque no lo suficiente como para estabilizar su ratio de trabajadores respecto a los dependientes económicos. No obstante, el auge de la extrema derecha evidencia una paradoja: la creciente frustración con los sistemas de bienestar dificulta que los Gobiernos obtengan el respaldo que necesitan para reformarlos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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