El gas hace que suenen huecas las amenazas de la Casa Blanca sobre el petróleo ruso
Mientras EE UU pide a sus aliados que sancionen a China y a India, hace la vista gorda con las compras de Pekín
Donald Trump vuelve a enzarzarse en disputas tanto con sus aliados como con sus adversarios. El presidente estadounidense quiere que el G7, la OTAN y la Unión Europea impongan aranceles de hasta el 100% a todos los productos chinos e indios en represalia por sus compras de petróleo ruso, prometiendo que Washington haría lo mismo. El plan parece duro. En la práctica, subraya la renuencia de Trump a asumir los costes él mismo, y un evidente punto ciego en materia de gas.
Es poco probable que Europa se sume a la iniciativa. China es el segundo socio comercial más importante del bloque, con un volumen de comercio de 520.000 millones de euros en productos de todo tipo el año pasado. Los aranceles directos alimentarían la inflación y provocarían duras represalias en puntos críticos de la cadena de suministro, como las tierras raras.
India, por su parte, no es un objetivo más fácil. A pesar de los aranceles estadounidenses sobre sus productos, Nueva Delhi sigue importando 1,5 millones de barriles de petróleo ruso al día, y China se queda con gran parte del excedente. Esto pone de manifiesto que Trump se ha ceñido en gran medida al sistema de su predecesor, Joe Biden, que sometía el petróleo ruso a un límite de precios en lugar de prohibir directamente su venta.
Una señal aún más evidente de que Trump ha estado conteniendo sus golpes es el gas natural licuado (GNL). La Administración de Biden se centró en el sector del GNL ruso, sancionando el proyecto Arctic LNG 2 de Novatek e incluyendo en la lista negra a los buques cisterna. Esto disuadió a los puertos, compradores y financieros de ampliar sus compras. Sin embargo, en agosto, China recibió el primer cargamento sancionado de Arctic LNG 2 en un puerto estratégicamente elegido. Hay más buques en camino. Sorprendentemente, Trump ha hecho hasta ahora la vista gorda, negándose a sancionar a los compradores o terminales chinos.
Esto deja un vacío legal potencialmente grande. La empresa de análisis Kpler calcula que los envíos de GNL ruso a Asia podrían crecer en 10,9 millones de toneladas al año para 2026, lo que equivale a alrededor del 14% de las importaciones de China en 2024. Para Pekín, estos flujos contribuyen a diversificar las importaciones, alejándose así de Qatar y Australia. Para la economía en desaceleración de Moscú, estos ingresos son tan importantes como el crudo.
La obsesión por el petróleo y la tolerancia hacia las violaciones de las sanciones al GNL sugieren que Washington no está dispuesto a enfrentarse directamente a China. Bruselas, por su parte, tenía reveló el viernes la última de una larga serie de sanciones relacionadas con Rusia. Aunque fueron duras, hay límites a lo que puede hacer el bloque: sigue siendo el principal comprador de GNL ruso, y si China compra menos gas de Qatar y Australia, más llegará a Europa, a precios más bajos. Eso le viene bien a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dados los elevados precios de la energía en el mercado interno y los planes de la UE de poner fin a las compras de petróleo y gas rusos en una fecha que, desde el viernes, es diciembre de 2027.
Al insistir en que los europeos den el primer paso, Trump puede culpar a sus aliados de debilidad y evitar así una escalada por su parte. Para Putin, el mensaje más importante está claro: las amenazas de Estados Unidos pueden parecer duras, pero sin coherencia ni seguimiento, suenan huecas.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

