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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Qué se interpone hoy al libre flujo de pagos de ciudadanos y empresas?

Las transacciones internacionales son una herramienta estratégica para la competitividad y el crecimiento empresarial

Distrito financiero de Canary Wharf, en Londres.
Distrito financiero de Canary Wharf, en Londres.ANDY RAIN (EFE)

En noviembre de 2025, para lo que queda ya menos de un año, los diferentes sistemas de pagos internacionales, empezando por Swift, la principal red global a través de la cual se realizan actualmente las transacciones financieras en la mayor parte del mundo, deberán haber concluido su adaptación a la ISO 20022.

Esta nueva infraestructura de pagos representa una evolución significativa en la forma en que se procesan y comunican las transacciones financieras y sienta las bases para un sistema financiero más integrado y eficiente, lo que, a la postre, debería traducirse para ciudadanos y empresas en unas operaciones financieras internacionales más rápidas, precisas y con menos tarifas ocultas.

Muchas veces, cuando se habla de empresas con actividad exterior, que compran y venden productos y servicios en el extranjero, solemos pensar principalmente en su capacidad operativa para enviar o recibir bienes o servicios en diferentes mercados, pero se suele obviar que, en realidad, las operaciones mercantiles no se cierran completamente hasta que no se materializan los pagos o los cobros.

En un mundo cada vez más interconectado, los pagos internacionales son una pieza esencial del comercio exterior, e iniciativas como la implantación de la ISO 20022 ponen de relieve que todavía existen importantes barreras tecnológicas y regulatorias en muchos países del mundo con capacidad para impactar negativamente en la cuenta de resultados de las empresas.

Nos referimos, en unos casos, a barreras regulatorias, como las que tratan de evitar el blanqueo de capitales o la financiación del terrorismo, cada día más estrictas, lo que para los usuarios incrementa los requisitos de verificación y documentación. Pero también se interponen en los pagos internacionales las sanciones que pesan sobre la operativa financiera de algunos países, como es el caso actualmente de Rusia, Irán o Venezuela.

En otros casos, las barreras son de naturaleza burocrática y de acceso limitado a divisas. Ocurre en regiones de África Central o en países latinoamericanos, como Bolivia, Argentina o Brasil. A todo ello hay que sumar la volatilidad de los tipos de cambio en los mercados, que pueden cambiar el signo de una operación mercantil de positivo a negativo si no se ha sido lo suficientemente previsor para dotarse de los correspondientes instrumentos de cobertura.

Según un informe del Banco Mundial, los costes de transferencia en mercados emergentes pueden ser hasta un 50% más altos que en los países desarrollados, e incluso dentro de este grupo de países habría que establecer diferencias. Por ejemplo, el desarrollo alcanzado por el sistema financiero europeo en este campo poco tiene que ver con la realidad de los Estados Unidos, donde el sistema bancario sigue siendo altamente dependiente de métodos tradicionales como los cheques, lo que incrementa los costes y los tiempos de operación.

Por tanto, lo que sí es una evidencia contrastada es que los pagos internacionales afectan directamente a las métricas financieras de las empresas, especialmente a las pymes, y que un diferencial no optimizado de tipo de cambio puede traducirse en pérdidas significativas para las empresas. Pero, además, los retrasos en las transferencias por las posibles barreras que pueden presentarse terminan incrementando las comisiones y los márgenes de intermediación y generan retrasos que terminan drenando la liquidez de las empresas.

Estamos, pues ante un factor claro de competitividad empresarial, a pesar de lo cual las herramientas al alcance de las empresas para gestionarlo han sido hasta hace poco tiempo bastante limitadas. Baste recordar que, hasta hace prácticamente diez o quince años, el monopolio de los pagos internacionales recaía en los bancos tradicionales que, por lo general, aplicaban comisiones elevadas y márgenes cambiarios altos en este tipo de operaciones. Más recientemente, sin embargo, la entrada de las fintech en el panorama de los pagos internacionales, ha permitido ensanchar el mercado con modelos disruptivos y, en la mayoría de los casos, altamente competitivos.

Todo ello dibuja un escenario esperanzador para los pagos internacionales en los próximos años, al menos en los países desarrollados, pero no lo suficiente para aquellos que no se sumen al proceso de transformación que está experimentando el sector de cara a lograr una mayor integración.

Por eso, en la media en que el comercio internacional es el motor de muchas economías, la necesidad de optimizar estos movimientos financieros no puede subestimarse, y esta es una tarea que compete, principalmente, a los reguladores de los diferentes países. A ellos corresponde adoptar estándares globales como el previsto en Europa con la ISO 20022, de manera que cada día más mercados en el mundo funcionen de forma integrada.

El objetivo es facilitar la interoperabilidad y favorecer la reducción de costes de transacción, impulsando al mismo tiempo la transparencia y la competencia. Todo ello redundará en una oferta mayor de servicios para las empresas de todos los tamaños y a unos costes más competitivos. Por su parte, los organismos internacionales pueden desempeñar un papel clave para reducir las barreras burocráticas y garantizar la disponibilidad de monedas fuertes en regiones vulnerables.

En definitiva, los pagos internacionales son mucho más que una cuestión operativa; son una herramienta estratégica para la competitividad y el crecimiento empresarial. Por eso, mejorar su eficiencia y accesibilidad para las empresas debe ser una tarea compartida por Gobiernos y empresas. Los beneficios para el comercio global y las economías locales justifican sobradamente el esfuerzo.

Luis Merino es director general de Ebury en España.

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