Si lo dice el ‘Financial Times’...
La economía va muy bien, pero la productividad, los sueldos, la desigualdad y la vivienda siguen atascados

Los magníficos datos de crecimiento y empleo que muestra la economía española, sobre todo comparada con un entorno próximo a ese temido estancamiento secular, no oculta que seguimos arrastrando problemas estructurales también seculares: productividad insuficiente, modelo productivo intensivo en mano de obra y bajo valor añadido, creciente desigualdad social, estado ineficaz, mantenimiento del gap en renta per cápita con Europa. Es evidente que tampoco aprovecharemos esta fase alcista del ciclo económico para ir más allá de la superficie y hacer todas esas reformas estructurales que hace años que sabemos necesarias pero que se vienen aplazando porque son complejas, en una era de simplificación; tienen efectos secundarios, cuando nadie quiere enfrentarse a damnificados; y, sobre todo, exigen grandes acuerdos políticos y sociales en momentos en que predomina la polarización del conmigo o contra mí.
Se acepta ya que el impulso esperado de los fondos Next Generation se ha desperdiciado por una gestión incomprensible de los mismos, primando los presupuestos públicos y gestionados como si fueran fondos estructurales y no fondos de reconversión empresarial. La diferencia, ahora, es que todo esto lo ha resumido el Finantial Times en un reciente artículo sobre la situación española (Spain´s booming economy collides with a barren politics). Y ya se sabe: si se dice en inglés y lo firma un extranjero, todo tiene mayor valor y reconocimiento.
La productividad tiene una correlación clara con el gasto realizado en I+D+i, cuyas ultima cifras de 2024 acaba de analizar la Fundación Cotec: seguimos creciendo en inversión de I+D, acercándonos a la cifra record de 24.000 millones de euros, pero, el ritmo, muy vinculado al impulso de los Next, se ralentiza y hace que sea imposible alcanzar, desde el actual 1,5% del PIB, el objetivo del 2,12% marcado por el Gobierno para 2027.
El sector privado concentra el gasto, comparado con antes de la crisis de 2008, porque invierte un 60% más que entonces, pero lo hace con un 15% menos de empresas inversoras. Sube el número de empleados en I+D, pero más en el sector público. Aunque la industria sigue siendo más intensiva en I+D, es el sector servicios (profesionales, técnicos, información y comunicación…) el que experimenta un mayor crecimiento. Con todo ello, nuestra productividad avanza lentamente y sigue manteniendo una brecha con la UE desde hace décadas, por la baja inversión (comparativa) empresarial, el peso del sector servicios y el elevado número de pequeñas empresas y microempresas.
La fuerte creación de empleo y la subida de los salarios en los últimos meses no ha impedido tres cosas: el mantenimiento de un elevado número de trabajadores en paro (todavía, casi dos millones y medio); la alta precarización del mercado laboral, con la aparición de los trabajadores pobres; y que, en promedio, los salarios no hayan recuperado el poder adquisitivo de antes de la crisis financiera, mientras los beneficios empresariales han aumentado con creces.
La reducción de la temporalidad (aun así, sigue representando el 60% de los nuevos contratos) ha trasladado la precariedad a la contratación a tiempo parcial (30% de la nueva contratación), no querida en su inmensa mayoría, que afecta sobre todo a mujeres y jóvenes y cuyos salarios medios son un tercio de los indefinidos. La elevada rotación en la contratación por pocos días es otro factor de la actual precariedad laboral. Si analizamos el empleo por sectores productivos y por tamaño de empresa cogiendo tres momentos (antes de la crisis financiera, antes de la pandemia y ahora), de la mano de los informes de Adecco, los datos son aplastantes: sigue la caída en el empleo industrial, se desploma la construcción y los servicios ganan mucho terreno. En casi dos décadas, no se acaba de percibir ese cambio en el modelo productivo del que se viene hablando tanto tiempo. Hay señales tímidas en el sector servicios de la mano de los Next Generation, pero el camino hacia la desindustrialización y la terciarización de la economía, lejos de revertirse, se ha incrementado.
Mayor cambio se ha producido en el número de empleados por tamaño de empresa: si en 2007, las grandes empresas empleaban al 37,30% de los asalariados, hoy lo hacen con el 43,2% (informes Adecco), en parte, porque hay unas mil grandes empresas más que entonces, con una apreciable reducción de más de 60.000 en las de tamaño micro, pequeñas y medianas. Muy lentamente, pero va aumentando el tamaño medio de nuestro tejido productivo.
Parte de nuestra creciente desigualdad social y elevada tasa de pobreza se debe a la ineficiencia de las políticas de redistribución puestas en marcha por el Estado, aspecto que viene siendo señalado por los expertos desde hace años, sin que ello cause impacto en los políticos, incluidos los “progresistas”. Como resume un estudio, publicado recientemente por Funcas: “En términos comparados, España se presenta como un país con una elevada desigualdad de la renta antes y después de la intervención del sector público”; es decir, la intervención redistributiva del Estado, mediante impuestos y políticas sociales, no llega a alcanzar los objetivos trazados. Nuestro sistema fiscal es menos progresivo que el de la mayoría de los países europeos, y las prestaciones monetarias (ingreso mínimo, pensiones mínimas y no contributivas) o en especie (sanidad…) se han alejado de su finalidad, sobre todo por gestión ineficiente. El Estado tiene un impacto redistributivo positivo, pero menor que en otros países debido a políticas y a gestión mejorables.
Un 66% de los españoles consideran que su situación económica personal es buena o muy buena, según el CIS. Pero crece la percepción de malestar económico (solo un 21% considera que su situación económica ha mejorado en los últimos seis meses) porque suben los impuestos (no se deflactaron las tarifas) y la cesta de la compra/inflación. En 20 años, la renta real per cápita ha crecido en España la mitad que en la UE. En suma, la economía va muy bien, pero la productividad, los sueldos, la desigualdad y la vivienda siguen atascados. Pero ahora, eso sí, lo dice el Financial Times.

