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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Universidad nos importa mucho

Hay que actuar con premura sobre la financiación, la reforma de los mecanismos de gobernanza y la calidad

La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant.

Europa debate su futuro ante su falta de liderazgo mundial en alta tecnología e innovación. El diagnóstico recogido en el informe Draghi subraya la importancia del conocimiento para la competitividad y detecta, entre las deficiencias más acuciantes, la insuficiencia de talento y de especialización en las denominadas disciplinas STEM (por sus siglas en inglés: Science, Technology, Engineering, Mathematics). Es igualmente remarcable la ausencia de universidades europeas en los clústeres mundiales más dinámicos. Por todo lo anterior, Europa y España tendrán, una vez más, que seguir reinventándose. El fortalecimiento de las universidades es una de las líneas de acción en la que hay que apostar de manera decidida y además se requiere hacerlo generosamente.

De la universidad se debe, por lo tanto, hablar largo y tendido. En el Foro de Empresas Innovadoras (FEI), hoy más que nunca, estamos alineados con el diagnóstico citado y, observando la realidad diaria y el momento crítico y difícil en el que transitamos, señalamos los tres aspectos relevantes que para su solución se deberían afrontar con premura: la financiación, la reforma de los mecanismos de gobernanza y la calidad.

La universidad es la institución que, por su propia naturaleza, construye un espacio propio de generación de ideas, de libre pensamiento, y también es una fuente de invenciones e innovaciones que contribuye al avance de la sociedad. Consecuentemente, es evidente la correlación entre el desarrollo de un país y el nivel de sus instituciones de educación superior.

Habrá quien argumente que desde el siglo XIII, con la Universidad de Salamanca, o incluso en el Califato de Córdoba, en el Al-Ándalus de los siglos IX a XI, las universidades españolas, a través de nuestra agitada historia, han ido superando toda suerte de vicisitudes. Lamentablemente y conociendo la situación actual, esa historia y la inercia de una institución señera no van a ser suficientes para enfrentar los retos de futuro.

Hay sobrados argumentos para enfatizar que se necesita reforzar la universidad española como institución garante de una formación superior de calidad y de la cualificación de la fuerza laboral. Es imprescindible, si queremos ser capaces de hacer frente tanto a los retos actuales como de futuro, a la digitalización, y a la elevada competencia mundial, respaldar la universidad pública. Esa decisión no es solo una opción, sino una prioridad de las sociedades avanzadas y un motor de competitividad.

En un mundo cada vez más interconectado, con generación y movilidad de talento internacional, cuanto mejores sean las universidades españolas y mayor su calidad, más elevada será la capacidad de retener y atraer talento que revierta en un mayor bienestar económico y social. La apuesta ha de ser en firme, no se puede titubear.

En pleno siglo XXI, no debiera existir el menor atisbo de duda acerca de la comprensión del conocimiento científico como un bien público, con externalidades positivas y un elevado beneficio social. La universidad es la institución garante de la investigación y, por tanto, de la generación de conocimiento científico, imprescindible para solucionar los problemas de las sociedades modernas (salud, envejecimiento) y económicos (competitividad empresarial). A ese avance se contribuye con la investigación de las ciencias experimentales (vacunas, biotecnología) y también de las ciencias sociales (para garantizar una distribución justa del progreso). Pero no es posible realizar investigación de excelencia sin ser extremadamente generosos en la dotación de recursos financieros, que permitan cualificar los recursos humanos, al tiempo que realizar de forma plena los proyectos de investigación, su difusión y divulgación.

Con estas premisas, la situación de la universidad en España pasa por un momento muy delicado que, como decíamos al comienzo, podemos resumir en tres áreas de actuación:

La primera, la financiación que asignan las Administraciones responsables a las universidades públicas es escasa a la luz de su mandato institucional y, en algunas comunidades autónomas la situación se agrava hasta tal punto que está llegando a una situación difícilmente salvable. El mantenimiento de esa políticas está poniendo en riesgo la continuidad digna de muchos de los servicios públicos que presta, servicios cuyos frutos o ausencia de ellos se perciben diferidos en el tiempo. Es urgente actuar para no tener que lamentarnos en el futuro.

La segunda, algunas propuestas de reforma de los mecanismos de gobernanza alumbran el peligro de una injerencia externa de poderes públicos y privados. Somos conscientes de que la universidad, como otras muchas instituciones, necesitan reformas que permitan una mejor adaptación a las nuevas demandas de la sociedad, pero tales reformas deben ser potenciadas desde dentro y recabarse la colaboración y el apoyo de los responsables externos.

La tercera, la calidad. La aprobación de un número cada vez mayor de universidades privadas obedece a una lógica o funcionalidad que es difícilmente explicable. Lejos de nosotros está ir en contra de la universidad privada como tal; siempre son bienvenidas aquellas universidades que aporten calidad y competencia al sistema, pero los criterios empleados en determinados casos son difícilmente justificables. Hay que subrayar que las universidades no son simplemente centros de educación superior, sino que, como hemos señalado, la misión de la investigación de calidad y de transferencia del conocimiento a la sociedad necesita de entidades con mayor perspectiva y que cumplan mejor con los criterios de calidad.

En definitiva, es necesario preservar la universidad como el epicentro del conocimiento, un espacio de formación para mentes críticas, donde la educación, la curiosidad, la ambición intelectual y el crecimiento personal convergen con la investigación, el descubrimiento, y se constituye como un pilar fundamental para la innovación, el desarrollo cultural y el progreso de la sociedad. Un espacio donde haya garantía de igualdad para la formación de mentes críticas y líderes del mañana.

El FEI, comprometido desde su puesta en marcha con la innovación en España, quiere hacer esta llamada a la sociedad y principalmente a las Administraciones públicas, mostrando el apoyo que merece la institución universitaria en un momento crítico como el actual.

Carmen Vela e Isabel Álvarez son miembros del Foro de Empresas Innovadoras

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