El apagón fue una combinación de fallos técnicos y falta de inversión
Un fenómeno de sobretensión provocó que la tensión de la red superase niveles seguros

El 28 de abril de 2025 se vivió en España y Portugal uno de los apagones más importantes de la historia europea. Ese día la energía solar representaba alrededor del 55% y la eólica 10% del mix de generación. Muchos señalaron esa proporción de energía renovable como posible culpable, citando preocupaciones sobre su intermitencia e incapacidad de proporcionar inercia a la red eléctrica -capacidad para mantener frecuencia constante ante cambios repentinos de la generación o demanda-. Pero no fue cuestión de exceso de energía solar, como se ha llegado a especular. Ha habido muchos casos en los que la red eléctrica española ha funcionado con más 60% de renovables sin problemas.
El apagón de abril de 2025 en España probablemente fue el resultado de una combinación de fallos técnicos y falta de inversión en infraestructuras de red. De hecho, la transición energética, además de generación de energía limpia, exige sistemas de energía resilientes y modernos. Un ejemplo es la utilización de inversores formadores de red. Para abordar el envejecimiento de los sistemas y satisfacer la mayor demanda de energía hay que mejorar significativamente la resiliencia e infraestructura de red eléctrica.
Efectivamente, al análisis del Gobierno español ha identificado el apagón como evento “multifactorial”, probablemente desencadenado por un fenómeno de sobretensión -aunque no está claro qué la causó-. Esta opinión se ve respaldada por expertos. Efectivamente, el fenómeno de sobretensión provoca que la tensión de la red supere niveles seguros, desestabilizando el sistema. En este caso desencadenó una secuencia de eventos por los que los grandes generadores de energía se desconectaron de la red como medida de seguridad estándar. La repentina pérdida de gran cantidad de generación causó más perturbaciones y resultó en la desconexión generalizada de las unidades de generación de energía y colapso total de la red.
El caso es que aunque informe del Gobierno deja claro que las fuentes de energía renovable por sí mismas no fueron las culpables del apagón, hay consideraciones técnicas asociadas a la integración de energías renovables que deben abordarse, dada la alta producción solar en España.
Hay dos tipos fundamentales de inversores en sistemas conectados a la red, de formación y de seguimiento de red. Los de seguimiento actúan como fuentes de corriente, sincronizando su salida con el voltaje y frecuencia de la red. Pues bien, en España se da un uso generalizado de inversores de seguimiento en plantas solares y eólicas. Funcionan eficazmente en condiciones normales, como fuente de corriente. Pero no proporcionan inercia ni servicios auxiliares esenciales en las perturbaciones, lo que los hace inadecuados para funcionamiento autónomo en situaciones de emergencia. En cambio, los inversores de formación de red se comportan como fuentes de voltaje, estableciendo y manteniendo activamente este y la frecuencia de la red. Proporcionan inercia -varios estudios demuestran su capacidad para mantener la estabilidad en caso de contingencias severas-.
En cuanto a interconexiones regionales, la Península Ibérica permanece relativamente aislada de la red eléctrica europea. La capacidad de interconexión es solo 3% de la instalada, muy por debajo de los objetivos europeos de 15% fijados en 2015. Este aislamiento hizo imposible importar suficiente electricidad durante la crisis. Aunque la UE ha comprometido 578 millones de euros para proyectos destinados a duplicar la capacidad de interconexión, aún no hay mejoras operativas.
Por último, históricamente España ha invertido menos de lo necesario en mejoras críticas de la red, incluyendo sistemas de control de voltaje, almacenamiento de energía y electrónica moderna, que ayudan a estabilizarla.
La Base de Activos Regulados del país -valor de los activos para calcular la tarifa-, tanto en distribución como transmisión, se ha mantenido estable la última década, lo que indica que las inversiones en mantenimiento básico más que modernización y expansión. Ello contrasta con otros países europeos, como Reino Unido, que han acelerado las inversiones en la red.
De manera que la experiencia del apagón en España muestra que el éxito de la transición energética exige algo más que energía limpia. Requiere visión de futuro respecto a gestión e inversión en la red.
Hay que tener en cuenta el aumento de la demanda de electricidad. En EE. UU. tras décadas de crecimiento plano, se prevé que la demanda de electricidad se acelere desde 0,5% a más de 2% de manera anual compuesta, impulsado por la electrificación, relocalización de la fabricación y aumento de los centros de datos y cargas de trabajo de la inteligencia artificial. Estas tendencias son similares en Europa. Es un cambio que subraya la necesidad de redes más inteligentes y resistentes, capaces de gestionar la mayor demanda e integrar niveles ascendentes de energías renovables.
Así, algunas empresas de servicios públicos integrados están bien situadas para crecer con inversión en capital fijo, otras lideran esfuerzos en modernizar y fortalecer los sistemas energéticos en cuanto a infraestructura. Del mismo modo, los proveedores de equipos eléctricos son esenciales para la modernización de la red, pues suministran componentes críticos, como transformadores y sistemas de gestión de energía. A ello se añade los fabricantes de equipos renovables, productores de paneles solares y sus sistemas de seguimiento, así como turbinas eólicas. Todas ellas son necesarias ante la continua expansión de la generación de energía limpia.