5G satelital, la red invisible que defiende Europa
Esta tecnología permite una supervisión remota y en tiempo real de bases militares, rutas logísticas y sistemas de vigilancia ambiental

La cumbre de la OTAN celebrada hace unos días en La Haya marca un punto de inflexión para la defensa y la seguridad colectiva en Europa. El momento geopolítico actual, definido por amenazas híbridas, conflictos activos como el de Ucrania, la escalada de tensiones en Oriente Medio y la creciente injerencia digital extranjera, exige algo más que respuestas diplomáticas: requiere una arquitectura tecnológica autónoma, robusta y resiliente que garantice la operatividad de las infraestructuras críticas y preserve la soberanía del continente.
En este nuevo escenario, la innovación tecnológica deja de ser tan solo un vector de progreso económico para convertirse en un elemento esencial de disuasión y control territorial. La tecnología se ha convertido en una capa invisible, pero estratégica, de defensa. Europa ha dado pasos importantes con programas como Galileo (navegación), Copernicus (observación de la Tierra) e IRIS2 (comunicaciones seguras), esta última una constelación satelital promovida por la Comisión Europea para garantizar una conectividad cifrada y resiliente para Gobiernos y fuerzas armadas. Pero aún existe un eslabón por consolidar: una conectividad IoT global, interoperable y basada en estándares abiertos, que garantice la monitorización de activos críticos más allá de la cobertura terrestre.
Actualmente, el 80% de la superficie del planeta carece de cobertura terrestre, lo que compromete la vigilancia, la gestión de crisis y la defensa en zonas remotas. La conectividad satelital 5G, sobre el estándar NB-IoT, responde precisamente a esta carencia. No se trata de sustituir dichas redes terrestres, sino de complementarlas con una solución que ofrezca continuidad en entornos donde la infraestructura física no existe, ha sido destruida o es vulnerable a sabotajes o ciberataques.
Durante la guerra de Ucrania, por ejemplo, el uso de redes satelitales se reveló como un recurso indispensable ante los ataques a redes móviles y eléctricas. Según el informe de la Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad (Enisa), los ciberataques dirigidos a infraestructuras críticas aumentaron un 30% en 2023 respecto al año anterior, con especial foco en defensa, energía y transporte. Ante esta realidad, el 5G satelital se posiciona como una capa de seguridad estratégica que garantiza la continuidad de las operaciones militares, logísticas y humanitarias, incluso en entornos hostiles. Esta tecnología permite, además, una supervisión remota y en tiempo real de instalaciones militares, fronteras exteriores, rutas logísticas y sistemas de vigilancia ambiental. No solo asegura la integridad de los datos y la toma de decisiones en tiempo real, sino que también facilita la respuesta a emergencias, catástrofes naturales y misiones humanitarias. La interoperabilidad con dispositivos IoT comerciales ya existentes permite desplegar soluciones rápidas y asequibles en escenarios críticos sin necesidad de modificar procesos ni equipamiento.
A diferencia de los satélites geoestacionarios, que son únicos y permanecen fijos sobre un punto, las constelaciones en órbita baja están formadas por numerosos satélites en movimiento constante, lo que las hace más resilientes y difíciles de atacar o interferir.
Es en este contexto donde Europa debe acelerar la consolidación de su soberanía tecnológica. La Comisión Europea ya ha puesto en marcha iniciativas clave, como la Ley de Chips, la futura Ley del Espacio y el Fondo Europeo de Defensa, con el fin de construir un ecosistema tecnológico propio.
Garantizar la continuidad operativa en entornos de alta exigencia no solo depende de disponer de tecnologías avanzadas, sino de integrar dichas capacidades en un ecosistema europeo coordinado, redundante y estratégicamente soberano.
En el ámbito nacional, España dispone de capacidades industriales y tecnológicas que pueden desempeñar un papel relevante en la consolidación de esta infraestructura crítica. Existen ya iniciativas orientadas al despliegue de satélites en órbita baja (LEO), compatibles con el estándar 5G y diseñados para ampliar la cobertura de las redes terrestres mediante soluciones interoperables. Estos proyectos se caracterizan por su enfoque integrador: no requieren sustituir dispositivos existentes, lo que facilita la adopción con menores costes operativos y sin alterar los procesos actuales.
En paralelo, se observa una tendencia creciente hacia la reindustrialización tecnológica en el sector espacial europeo. Diferentes actores emergentes están contribuyendo a reducir la dependencia de infraestructuras no comunitarias, articulando modelos de colaboración público-privada que refuerzan esta orientación estratégica. En el caso español, esta evolución cuenta con el apoyo de inversores institucionales y fondos europeos alineados con los objetivos de autonomía tecnológica y resiliencia operativa.
Además de su aplicación directa en defensa, la conectividad satelital basada en estándares abiertos representa un ejemplo claro de tecnología de uso dual, con un impacto relevante también en el ámbito civil. En escenarios de guerra híbrida o crisis prolongadas, garantizar la continuidad de actividades esenciales como el suministro logístico, la producción agrícola o la gestión de infraestructuras críticas puede ser tan determinante como el despliegue táctico. La digitalización de estos sectores –mediante sensores IoT conectados por satélite– refuerza la resiliencia de un país y su autonomía operativa.
Según datos de la industria, este tipo de soluciones permiten reducir hasta un 15% el consumo energético en infraestructuras críticas, ahorrar un 40% de agua en agricultura gracias al riego inteligente y disminuir un 9% las emisiones de CO2 en operaciones logísticas. En un contexto de tensión geopolítica, la capacidad de garantizar estas funciones sin depender de redes externas es también una forma de defensa.
La defensa del siglo XXI no puede depender de infraestructuras vulnerables ni de tecnologías propiedad de terceros países. Es imprescindible que Europa –y España como actor clave– apueste por soluciones tecnológicas propias que garanticen la continuidad, la seguridad y la soberanía. A medida que el entorno estratégico se vuelve más complejo, la capacidad de un país o una alianza para controlar sus propios activos tecnológicos será tan determinante como su capacidad militar convencional. Como afirmaba recientemente el ex alto representante de la UE Josep Borrell: “La soberanía tecnológica no es una opción, es una necesidad estratégica”.
En defensa, como en economía, no basta con gastar más: hay que invertir en capacidades transformadoras. Y si España quiere estar en la primera línea de la soberanía europea, debe apostar por tecnologías que no solo sumen presupuesto, sino que multipliquen impacto. El 5G satelital es una de ellas: invisible para los ojos, pero imprescindible para garantizar una Europa más segura, más conectada y, sobre todo, más autónoma.
Jaume Sanpera es CEO de Sateliot