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Perfil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El reinventor del plumas que tiene la llave de la nueva expansión de LVMH

Remo Ruffini, CEO y máximo accionista de Moncler, ha vendido parte de su ‘holding´ al gigante del lujo Bernard Arnault

Remo Ruffini
José Manuel Esteban
Pierre Lomba

La moda no tiene que ser necesariamente útil, pero el que logra combinar utilidad y tendencia, tiene el éxito asegurado. Remo Ruffini (Como, Italia, 63 años) supo darse cuenta hace 20 años de que en los vuelos transatlánticos –entre Roma y Nueva York, por ejemplo– los pasajeros tenían dificultades para guardar sus pesados abrigos de invierno en los compartimentos superiores, y la frustración que suponía llegar a la mediterránea capital italiana desde un Manhattan congelado con el look equivocado. Y de esa visión creó un imperio: el empresario italiano reinventó el abrigo de plumas, y transformó Moncler, una empresa a punto de quebrar, en un icono de la moda y del lujo. Ahora, en plena crisis del sector, ha permitido la entrada del gigante LVMH en el holding con el que controla la marca, en lo que puede ser el primer paso hacia una nueva expansión del grupo del magnate Bernard Arnault.

El CEO y máximo accionista de Moncler lleva el textil en la sangre: su madre tenía una empresa de ropa para niños. “Era chic y sofisticada”, contaba en una entrevista para Vanity Fair. Su padre, “pop y colorista”, tenía una fábrica de estampado de camisetas, que luego exportaba a Estados Unidos. Allí comenzó un joven Ruffini sin estudios superiores su andanza en la moda. En los 80, cuando volvió a Italia, montó su propia marca, New England, que buscaba traer las influencias que había recogido en la Gran Manzana. La acabó vendiendo, y en 2000 se puso a trabajar como consultor creativo en un holding dueño de Moncler. En 2003, con la firma francesa a punto de la bancarrota, la compró.

10 años después, con la marca ya trasladada a Milán, Ruffini la sacó a Bolsa, en una de las salidas más grandes realizadas en Italia hasta la fecha. Bajo el mando del gurú de la moda, la firma ha pasado de ser una marca a punto de desaparecer, a valer casi 15.000 millones de euros, y facturar casi 3.000 millones solo el año pasado. Todo gracias a ver el mercado que había en comercializar abrigos de plumas ligeros que se podían llevar tanto a una cena elegante como a esquiar.

El empresario italiano es, precisamente, un apasionado del esquí, y siempre que puede se escapa a la casa que tiene en St. Moritz, en los Alpes suizos, uno de los destinos predilecto de la jet set europea. También le gusta navegar –tiene un yate valorado en 40 millones de euros y una villa a las orillas del lago Como– y hacer bicicleta de montaña: “Es mi última pasión”, contaba al Wall Street Journal en 2022: “Tienes que subir primero para luego caer. La bajada es lo que más me gusta”.

Ruffini está casado y tiene dos hijos que trabajan con él: Romeo, director comercial de la marca Stone Island, que Moncler compró por 1.400 millones de dólares en 2020, y Pietro, que está en el grupo familiar. Teniendo en cuenta que cuando eran pequeños se los llevaba los fines de semana a su oficina en Milán, donde los metía en cajas y jugaba con ellos mientras trabajaba –cuenta a Vanity Fair–, que hayan acabado en el negocio no es una sorpresa: “Los crie como si fuesen compañeros y nunca los traté como niños. Nunca les regalé nada en el trabajo y tengo la intención de seguir igual. (...) Regalar hace daño”.

Aunque de apariencia más bien tradicional –es raro verle sin su americana cruzada, que nunca lleva abotonada– Ruffini dice estar conectado con las tendencias. Pasa hasta cinco horas al día con el teléfono, sobre todo con Instagram (aunque no sigue a muchos influencers) y el correo electrónico, cuenta al Financial Times. Siempre con un ojo puesto en las necesidades de sus potenciales clientes y otro en el futuro, se lleva bien con los financieros y los inversores porque, dice, “no te preguntan cuántos triunfos tuviste o cuánto has gastado en el año anterior. Les interesan los planes de futuro, el crecimiento”.

El directivo defiende que su aspiración es vestir desde al chaval de 18 años hasta a la señora mayor más sofisticada. En 2018 notó que se habían alejado del primero, y lanzó Genius Project, una serie de colaboraciones con diseñadores de todo el mundo que le dio una segunda, o tercera, vida a la firma.

Ahora, sin embargo, los tiempos de bonanza del lujo han quedado atrás. La debilidad del consumo en China, uno de sus mayores mercados, está lastrando a las firmas del sector. Y, en estas aguas revueltas, los peces pequeños están más expuestos al asalto de los grandes grupos. En estas circunstancias, LVMH ha adquirido un 10% (ampliable al 22%) del holding con el que Ruffini controla Moncler. La idea de fondo es que, con ese dinero, el empresario pueda ampliar su participación en la marca, que había pasado de cerca del 20% en 2019 hasta el 15,8% actual, y le había dejado expuesto.

La operación, que dará un control indirecto a LVMH sobre una parte de la marca de origen francés, puede acabar yendo, sin embargo, por otros derroteros. Varios analistas apuntan que no es descartable que Moncler acabe añadiéndose a la larga lista de marcas del imperio de Arnault. No es la primera vez que suena para una posible adquisición. Ruffini ha afirmado alguna vez que Mario Draghi es un referente para él. Quizá por ello haya hecho suya la famosa frase con la que el expresidente del Banco Central Europeo salvó el euro, y esté dispuesto a reforzarse cueste lo que cueste.

Pisar el freno

Demasiado trabajo. Ruffini ha contado que, hasta hace unos nueve años, el trabajo lo era todo para él, también los fines de semana. Decidió parar, y ahora viaja menos e intenta desconectar cuando sale de la oficina. Tiene un buen ejemplo familiar: su padre dejó de trabajar a los 60 años para dedicarse al cine, la poesía y la fotografía. 

 

Sobre la firma

Pierre Lomba
Redactor de la sección de Economía. Graduado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. Después de ejercer la abogacía, realizó el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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