La COP30 busca cómo pagar las políticas verdes
Los costes de adaptación son altos y el Sur Global es el que más los necesita, pese a no haber sido el causante del cambio climático


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¿Es compatible el crecimiento económico con la lucha contra el cambio climático? Esta es la pregunta que se plantea desde que hace 10 años se firmaran en París los compromisos para limitar la subida de temperatura del planeta. Las dudas sobre la velocidad y el coste de oportunidad de la transición energética, mantenía la apuesta por el ecologismo en la cuerda floja, hasta que llegó la guerra de Ucrania.
La respuesta de las renovables, que proveen desde 2022 de energía limpia, barata y en abundancia a Europa, mostró que contaminar menos era rentable, afianzando el paso a lo verde como un negocio. Además, las energías de origen renovable han resultado críticas para ganar soberanía e independencia, y se han convertido en un instrumento geopolítico de primer orden en los países sin combustibles fósiles.
Este interés geoeconómico salvó los muebles de los compromisos de París. “El coste de la inacción ha aumentado pero la buena noticia es que el coste de la acción ha bajado”, dice Marcio Viegas, director de SUST4IN, una consultora especializada en proyectos de asesoría en sostenibilidad. “Los proyectos renovables son hoy más económicos que los combustibles fósiles”, añade.
En un momento de restricciones presupuestarias, polarización ideológica y gasto creciente en defensa, la ausencia de rentabilidad inmediata se hubiera llevado por delante la apuesta por las renovables. Pero el sector se ha desarrollado de forma provechosa no solo en el continente europeo, sino de forma significativa en China, que es el principal proveedor mundial de tecnología barata para generar energía y movilidad limpia.
Y este es el contexto con el que han llegado las partes a la COP30 de Belém. Con EE UU torpedeando la situación, un cambio en la correlación de fuerzas negociadoras que se ha movido hacia el eje asiático y una Europa desanimada pero determinada en que la energía limpia hará libre al bloque.
Un informe del grupo de trabajo de la iniciativa Net Zero Policy –apoyada por la ONU y copresidida por la española Helena Viñes– asegura que pese a la supuesta fatiga climática y las tentativas de retroceso, las políticas a nivel mundial se han mantenido estables en el último año. Eso sí, con un cambio gravitacional en la ambición y la innovación hacia el Sur y Asia-Pacífico que son las regiones que aceleran ahora la agenda.
El discurso europeo tiene fisuras pero este año llega en mejor forma que en Baku, cuando las instituciones europeas estaban descabezadas y no había un liderazgo fuerte, dice Jerusalem Hernández, socia de sostenibilidad en KPMG. Las partes hablarán en esta ocasión de dinero y de cómo pagar tantas buenas intenciones. Gonzalo Sáenz de Miera, presidente del lobby Grupo Español para el Crecimiento Verde, dice que esta será la COP del debate sobre “costes y oportunidades” de la descarbonización. Por primera vez el sector privado tendrá su propio espacio con un foro de Sostenibilidad empresarial promovido por el país anfitrión, Brasil en un movimiento muy pragmático. La empresa privada no se sentará en la mesa de negociación pero su voz, que será única, será escuchada. Cristina Riestra, directora de Industria, Energía, Medio Ambiente y Clima en CEOE destaca la importancia de que se les permita influir, y lo harán a través de casos de éxito de empresas que han logrado descarbonizarse siendo competitivas. “No discutimos los objetivos”, dice Riestra, “pero queremos hablar de cómo llegar”.
La inclusión del sector privado parte de la premisa de que el inmenso esfuerzo económico por financiar las políticas no puede ser soportado solo con apoyo público. “Los costes del cambio climático son crecientes”, recuerda Sáez de Miera. Pero el foco ha cambiado. Los llamados costes de mitigación, esto es, las políticas dirigidas a reducir las emisiones se han ido reduciendo gracias al abaratamiento de las renovables. Pero los costes de adaptación, que son las inversiones necesarias para preparar a los países frente al impacto del cambio climático, siguen subiendo.
Estos costes, desde preparar zonas inundables hasta mejorar la resiliencia hídrica, son muy altos y el Sur Global es el que más los necesita, pese a no haber sido el causante del cambio climático. Además, al contrario que en la reducción de emisiones, que es fácil de medir, el éxito de la adaptación no tiene métricas claras ni consensuadas, lo que dificulta que los inversores apuesten por este tipo de proyectos que se suelen desplegar en zonas emergentes. “Deberíamos tener también transferencias internacionales de compensación, aunque en este sentido y ya de COPs previas, son muchas promesas y pocas transferencias”, se lamenta Mar Reguant, investigadora del instituto de análisis económico del CSIC.
El informe sobre la brecha en inversión para la adaptación de UNEP 2025 estima que el coste para los países en desarrollo es de 310.000 millones de dólares al año hasta 2035 –que es lo comprometido– frente a los 26.000 millones que se despliegan en la actualidad. “Esto hace que las necesidades de financiación para la adaptación en los países en desarrollo sean entre 12 y 14 veces superiores a los flujos actuales”, dice María José Sanz, directora de BC3 (Basque Centre for Climate Change). “La adaptación, aunque esencial para proteger vidas y comunidades, recibe menos fondos porque no promete retornos financieros inmediatos, mientras que la mitigación suele asociarse a nuevas tecnologías y oportunidades de mercado”.
En Belém se harán los números y se deberán sentar las bases para buscar el dinero. Para lograrlo, hace falta “concienciación, ya que el ser humano tiene dificultad en traer al presente riesgos del futuro y productos financieros innovadores que puedan traer al presente los beneficios de riesgos futuros”, dice Viegas. Hernández, de KPMG, recuerda que los proyectos no pueden ser “filantrópicos, hace falta que haya una oportunidad de rentabilidad” para que fluya el dinero privado. También se sentarán las bases de la financiación multilateral y de los cada vez más frecuentes préstamos Sur-Sur.
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