El hijo de Superman lucha con Trump por el canal de Panamá
El conglomerado que dirige el magnate hongkonés Victor Li Tzar-kuoi está en el foco de atención de Washington porque controla dos puertos a los dos lados del paso estratégico


La sombra del padre es larga. Y si a este se le conoce como el Superman de los negocios, más aún. Victor Li Tzar-kuoi se crio con el peso en los hombros de ser el primogénito y sucesor del que por un tiempo fue el hombre más rico de Asia, el hongkonés Li Ka-shing, y desde 2018 dirige el grupo que construyó su padre desde la nada. Entre otros intereses, la empresa controla dos puertos cruciales a los lados del canal de Panamá, ese que el presidente de EE UU, Donald Trump, tanto ansía. Tras reclamar su propiedad, la nueva Administración de Washington busca, por lo menos, que las concesiones sean revocadas, porque ve en el conglomerado hongkonés una posible injerencia china en uno de los mayores pasos comerciales del mundo. Por él pasan al año el 40% de los contenedores estadounidenses.
Li Tzar-kuoi nació en 1964 en Hong Kong, cuando aún estaba bajo control británico. Criado en una familia que ya era extremadamente pudiente, cursó sus estudios superiores en Estados Unidos. En 1987 se graduó en Ingeniería Civil por la Universidad Stanford, en California. En ese mismo año, su padre se lanzó a varias empresas y operaciones en Canadá, el mercado que supondría el bautismo de fuego en los negocios del heredero al trono.
Su primer encargo fue el desarrollo de la Expo 86 en Vancouver, además de la presidencia de Husky Energy, una subsidiaria energética de Cheung Kong Infraestruture Holdings, una de las firmas claves del grupo y el corazón de su negocio. En 1993, apenas cinco años después de graduarse, dejó Canadá para volver a Hong Kong, a la derecha del padre. La simple mención de todos los cargos que ha asumido desde entonces dentro del conglomerado familiar obligaría a hacer un perfil aparte.
En todos ellos, sin embargo, y hasta lo más alto de la cadena jerárquica –la presidencia de CK Hutchison Holdings, a la que accedió en 2018– ha estado supervisado por su padre, que, dicen los que han trabajado con ellos, nunca ha mostrado un trato de favor hacia su hijo. Salvo, por supuesto, colocarle en puestos de responsabilidad. Li Ka-shing, el Superman de los negocios, al contrario que su primogénito, es la definición de un hombre hecho a sí mismo. Nacido en China, su familia se refugió de la guerra en Hong Kong. Su padre murió cuando él era apenas un niño, y tuvo que abandonar la escuela para trabajar. Tras varios años ahorrando, empezó un negocio de fabricación de productos de plástico, especialmente flores, que funcionó bien y le permitió entrar en el que se convertiría en la clave de bóveda del grupo: el negocio inmobiliario.
Son esos orígenes humildes los que, quizá, expliquen el trato que impartía Li Ka-shing, de ahora 96 años, a su primogénito en los primeros años de su carrera. Este tenía que dormir con una máquina de fax al lado de la cama, por si a su incansable padre se le ocurría alguna idea de negocio. Y, a veces, antes de las reuniones, el joven Li pedía a los ejecutivos –medio en serio, medio en broma– que rogaran al jefe que no fuese tan duro con él, cuentan a Reuters varias personas que trabajaban con ellos.
Padre e hijo, a pesar del control constante del primero, se parecen poco. Del segundo dicen los que le han frecuentado que es un perfil menos carismático que su progenitor, pero más estratégico, con una dirección centrada en los números. Su gestión ha valido al grupo varios éxitos, como una inversión temprana en Skype y Facebook. En el lado negativo, sus críticos señalan sus problemas para confiar en los que le rodean, un rasgo poco sorprendente de quien ha nacido con el top job bajo el brazo y una señal en la frente de hijo de.
“Su padre le ha transmitido todo lo que sabe sobre el negocio”, afirmaba cuando se anunció la sucesión Simon Murray, por entonces presidente de Glencore International, que trabajó mano a mano con el magnate y su hijo. “Sin embargo, hay algo más que tiene su padre y que Victor tiene que desarrollar: el carácter, que incluye características como la humildad, la capacidad de confiar”.
Todas esas enseñanzas, y las habilidades que pueda haber acumulado tras llegar a la cima, son las que pone ahora sobre la mesa el magnate, cuyo grupo no atraviesa una época boyante bajo su liderazgo: desde el inicio de la pandemia sus acciones se han depreciado más de un 40%. El último de los contratiempos es el señalamiento por parte de la Administración de Trump de su control sobre puertos estratégicos y la posible influencia del Gobierno chino sobre el conglomerado, en plena guerra comercial.
Paradójicamente, su padre fue criticado por el Gobierno chino por sus posiciones no excesivamente críticas con las protestas prodemocráticas de Hong Kong en 2019. Y la familia no ha sido bien vista en el gigante asiático por su pronta expansión capitalista, con la que construyeron un porfolio de infraestructuras en el extranjero.
Li, que tiene un perfil menos internacional que su predecesor, se ve ante la difícil tesitura de que, por un lado, Washington presiona para que revoquen sus licencias en los puertos, mientras que, por el otro, Pekín puede apretarle para mantener bajo su influencia una infraestructura crucial. Una batalla digna de un hijo de Superman.
Objetivo del crimen organizado
Secuestro. En 1996, Li fue secuestrado por cinco encapuchados armados con fusiles de asalto. Su padre pagó al mafioso responsable del secuestro mil millones de dólares hongkoneses (al cambio actual, más de 100 millones de euros). Fue liberado al día siguiente y el gángster acabó siendo ejecutado en la China continental.
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