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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La infraestructura tecnológica como pilar de la competitividad y soberanía digital europea 

Los próximos años serán decisivos para determinar si Europa logra posicionarse como un actor relevante en el nuevo orden

Las infraestructuras de telecomunicaciones son un pilar fundamental en un país que aspira al desarrollo económico y a potenciar la innovación empresarial. De hecho, las tecnologías de la información en toda su amplitud (infraestructura, cloud, servicios gestionados, operadores...) son transversales a todos los sectores de actividad y claves para su desarrollo. Hoy vivimos un momento crucial, y las decisiones que tomemos van a definir nuestra capacidad para competir a nivel global mañana.

El caso de España es especialmente relevante. Gracias al esfuerzo conjunto de operadores tradicionales (incumbentes) y nuevos entrantes (alternativos), se ha consolidado como líder en cobertura de fibra óptica, que supera el 80% de los hogares, frente a una media europea del 44%, alcanzando incluso áreas rurales. Este despliegue ha sido posible gracias a la inversión combinada de operadores y administraciones públicas, convirtiendo a nuestro país en un modelo a seguir.

Sin embargo, cuando hablamos de redes móviles, especialmente del 5G, el panorama es menos alentador. Los operadores alternativos no están consiguiendo la integración de sus redes 5G standalone (5G SA) con las redes 5G de los operadores incumbentes, no permitiendo Inter-operatividad. Mientras en países como EE UU han adoptado políticas más agresivas para facilitar el acceso a espectro y fomentar la competencia (por ejemplo, con CBRS y redes privadas), en Europa seguimos con modelos restrictivos. Esto genera una brecha digital entre “operadores de primera y de segunda”, que afecta directamente a la capacidad de innovación, frena el desarrollo del mercado y limita la libertad de elección de los usuarios.

Por otro lado, mientras los precios de las comunicaciones han disminuido aproximadamente un 23% en las últimas dos décadas –convirtiendo a España en uno de los mercados más competitivos de Europa–, algunos organismos reguladores están planteando incrementar en un 20% los costes de infraestructuras compartidas, lo que podría repercutir negativamente en el empleo y la competitividad del sector.

En el estudio Cloud Nation 2025, que hemos elaborado en Grupo Aire en colaboración con Atlas Tecnológico, se constata que España está aún en una fase incipiente en la adopción del cloud. Más del 50% de las empresas tienen menos del 25% de sus datos alojados en nubes públicas, y solo una de cada cuatro organizaciones supera el 75%. Esto sitúa a nuestro país en el puesto 23 de la Unión Europea, por delante únicamente de Grecia, Rumanía y Bulgaria.

Aun así, el potencial de crecimiento es enorme. Se estima un crecimiento anual del 13,7% hasta 2026, con un volumen de negocio que podría alcanzar los 17.000 millones de dólares en 2027. Las inversiones en infraestructuras cloud están acelerándose significativamente, y España empieza a destacar entre sus socios europeos.

Vivimos en una economía cada vez más dependiente de la computación, y avances como el auge de la inteligencia artificial generativa –con su capacidad para crear herramientas disruptivas– hacen indispensable el desarrollo de infraestructuras de centros de datos de baja latencia y alta capacidad. Esto permitirá la democratización de la inteligencia artificial e impulsará la innovación.

El futuro de la infraestructura tecnológica no depende únicamente de los grandes centros de datos: pasa también por un modelo descentralizado que acerque la capacidad de procesamiento al lugar donde se generan los datos. Este enfoque, conocido como edge computing o computación en la frontera, será clave para aplicaciones que requieren respuestas en tiempo real.

La privacidad y la soberanía del dato son aspectos clave en este nuevo escenario. La normativa europea sobre inteligencia artificial, aunque necesaria para garantizar un desarrollo ético y seguro, debe encontrar un equilibrio que no frene la innovación. Europa regula con cautela mientras otros territorios avanzan a gran velocidad en el desarrollo de estas tecnologías, aumentando así la brecha competitiva.

Otro de los grandes retos que enfrentamos es la ciberseguridad. Es fundamental potenciar los equipos integrados de seguridad y operaciones (DevSecOps), que permiten una adopción segura de las soluciones en la nube. Pero el verdadero elefante en la habitación es la transformación que representa la computación cuántica para la seguridad digital. Aunque muchas voces aún la perciben como una tecnología lejana, actualmente es posible alquilar capacidad cuántica de varios bits cuánticos, que –aunque limitada– ya muestra capacidad para vulnerar ciertos sistemas de cifrado convencionales.

De hecho, estamos colaborando con dos empresas para desarrollar sistemas de cifrado post-cuántico basados en tecnología fotónica, que protejan las comunicaciones críticas. Algunos de nuestros clientes del sector financiero ya están adoptando estas soluciones, conscientes de que quien no se prepare hoy quedará expuesto mañana.

Ninguna de estas transformaciones será posible sin el factor humano adecuado. Necesitamos una estrategia clara que no se limite a financiar programas académicos, sino que genere un ecosistema en el que el talento pueda desarrollar proyectos disruptivos e innovadores. Sin talento seríamos meros revendedores de servicios. Es el conocimiento y la capacidad de innovación lo que nos permite resolver retos tecnológicos complejos para nuestros clientes.

Los próximos años serán decisivos para determinar si Europa logra posicionarse como un actor relevante en el nuevo orden tecnológico global o queda relegada a un papel secundario. Mientras Asia y América avanzan decididamente en el desarrollo de tecnologías disruptivas, Europa parece más centrada en regular que en innovar. El futuro está en juego, y debemos construirlo sobre bases sólidas: infraestructuras resilientes, talento, innovación y una regulación que fomente el progreso sin comprometer la seguridad.

Raúl Aledo es presidente de Grupo Aire.

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