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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una nueva era inversora para abordar un mercado global en fragmentación

España es una de las opciones más atractivas para obtener exposición a Europa, pero es preferible la selección sectorial

La historia reciente de los mercados financieros parece demostrar que el impacto de los shocks geopolíticos ya no se manifiesta como antes. Ahora, toda la atención se centra en las posibles negociaciones de paz en Ucrania, ante las que se ha reaccionado con un optimismo cauteloso. Los precios del petróleo solo han variado ligeramente debido al cambio de expectativas, y las acciones europeas del sector de la defensa han cotizado a la baja desde los máximos recientes. En lugar de desencadenar ventas o compras indiscriminadas, los inversores parecen más resistentes y utilizan estrategias de diversificación y cobertura para gestionar la incertidumbre y la volatilidad, y absorber los acontecimientos geopolíticos de una manera más contenida.

Este cambio de paradigma no implica una ausencia de peligros, sino más bien la aparición de una nueva forma de gestionar los riesgos. En lugar de entrar en pánico, los inversores confían en coberturas estructuradas, la diversificación por regiones y clases de activos, o en la exposición selectiva a factores como la calidad y el tamaño. La disponibilidad de liquidez, junto con las políticas monetarias expansivas en Estados Unidos –aún por llegar– y en Europa –ya en vigor desde hace varios meses– refuerza esta sensación de colchón frente a la volatilidad.

Una de las amenazas que se cernía para la segunda mitad del año, el proteccionismo comercial, se ha atenuado en cierta medida tras el reciente acuerdo entre EE UU y la UE. Se ha reducido el riesgo de una guerra arancelaria abierta, pero siguen sobre la mesa medidas sectoriales selectivas. La Administración Trump ya ha impuesto o planteado aranceles elevados a los semiconductores (hasta un 300%), los productos farmacéuticos (hasta un 250%) y el cobre (50%), al tiempo que mantiene los aranceles del 25% sobre las importaciones de automóviles no pertenecientes al T-MEC. También se están revisando los minerales críticos y los productos con altas emisiones de carbono.

En lo que afecta a España, si bien esta selección selectiva podría seguir afectando a los flujos comerciales y a la inflación, el país mantiene un perfil atractivo: con la banca, los seguros, los servicios públicos y la energía dominando su índice bursátil, la composición sectorial ofrece un cierto grado de aislamiento natural frente a estas perturbaciones externas.

La transición hacia un orden geopolítico multipolar es otra realidad innegable. La hegemonía de EE UU está dando paso a una mayor fragmentación, con bloques regionales más definidos. En este contexto, el dólar estadounidense está perdiendo su estatus de activo refugio, como lo demuestra el hecho de que los bancos centrales ya han comenzado a diversificar sus reservas: más del 70% de ellos han empezado a deshacerse de sus activos denominados en dólares, y el 90% tiene previsto aumentar su exposición al oro. Esta tendencia subraya la importancia de los activos alternativos como coberturas estructurales.

Para los inversores minoristas, este entorno exige replantearse la configuración de sus carteras, siguiendo pautas de inversión racionales, como la diversificación de activos por zonas geográficas, apostar por los sectores de servicios o elegir activos no correlacionados, como el oro, las inversiones inmobiliarias o incluso los criptoactivos, que están ganando estabilidad gracias a la creciente participación institucional en este mercado; aunque el clima actual también podría ofrecer oportunidades de entrada en acciones de alta calidad que, en medio de episodios de tensión geopolítica, cotizan con descuento.

Europa sigue ofreciendo oportunidades dentro de la renta variable, con algunas empresas de pequeña capitalización que empiezan a mostrar rentabilidades sólidas y fiables. Este es también el caso de mercados emergentes como México, Brasil e Indonesia, donde existen pequeñas y medianas empresas de alta calidad.

En España, como señalaba antes, sectores como la banca, los seguros y los servicios públicos también se encuentran bien posicionados. De hecho, gracias a su exposición a sectores defensivos, el Ibex 35 destaca este año entre los principales índices por su rendimiento, con una subida de más del 30%. No en vano, el selectivo de referencia español ha vuelto a la barrera psicológica de los 15.000 puntos, un nivel que no se alcanzaba desde principios de 2008. Sigo siendo optimista respecto a España: destacan su fuerte presencia bancaria, la resistencia de los servicios públicos y su exposición al sector energético como amortiguadores naturales frente a las perturbaciones externas.

Otros elementos favorables son la política monetaria flexible, las condiciones financieras favorables y el reciente acuerdo comercial comunitario con Washington, que ha reducido la incertidumbre arancelaria (y empresarial). En conjunto, estos factores hacen de España una de las opciones más atractivas para obtener exposición a Europa, aunque creo que es preferible la selectividad sectorial y una gestión disciplinada del riesgo a una sobreponderación generalizada.

En resumen, nos enfrentamos a un entorno volátil, pero gestionable. La clave estará en evitar la sobreexposición a las narrativas dominantes, articular carteras equilibradas y pensar a largo plazo. Porque, como nos recuerda la historia, tras la tormenta, los mercados bien posicionados encuentran la luz al final del túnel y el comienzo de otro camino hacia la rentabilidad.

Los mercados son más eficientes ahora que en los años 70 o 90, y cuentan con una gama más amplia de herramientas de cobertura del riesgo. La liquidez también es abundante en la actualidad, con las autoridades monetarias reduciendo el coste del dinero o, en el caso de la Reserva Federal, planeando hacerlo, y las economías generando estímulos fiscales o reduciendo la presión tributaria. Mientras tanto, la inflación muestra signos de estabilización a medio plazo, a pesar de coexistir con un dinamismo moderado que roza la parálisis.

En consecuencia, parece que solo una escalada arancelaria –sin descartar la posibilidad de nuevas amenazas geopolíticas– podría crear un escenario de estanflación que complicaría la hoja de ruta monetaria y fiscal en un mundo ya muy endeudado.

Así, en la segunda mitad de este volátil año 2025, podrían tener lugar ventas masivas en los mercados de capitales, aunque por el momento no parece probable que se produzcan correcciones significativas en las Bolsas.

Lale Akoner es analista global de mercados de eToro

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