Las claves: Trump o el día de la marmota arancelaria
La cuestión que subyace es que, en realidad, al presidente de EE UU no le importa demasiado que una Bolsa que estaba en máximos (y cara) baje


Se despierta, se da una ducha, toma un café y, para cuando ha llegado al trabajo, el presidente de Estados Unidos ha anunciado un nuevo paquete de aranceles. El día de la marmota patrocinado por Donald Trump. El último capítulo fue el anuncio, ayer, de un nuevo paquete para Canadá. No sería de extrañar que en un par de días lo revoque: ya hemos visto esta historia antes. Por lo que sea, al mercado no le encanta una estrategia comercial más propia del siglo XIII que del XXI, y ahonda sus pérdidas con cada anuncio del presidente.
La cuestión que subyace es que, en realidad, a Trump no le importa demasiado que una Bolsa que estaba en máximos –y, según decían algunos, cara– baje. Lo que sí le importa, y en ello está con recortes y demás medidas que conducen al estancamiento económico y al debilitamiento del dólar, es la situación financiera de Estados Unidos. Por eso busca, con un ataque de fondo a la demanda, bajar todo lo rápido que pueda el interés de la deuda. Y, si de paso consigue que bajen los tipos más rápido, mejor. El problema es que, por el camino está molestando a amigos y enemigos. Y cuanto más alto sube en sus ambiciones, más peligrosa es la caída.
Hacienda somos todos, pero en algunos sitios más que en otros
Hacienda somos todos, pero unos más que otros. No es esta una protesta liberal contra los impuestos, sino una apreciación de un hecho constatado, promovido por la organización territorial española. Así, no es lo mismo vivir y trabajar en Extremadura o Asturias que en País Vasco o Madrid. Igual que no es lo mismo morir. O hacer un generoso regalo a sus hijos. La delegación de ciertos tributos lleva a polémicas diferencias entre uno y otro territorio. Por ejemplo: si uno muere en Bustio (Asturias), sus hijos pagan mucho más por su herencia que los de su amigo del otro lado del río, en Unquera (Cantabria). Y a más rico, mayor es la diferencia.
Cuando las canciones son componente nuclear de la obra audiovisual
Cuando una canción se incorpora a una película o una serie, deja de tener entidad propia y pasa a formar parte de la obra mayor. Es lo que viene a decir, en una sentencia que es toda una reflexión sobre el arte, un juzgado de lo mercantil de Madrid, que señala que las plataformas de televisión no deben pagar a las entidades de derecho musicales más que por los temas utilizados en concursos o entrevistas, pero no en las obras de ficción (cuyos creadores deben haber pagado lo correspondiente a los propietarios de los derechos). Es verdad que hay películas en las que la música parece una forma de rellenar el vacío; pero a nadie se le ocurriría afirmar que los temas que aparecen en Uno de los nuestros, por ejemplo, son actores secundarios.
La frase
No nos apresuremos a verlo todo de color de rosa. Se han traído tantas armas a Ucrania que, incluso tras una interrupción en las entregas, tendrán con qué luchar durante muchos meses. Si Musk apaga su sistema, otra cosa se encenderá inmediatamente. Pero todo nos está saliendo bienDmitry Peskov, portavoz del Kremlin
La publicidad más efectiva de un producto es que lo consuma mucha gente
El que hace la ley, hace la trampa: resulta que el consumo de alcohol por parte de menores no está prohibido en general en España; solo que se les venda. En realidad, en la última década está bajando la ingesta de estas bebidas entre los más jóvenes –pese a un repunte pospandémico–, mientras crece el enganche a las redes sociales o al juego. Pero el Ministerio de Sanidad se ha fijado en esta grieta legal, y en otras, como la de la publicidad de los licores sin alcohol, que consideran un trampantojo para promocionar nombres como el de la ginebra. Con todo, será difícil combatir el abuso del alcohol entre los adolescentes si estos siguen viéndolo en los mayores de edad –quizás incluso sus padres–. Esa es la publicidad más efectiva que puede hacerse de un producto.