El explosivo cóctel de ‘memecoins’ y populismo
Guste o no, el reclamo del dinero fácil y el tirón de las redes sociales han sido una parte fundamental del crecimiento de la demanda de criptoactivos

En el mundo de las finanzas está todo o casi todo inventado; ya el conde de Montecristo (Edmundo Dantés) se valió de la manipulación de información (a través el telégrafo óptico) para ejecutar su venganza contra el barón Danglars, arruinado víctima de su propia ambición. La novela, pese a estar concluida en 1844, presenta una mecánica de estafa financiera mucho más sofisticada que los recientes casos registrados en el mundo de las criptodivisas, propios del costumbrista timo de la estampita, u otras formas milenarias de picaresca basadas en la combinación de candidez y codicia.
Quien confió sus ahorros (invertir no parece la palabra apropiada) en las critpomonedas apadrinadas por Donald Trump, Javier Mieli o Faustin-Archange Touadéra (presidente de la República Centroafricana, respaldado diplomática y militarmente por Vladímir Putin) lo hizo esperando dinero fácil, pero muy probablemente también de la mano de un culto al líder perfectamente engrasado. Los nombres de $TRUMP y $MELANIA parecen suficientemente explícitos. Porque no hay mucho más de ese acto de fe: no se trata de criptodivisas, sino memecoins. Es decir, no tienen un propósito económico. Ocurre que, en el Salvaje Oeste cripto, la frontera entre la broma y la realidad es más bien difusa; quizá por eso las criptos capturen tan bien el espíritu de los tiempos actuales. Tokens sin propósito, populismo y euforia inversora son ingredientes de un cóctel explosivo: las pérdidas de $CAR, $Libra superan el 97%. Las de $TRUMP han perdido un 76% de su valor.
La parte positiva, para el inversor español, es que esto no habría sido posible en la zona euro, siempre tan criticada por su supuesto carácter de líder mundial en regulación. Desde que este mes de enero entrara en vigor en su totalidad MiCA, la directiva europea que regula el sector de los criptoactivos, solo las empresas autorizadas por el supervisor (en España, la CNMV) pueden emitir tokens, y deben presentar lo que se conoce en la jerga como white paper, una relación de los recursos, métodos y objetivos del proyecto. La parte mala, que en el mundo de los criptoactivos las fronteras son más conceptuales que reales. El propio sector de los criptoactivos clama contra este tipo de casos, que daña la imagen de los proyectos más serios. Pero, guste o no, el reclamo del dinero fácil y el tirón de las redes sociales han sido, desde 2020, una parte fundamental del crecimiento de la demanda mundial de criptoactivos.