Londres apuesta por el crecimiento ¿a costa de la competencia?
El cambio del jefe del regulador antimonopolio británico envía una señal arriesgada
Rachel Reeves está enviando un mensaje. El lunes, la ministra de Economía del Reino Unido destituyó a Marcus Bokkerink de su cargo de presidente del regulador antimonopolio nacional, la Autoridad de Competencia y Mercados (CMA, por sus siglas en inglés). Esto está en consonancia con su impulso para estimular el crecimiento británico, que a su vez se hace eco de lo que otros están haciendo en el extranjero. Pero también envía una señal arriesgada.
La laborista dijo que Bokkerink había dimitido tras reconocer que la CMA necesitaba ser dirigida por alguien que compartiera la “dirección estratégica” del Gobierno. “Reconoció que era hora de que siguiera adelante y dejara paso a alguien que comparta la misión del Ejecutivo”, dijo en un evento de Bloomberg en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos
En octubre, la CMA fue señalada por el primer ministro, Keir Starmer, cuando prometió eliminar la regulación que estaba frenando el crecimiento. El regulador dijo el mes siguiente que se centraría en “fusiones realmente problemáticas” y reconsideraría su enfoque de las soluciones, que podrían permitir que se llevaran a cabo más acuerdos para apoyar la misión de crecimiento del Ejecutivo.
Durante los dos años de mandato de Bokkerink, la CMA no estuvo precisamente libre de críticas. En una de sus mayores pruebas, evaluar los méritos de la fusión de 69.000 millones de dólares (66.000 millones de euros) de Microsoft con el gigante de los videojuegos Activision Blizzard, creador de Call of Duty, cambió de opinión entre mostrar sus músculos y suavizar su postura.
Esto refleja una realidad más amplia posterior al Brexit para los reguladores del Reino Unido: cuando tanto Estados Unidos como la Unión Europea adoptan una postura más moderada ante una fusión, como sucedió por diversas razones con la de Microsoft y Activision, hay un inconveniente en que Gran Bretaña parezca demasiado duro.
Para ser justos con Reeves, tanto Estados Unidos, bajo el mandato del presidente Donald Trump, como la UE, bajo la nueva Comisión Europea de Ursula Von der Leyen, han señalado firmemente su intención de adoptar un enfoque más favorable a las empresas en materia de fusiones. Como han repetido hasta la saciedad las operadoras de telecomunicaciones europeas, un enfoque obsesivo en las facturas de los clientes ha dejado al sector con una baja rentabilidad y sin capacidad para invertir adecuadamente. El riesgo de una regulación excesiva para los sectores incipientes que estimulan el crecimiento, como la inteligencia artificial, puede ser tan grande como los peligros de una regulación insuficiente.
El enfoque duro de Reeves conlleva dos riesgos. Aunque centrarse en el crecimiento no significa que la CMA deje pasar las fusiones y adquisiciones, puede que esto afecte a los consumidores. Las investigaciones abiertas sobre las travesuras anticompetitivas en áreas como el sector de las clínicas veterinarias, con gran presencia de capital privado, pueden verse diluidas. El nombramiento del exjefe de Amazon en Reino Unido, Doug Gurr, como sustituto interino de Bokkerink es una decisión interesante, dado que la CMA tiene ahora nuevos poderes para regular a las grandes empresas tecnológicas. Al anunciar el nombramiento, el Gobierno destacó que aportaría una gran experiencia en tecnología.
Más preocupante aún, la destitución envía un mensaje inquietante a otros líderes reguladores de Gran Bretaña, como Nikhil Rathi, de la Autoridad de Conducta Financiera, y Sam Woods, de la Autoridad de Regulación Prudencial, que la semana pasada se vieron obligados a presentar a Reeves un informe en el que describían lo que están haciendo para ayudar al crecimiento del Reino Unido. La ministra les exigió que “derriben las barreras que obstaculizan a las empresas y reorientaran sus esfuerzos hacia la promoción del crecimiento”.
Una razón mayor para el anémico crecimiento del Reino Unido es la propia política de Reeves de aumentar los impuestos a las empresas, pero el mensaje implícito a los reguladores para mantener sus puestos de trabajo es que regulen con menos rigor. Para aquellos que recuerdan la desafortunada “regulación ligera” de Gran Bretaña en el período previo a la crisis financiera de 2008, los riesgos son demasiado evidentes.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías