Las claves: las ventajas y los inconvenientes de los contratos públicos, y los que casi siempre ganan las elecciones
El caso de Muface muestra los riesgos de ser proveedor del Estado
Tener contratos con el Estado trae muchas ventajas, por la envergadura de las concesiones, y porque hay certidumbre de que acabará pagando, porque no va a tomar las de Villadiego, pero también inconvenientes: el principal, que suele pagar cuando considera oportuno, y cuanto considera oportuno. Por ejemplo, Adeslas, Asisa y DKV, que han decidido no presentarse al nuevo concierto de la mutualidad sanitaria para (algunos) funcionarios Muface, podrían verse obligadas a mantener sus servicios durante nueve meses adicionales, si el Gobierno así lo decide (aunque ya apuntan a que podrían ir a los tribunales en ese caso).
El erario es un pozo sin fondo que permite que la factura del sistema sanitario siga creciendo sin límite a la vista, pero es más difícil poner esa misma esplendidez negro sobre blanco en los acuerdos de Muface, y las aseguradoras saben lo mucho que cuestan los tratamientos sanitarios, en particular los oncológicos, y lo mucho que ha crecido la utilización de servicios médicos, sobre todo después de la pandemia. Veremos qué nuevo as se saca de la manga la Administración, que parte y reparte. Tendrá que mejorar su oferta si no quiere que se declare desierto de nuevo el concurso.
El nubarrón de la SEC sobre Grifols se despeja, pero quedan otros
La SEC, el supervisor del mercado de Estados Unidos, ha cerrado la revisión de la información de Grifols sin encontrar nada digno de sanción, aunque avisándola de sus responsabilidades. Es un importante alivio para una compañía que sigue teniendo un expediente sancionador abierto por parte de la CNMV, la cual, a su vez, investiga –cual rey Salomón– el papel de Gotham City Research y el fondo GIP en la controversia.
El desasosiego en torno al valor no se ha despejado, sin embargo, mientras los inversores están pendientes de la posible opa de Brookfield y parte de la familia fundadora.
Las grandes empresas ganan casi siempre, gane quien gane las elecciones
El mandato del afirmacionista del cambio climático Joe Biden ha sido una bendición para las empresas estadounidenses de combustibles fósiles, en particular las gasistas, gracias a que la guerra de Ucrania impulsó a los países europeos a incrementar sus importaciones del otro lado del Atlántico. Tampoco les ha ido mal a las grandes tecnológicas, aunque las agencias federales hayan endurecido su persecución de las prácticas monopolísticas de los gigantes. Quizá por eso Jeff Bezos haya impuesto una novedosa neutralidad en el Washington Post, frente al apoyo a los demócratas previo (el suyo y el del periódico). Las empresas del trumpista Musk también han hecho negocio con la Administración Biden. Las grandes empresas rara vez salen perdiendo, gane quien gane las elecciones.
La frase del día
“Las últimas palabras del presidente Zelenski no son dignas de alguien que le debe mucho a Polonia. En tal situación se le dice gracias y no se le acosa. Quiere que Polonia derribe misiles rusos que pasen cerca de la frontera, que entremos en guerra”
Krzysztof Gawkowski, viceprimer ministro de Polonia
Michelin, otra señal de que la apuesta energética española es la adecuada
Es de imaginar que cuando cierran fábricas en Francia se levanta la misma polvareda política y social que cuando ocurre en España. Esta vez es Michelin la que clausurará dos plantas en su país de origen, y trasladará parte de la producción a su vecino del sur, en concreto a las instalaciones de Vitoria. Es una señal más de cierta tendencia de las empresas del continente a mantener o reforzar, en plena crisis de la industria, su presencia en España. Se debe en buena medida a los relativamente asequibles precios de la energía, derivados de la importante participación en el mix de las fuentes renovables. La energía verde tiene sus problemas, pero Francia –aún enganchada a la nuclear– y otros países harían bien en asumir que la tendencia es inexorable.