La escopeta de los aranceles de Donald Trump no dará en el blanco
El presidente de EE UU está blandiendo el mismo martillo tarifario contra problemas muy diferentes

Un buen comerciante elige la herramienta adecuada para el trabajo. Ese no es el enfoque que está adoptando Donald Trump en su remodelación de la economía estadounidense. El presidente estadounidense ha propuesto aranceles del 200% y el 50% sobre los medicamentos y el cobre, respectivamente. Pero es probable que el resultado de golpear a estas dos industrias tan diferentes con el mismo instrumento contundente le decepcione.
El objetivo de Trump es devolver la fabricación a casa y hacer que Estados Unidos dependa menos de las importaciones de materiales clave. La esperanza puede ser que los aranceles punitivos sobre el cobre, que es fundamental para hacer de todo, desde centros de datos hasta redes eléctricas, incentiven a empresas como Freeport-McMoRan, de 66.000 millones de dólares para abrir nuevas minas. Cuando se trata de productos farmacéuticos, Trump tiene una queja aún mayor. Las importaciones estadounidenses de medicamentos se dispararon a 213.000 millones de dólares en 2024, más de dos veces y media el total de 10 años antes. Sus amenazas a la industria se centran en conseguir que una gran parte de la producción farmacéutica perdida vuelva al país, lo que podría crear puestos de trabajo y garantizar el acceso de Estados Unidos a medicamentos clave.
Aun así, los CEO tienen buenas razones para tomarse las palabras de Trump con pinzas. Esta semana, el presidente estadounidense amplió por segunda vez algunos de los plazos de los llamados aranceles recíprocos. Las acciones farmacéuticas europeas apenas se han movido, tal vez porque los inversores están mirando el posible plazo de 18 meses y concluyendo que esos aranceles nunca ocurrirán. Los precios del cobre se han movido más, con los precios negociados en Nueva York para el metal rojo subiendo un 30% en los últimos seis meses, lo que sugiere un mayor grado de fe en que las palabras de Trump se traducirán en una política real.
Estas diferentes reacciones reflejan también las formas tan distintas en que los aranceles pueden afectar a ambos sectores. Podría decirse que los medicamentos y el cobre están en los extremos opuestos del espectro, en cuanto a la facilidad para trasladar la producción. Para fabricar un medicamento, los farmacéuticos necesitan fábricas, trabajadores, aprobación reglamentaria e ingredientes. Una vez que disponen de todo ello, pueden fabricar tantos medicamentos como puedan permitirse. Compañías como AstraZeneca, GSK y Novartis operan con holgados márgenes de ebitda en torno al 30% o más, lo que les permite hacer grandes inversiones de capital en nuevos centros.
Es más, el gigantesco mercado estadounidense es demasiado grande como para ignorarlo, lo que significa que un impuesto consistente podría traer más fabricación al país con el tiempo, si los CEO pueden finalmente mirar más allá de la errática formulación de políticas de Trump.
El mercado del cobre, sin embargo, cuenta una historia diferente. Según los analistas de Morgan Stanley, en 2024 Estados Unidos solo producirá suficiente metal rojo para satisfacer la mitad de su demanda local. Por tanto, prescindir de Chile, Canadá y otros socios comerciales se antoja desalentador. Desarrollar una mina lleva 29 años en Estados Unidos, según S&P Global en parte debido a la restrictiva normativa en torno a los permisos. Y a diferencia de lo que ocurre con las zapatillas, los alimentos y las bebidas, es más difícil encontrar la llamada sustitución con una materia prima. La necesidad de cobre de los vehículos eléctricos, por ejemplo, puede reducirse en teoría utilizando otros metales conductores, pero hacerlo lleva tiempo y dinero. El resultado es que los costes arancelarios repercutirán directamente en los precios de los bienes relacionados.
En otras palabras, Trump está blandiendo el mismo martillo arancelario contra problemas muy diferentes, y parece probable que obtenga resultados previsiblemente dispares.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.
