Los Estados Unidos de Trump estrenan ‘el dilema del gallina’
Detrás de una apariencia de dominio de la situación, todas estas medidas no hacen sino evidenciar que, en realidad, la situación fiscal y financiera de Washington es desesperada

Cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, uno tiene que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico para hacerlo es mediante la propaganda (manufactura del consenso, creación de ilusiones necesarias), marginalizando al público en general o reduciéndolo a alguna forma de apatía.” Estas son palabras del manual de Noam Chomsky, “armas silenciosas para guerras tranquilas” sobre manipulación política. En él se recogen algunas de las estrategias que las recientes decisiones de Trump sobre los aranceles, y el aplazamiento de algunos de ellos, ponen de relieve. El comercio internacional lleva más de quince años prácticamente estancado, sobre todo del lado de los bienes, mientras que los servicios han ganado peso tras aumentar en el mismo periodo su participación sobre el total desde el 23% al 30% aproximadamente y las mayores barreras comerciales van a provocar una ralentización.
En esos intercambios entre países regiones como China, UE, México o India, entre otros, aplican mayores tarifas a los bienes estadounidenses que las que pagan al exportar los propios. Más aún, en todos estos casos la balanza comercial de bienes es negativa desde el punto de vista de EE UU, y en casos extremos como el de China ronda los 280.000 M$. Europa impone más aranceles a los productos estadounidenses que a la inversa; la media simple es del 4%, mientras que EE UU solo impone una tarifa del 3.5%. Por tanto, existe un déficit en contra de Estados Unidos del 1,5%. A los coches americanos se le impone un 10% de arancel en Europa, pero un coche europeo solo paga el 2,5% allí. EE UU es el principal destino de las exportaciones europeas (el 20% de las que van fuera del continente) y nuestro segundo proveedor (el 14% de lo que compramos). Y la balanza comercial ha sido favorable para Europa siempre, con un neto positivo equivalente al 1% del PIB europeo.
Ante esta situación, Trump está decidido a cumplir con lo anunciado en campaña: modificar y ampliar la TCJA (Ley de Empleo y Reducción de Impuestos) y para ello necesita los ingresos procedentes de una subida de entre el 10 y el 60 % en los aranceles: unos 3,70 billones de dólares. Sin embargo, esta cifra no será suficiente de ninguna manera en caso de que el resto de los países adopten represalias, como ya ha ocurrido con China, que ha aprobado un impuesto del 15% a las importaciones de carbón y gas natural licuado de Estados Unidos, y aranceles de un 10% para el petróleo crudo. Además, la maquinaria agrícola, las camionetas y los automóviles de gran cilindrada se enfrentarán a un arancel del 10%, y con Canadá, que aplicará entre un 10 y un 25%. Si a los aranceles anunciados por Trump se le suman las tarifas de represalia de sus contrapartes, todos perderán, pero lo peor será para México y Canadá. Según los datos del Instituto Peterson, mientras que el PIB de Estados Unidos alcanzaría su caída más acentuada en 2027, un 0,6% sobre el pronóstico de referencia, el impacto para Canadá será de un 2,3% en la peor situación (2027-28) y un 3,4% para México en su peor momento (en 2032-33).
Una guerra comercial multi frente y simultánea, más bajada de impuestos y deportaciones masivas en EE UU agregaría 7,75 billones de dólares a la deuda proyectada hasta el año fiscal 2035, que ascendería hasta el 143% de su PIB. De momento, para reducir el déficit comercial de Estados Unidos, controlar la inmigración ilegal y financiar recortes de impuestos, la táctica seguida por Trump recuerda a dos de las analizadas por Chomsky: por un lado, la gradualidad, aplicar en períodos sucesivos una medida dura, inaceptable de ser implantada de forma inmediata. Con esto Trump ha conseguido de Canadá un plan fronterizo de 1.3 billones de dólares que incluye la protección con 10.000 agentes en primera línea, un plan para combatir el tráfico de drogas, el lanzamiento de una fuerza de ataque conjunta y la implementación de una nueva directiva de inteligencia de 200 millones de dólares. La otra táctica es la de diferir. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que uno inmediato. Se presenta una decisión impopular hoy como “imprescindible, dolorosa y necesaria” para obtener su aceptación pública y poder aplicarla en un futuro cercano. Los ciudadanos esperan ingenuamente que “todo mejore por sí mismo” y que el sacrificio anunciado pueda ser evitado, se acostumbran así a la idea del cambio y lo aceptan resignados cuando llega el momento. A través de esta táctica Trump ha conseguido de México el refuerzo de la frontera norte con 10.000 efectivos de la Guardia Nacional para evitar el tráfico de drogas, en particular fentanilo, y EE UU por su parte se ha comprometido a trabajar para evitar el tráfico de armas de alto poder hacia México.
El país norteamericano sabe que sus medidas “importarán” inflación, especialmente vía alimentos, y necesita que esa idea se vaya asimilando. Cuatro quintas partes de las marcas de cerveza que más importa EEUU provienen de México y hasta el 50% del pollo que consume es de Canadá. Por tanto, habrá tensión en las cadenas de suministro y se producirá un aumento del precio para el consumidor estadounidense, especialmente de los bienes y servicios básicos y/o manufacturados. Cabe recordar que la última vez que se registraron cuellos de botella en la cadena de suministro la inflación se disparó hasta el 10% y los tipos de interés corrieron detrás de ella para frenarla. Entonces se decía que era temporal, pero la realidad demostró lo contrario y, todavía hoy, persiste la amenaza. Se estima que un arancel general del 20% combinado con uno del 60% a China costaría a un hogar estadounidense típico, en la mitad de la distribución del ingreso, más de 2.600 dólares al año.
Pero no parece probable que Trump se asuste ante las represalias y menos una vez que empresas europeas como LVMH, Shell, Hyundai y Stellantis ya han anunciado más inversión allí para evitar sanciones y beneficiarse de menores impuestos, así como tener energía más barata. Por tanto, el dilema es saber si Estados Unidos impondrá estos nuevos aranceles, del 60% a China y del 10% a los demás socios comerciales, ya desde el 2 de abril de 2025, o bien lo hará de manera escalonada a lo largo de 2026 y 2027.
Otra táctica que tiene Trump en su mano es la llamada problema-reacción-solución, que consiste en crear un problema, por ejemplo, una crisis económica, para que sea más fácil aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. Y aquí aparece el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de Elon Musk. En definitiva, Estados Unidos acaba de estrenar en sus negociaciones el conocido dilema del gallina, en el que mostrar racionalidad o simple humanidad es una estrategia perdedora. Pero detrás de una apariencia de dominio de la situación, todas estas medidas no hacen, sino evidenciar que, en realidad, la situación fiscal y financiera de Estados Unidos es desesperada.
Carlos Balado es profesor de OBS Business School y director de Eurocofín.