No, los ‘boomers’ no vivieron mejor que la ‘Gen Z’: las dificultades financieras compartidas entre generaciones
Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero con tristeza los X han empezado a heredar


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Se ha extendido un relato de que los jóvenes están enfadados con los boomers porque han vivido mejor y su gasto en pensiones ahoga las posibilidades de desarrollo que -en hipótesis- les brindarían otras políticas públicas sociales alternativas del Estado del bienestar. Aceptar este binomio como bueno es asumir muchas cuestiones que no son matemáticas.
En primer lugar, la idea de que si hubiera menos gasto social en pensiones se gastaría más en partidas que afectan a los jóvenes, entre las que destacan el acceso a la vivienda o la educación. Es lo que algunos llaman “reequilibrio” del gasto social (que es recortar de un sitio para dar a otro).
El derecho a una vivienda digna es lo que más precariza a los menores de 35 años. Muchas de las propuestas de los expertos para bajar los precios de la vivienda y mejorar la oferta –como acelerar trámites y cambiar regulación; acceso al crédito o abaratar costes– no pasan por gastar más dinero público.
Si se amplía el foco, el problema de acceso a la vivienda se extiende por la mayoría de los países desarrollados, con crisis de especial importancia en Estados Unidos, Australia y Reino Unido que están peor que España en términos de accesibilidad. Ninguno de estos países es generoso con su sistema de pensiones. En el caso de Australia, la población es mucho más joven que en España y pese a no estar tan presionados por el envejecimiento tienen una crisis histórica de acceso a la vivienda.
La conversación es global y en casi todos los países desarrollados se habla de peores oportunidades para la generación Z o incluso millenial ligadas al acceso de vivienda y pesimismo por su futuro financiero. El sobreendeudamiento de los jóvenes para pagarse los estudios suele ser una de las razones más citadas en el mundo anglosajón. También el círculo vicioso que supone el encarecimiento del alquiler que dificulta ahorrar para una entrada. En 1981 en EE UU, un joven de 29 años podía comprarse su primera casa. Ahora la edad media del que compra por primera vez se ha situado en 35 años.
Croacia lidera, con 31,3 años, el grupo de países del Sur que más tarde se emancipa, donde España está en el sexto lugar con 30 años. Pero excepto en el caso de Grecia, este grupo no coincide con los países en los que más esfuerzo financiero tienen que hacer los jóvenes para acceder a una vivienda. Un joven danés hace un sobreesfuerzo que duplica al del español y, sin embargo, se emancipa con 21,3 años. (O porque se emancipa con 21 años lo tiene más difícil).
La dificultad para que los salarios de los jóvenes crezcan al ritmo del precio de la vivienda sí es un factor que se menciona de forma transversal, al igual que la necesidad de subir la oferta de casas. En Europa los bajos salarios se ligan con la falta de dinamismo de la productividad (hacer más con lo mismo) y en España empeora con el alto desempleo en el colectivo y la precariedad.
Ignacio Conde-Ruiz economista y autor de La juventud atracada (Atalaya) es el precursor del debate sobre la justicia intergeneracional en España. Defiende el “reequilibrio” del gasto social pero cree que la otra forma de aumentar los recursos para apoyar a los jóvenes sin tocar las pensiones pasaría por mejorar la productividad.
El crecimiento de la productividad es la tierra prometida de la inteligencia artificial. Pero el primer efecto en el país que más se está utilizando, Estados Unidos, ha sido el de subir el paro a los universitarios jóvenes.
Conde-Ruiz pivota su narrativa sobre la demografía política, los jóvenes son menos y se abstienen más, lo que hace que las decisiones de los Gobiernos nunca les tengan en cuenta y no descarta que se acaben por recortar las pensiones para financiar el gasto en Defensa.
Como complemento a la mejora de la productividad que no acaba de llegar, una subida de los ingresos fiscales podría financiar al menos en parte políticas de vivienda o formación. El economista Gabriel Zucman ha propuesto en Francia –donde están al límite con el debate de cómo financiar el gasto social– un impuesto a la riqueza que cada vez gana más adeptos. El impuesto de Patrimonio en España recaudó cerca de 2.000 millones de euros en 2023, pero aún se podría afinar más su diseño.
El origen socioeconómico de los padres es, según la OCDE, lo que marca la falta de oportunidades. Heredar una vivienda es uno de los elementos más distorsionadores. En el medio plazo, la población migrante será la más penalizada porque no habrá una generación anterior que le ceda patrimonio.
Pero, según The Economist, la auténtica generación de perdedores es la X, que va desde finales de los sesenta hasta 1982. Desde que se ha hecho adulta, esa generación no ha hecho más que capear crisis económicas. En España la de 1993, luego la de 2001 y finalmente la Gran Recesión de 2008 que les pilló con la treintena recién cumplida y un salario mileurista que cercenó cualquier proyecto de vida.
Con datos del Banco de España, en 2023, una familia debía de invertir de media 7,3 años de salario para comprar una casa. En 2008, ese esfuerzo era de 9,5 años.
Así que no, cualquier tiempo pasado no fue mejor. (Pero con tristeza los X han empezado a heredar).
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