La economía, clave en las elecciones de Estados Unidos
La inflación se ha comido el poder adquisitivo de los salarios y deja poca renta disponible a los hogares
“¿Estás mejor ahora que hace cuatro años?” Con esta pregunta ganó Ronald Reagan a Jimmy Carter las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 1980. Donald Trump comienza sus mítines electorales con esa pregunta. Al 90% de los norteamericanos, lo que más les motiva a la hora de votar es: economía, empleo, inflación, alto coste de la vida. La importancia que los estadounidenses dan a la economía es altísima. Está directamente relacionada con el sueño americano. Trasciende a demócratas y republicanos. En 1992, Bill Clinton usó la frase de James Carville: “¡Es la economía, estúpido!”. Barack Obama ganó en 2008 en mitad de la Gran Recesión: los americanos querían que Obama arreglara lo que Bush no pudo y, cuando encauzó crecimiento y empleo, los votantes dijeron: “Queremos más”, y le reeligieron en 2012.
¿Por qué no hay un contento desbordado por el último dato de PIB? Un 2,8% más anualizado en el tercer trimestre. Es el mayor crecimiento en riqueza de ningún país del mundo, y con máxima productividad, gracias a las tecnologías de la información, computación y digitalización.
Microsoft, Alphabet (Google), Meta, entre otras grandes tecnológicas, presentan resultados récord estos días, en ventas y beneficios, atribuyéndolo a la demanda de inteligencia artificial. Los índices bursátiles disfrutan de récords históricos (Dow Jones, S&P 500, Nasdaq). El gasto de los consumidores ha aumentado, como la inversión empresarial. El Wall Street Journal tituló el 31 de octubre: “El próximo presidente hereda una economía formidable. La alta calidad del reciente crecimiento económico debería impulsar al siguiente ocupante de la Casa Blanca”. Biden ocupa la residencia presidencial y la candidata demócrata es su vicepresidenta, Kamala Harris… sería lógico concluir que Harris será la próxima presidenta. Sin embargo…
…Bloomberg, el Washington Post, el New York Times, The Economist... se esfuerzan en explicar a sus audiencias una lectura positiva de los datos económicos. Si el empleo fuera mal…, pero la tasa de paro está en el 4,1% de la población activa, o cuasi pleno empleo. Con el parón inevitable de la covid, la economía americana no ha dejado de crecer y crear empleo, desde junio de 2009 con Obama, a octubre de 2024 con Biden. Si los medios de izquierdas tienen que “echar el resto” para hacer entender a sus lectores que la economía va bien es porque hay disonancias entre percepción y realidad.
Varios motivos lo explican: la inflación, que se come el poder adquisitivo de los salarios y deja poca renta disponible a los hogares. Esto duele mucho al bolsillo norteamericano. En la mayoría de las encuestas, Trump supera a Harris en “gestión de la economía”.
Y, tercero, como explica el intelectual de izquierdas Fareed Zakaria (CNN) en su obra The Age of Revolutions, la globalización ha dejado a mucha gente atrás. La América rural, la de las fábricas, la del automóvil… sufre consecuencia de un sistema de comercio global que la clase trabajadora achaca al manejo de las élites liberales. Zakaria concluye: “La mayor parte de los multimillonarios americanos votan demócrata”. Y las encuestas le dan la razón. En cambio, la clase trabajadora (especialmente los varones, blancos, afroamericanos e hispanos) sufren las consecuencias negativas del comercio mundial y el auge de las tecnologías de la digitalización que, de nuevo, parecen beneficiar a las élites de California y Nueva York.
Y, de repente, apareció Trump. El republicano tiene un discurso que apela al voto trabajador: porque promete devolver las fábricas y los puestos de trabajo a Norteamérica. Imposición de aranceles a coches chinos y mexicanos. Los aranceles (“palabra favorita” de Trump, según sus propias palabras).
Y la inmigración. Control de la inmigración, especialmente en la frontera sur. Kamala Harris ha cambiado radicalmente sus posiciones no ya de hace años, sino de hace meses, y quiere endurecer fuertemente los requisitos de acceso al país por la vía legal. También quiere reforzar la frontera y seguir construyendo el muro con México…: ambos candidatos dicen querer a los inmigrantes “siempre y cuando entren al país por cauces legales”. Harris ha girado su discurso de la izquierda al centro, entre otras razones, porque Trump es quien ha marcado la agenda de los temas, como insistentemente explica The Economist, desde que comenzó la campaña electoral.
Podríamos ir a la anécdota: un idiota dice en un mitin de Trump que “Puerto Rico es una isla de basura” y Biden –sin que nadie se lo pida– entra al trapo y, como Hillary Clinton en 2016 con los “deplorables”, insulta a medio país: “La única basura que conozco son los seguidores de Trump”. Harris, que predica unidad y gobierno para todos los americanos, se ve obligada a salir al paso y distanciarse con fuerza de Biden: “Jamás juzgaré a nadie por su voto”.
También puede acudirse a las encuestas, pero no dan luz: empate técnico al 48% entre Trump y Harris en voto popular, que se traduce en que ninguno alcanza una mayoría de delegados (270) en el Colegio Electoral. El resultado final –que quizá no se sepa en meses– estaría en manos de un puñado de votos, en los Estados bisagra, especialmente Pensilvania.
Podría ganar Trump por goleada (como pronostican muchos) o haber un empate tan fuerte que, como en 2000 (Gore versus Bush), alargue el proceso meses y acabe en los tribunales. Por el bien de América y del mundo, lo deseable sería un resultado electoral limpio y claro el día 5.
Lo que se dirime en estas elecciones, más allá de la economía, la inmigración y la inflación, es el alma de América, en su momento de mayor división y enfrentamiento desde 1861.
Jorge Díaz Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants, autor de ‘El New Deal de Biden-Harris’