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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Argentina repite su bucle financiero

Los inversores quieren resultados, y dudan de Milei por partida doble

CINCO DÍAS

El amor de los mercados no es incondicional ni tampoco recíproco, pero la aversión, habitualmente, sí lo es. Esta asimetría en la relación entre política y finanzas genera confusiones a ambos lados del espectro político. Cuando un gobernante no escucha los susurros de los mercados puede acabar golpeado con su martillo. Rendir pleitesía a la mano invisible, por el contrario, suele dar un margen de maniobra, pero al final del día los inversores quieren ver números, no palabras.

La historia de financiera del mandato de Javier Milei es rápida y excesiva como el propio presidente argentino, beneficiario del hartazgo colectivo con décadas de disfuncionalidad en la economía argentina. Su terapia de choque (devaluación, lucha a toda costa contra la inflación y un fortísimo ajuste) tuvo, como cabía esperar, el favor de los mercados y del Fondo Monetario Internacional, y éxitos iniciales. La Bolsa argentina fue de las mejores del mundo en 2024 y la espiral alcista de los precios se cortó. En abril de 2025 reabrió el tipo de cambio con el dólar, sujeto a una banda de precios que el Gobierno tuvo que respaldar. Primero, con elevados tipos de interés que han estrangulado la actividad económica. Después, con la compra de pesos en el mercado. Medidas insuficientes para contener una sangría de divisa fuerte que la dura derrota electoral en Buenos Aires solo ha agravado. Los tiburones han olido sangre de nuevo, olvidadas las promesas del ultraderechista: Argentina revisita los años 90, con un tipo de cambio fijo, altos tipos de interés, austeridad y crecimiento a la baja. Aquella vez las recetas no funcionaron. La niña bonita de los inversores en 2024 es, salvado el efecto divisa, la peor Bolsa del mundo de 2025, cotizando en los niveles previos a Milei. Y, como tantas otras veces, el riesgo país y el volumen de reservas de divisas vuelven a ser objeto de análisis y sujeto de noticias.

El pragmatismo extremo de los mercados llega hasta este punto: da igual el número de ofrendas que una política económica sacrifique en su altar, y da igual el fanatismo con el que un presidente abrace la fe. Los inversores quieren resultados, y dudan por partida doble; por un lado de la capacidad de Milei de aplicar una receta efectiva más allá de la motosierra, eficaz a su manera pero manida y con el recorrido agotado. Y, por el otro, dudan también de que un presidente que no pudo enderezar la economía con el viento a favor de los mercados y de las encuestas pueda hacerlo cuando ha perdido el favor de ambos.

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