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Escrito en el agua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una hipótesis discrepante sobre Escrivá en el Banco de España

La institución imprime más carácter que la persona que lo lidera, que sobrevolará con alas propias la economía y sus urgencias

Escrivá
El nuevo gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá.Alberto Paredes (Europa Press)

Por segunda vez en este siglo, un Gobierno impone sin el consenso mínimo al Gobernador del Banco de España. Por segunda vez, un Gabinete del Partido Socialista no encuentra al candidato que suscite el plácet del Partido Popular, porque por segunda vez alguien deja de ser ministro o secretario de Estado un jueves para presidir el Banco de España el viernes, violentando sin rubor alguno la independencia que a la institución le otorga la ley de Autonomía de 1994. Pero que nadie dé por hecho, ni Sánchez siquiera, que tendrá el Gobierno en el caserón de la calle Alcalá el abrigo que tanto le cuesta encontrar para sus políticas en la comunidad económica y en el Parlamento.

Escrivá será más Escrivá que nunca: regresará al seno de Escrivá tras la heterodoxa excursión que la política le ha ofrecido durante cinco años, interpretando los apasionantes papeles por norma reservados a los políticos profesionales. El flamante gobernador ha impregnado todos los cargos que ha ocupado en el pasado de su particular activismo inconformista, sin miedo al debate técnico en el que nada como los peces, con algunos desafortunados deslices iliberales propios de los recién llegados a la política, y forzando a menudo la censura justificada de los profesionales que manejan tanta información como él y que tienen capacidad semejante para el análisis de la economía.

Pero el Banco de España son palabras mayores. Es una institución que imprime más carácter que la persona que lo lidera. Y, como sus predecesores, Escrivá tratará por todos los medios de honrar el prestigio y el oremus de una institución que desea presidir desde hace años, y que a su vez devuelve un lustre que no proporciona ninguna otra en todo el país. El presidente del Gobierno y el ministro de Economía se han esforzado en destacar los atributos técnicos de José Luis Escrivá para encubrir el inapropiado procedimiento de una designación política; pero solo ellos desconocen que en las entrañas de la institución hay mucha más excelencia que en ninguna otra de carácter económico, y en la que el nuevo gobernador será uno más, aunque disponga siempre de la última palabra y sea la cara visible hacia el exterior.

Para los platos rotos con su elección ya no hay pegamento que los recomponga, ni justificación que la ampare, por mucho ejemplo similar que exista en Europa, incluido el Banco Central Europeo, en el que muy buena parte de sus primeros espadas han estado en la política en el pasado. Aunque no sea España el mejor ejemplo a seguir en muchas cuestiones, sí lo es en esta, en la que el Gobierno propone al gobernador para un periodo de seis años, y el principal partido de la oposición, al subgobernador, siempre priorizando la capacidad profesional y la neutralidad política, apostando por personas que no susciten rechazo.

Tal mecanismo ha proporcionado siempre estabilidad, rigor y reputación al Banco de España, atributos que cuesta años y años acumular, y solo unas pocas semanas, dilapidar. No es discutible que la independencia ha muerto si el elegido pasa del Consejo de Ministros a presidir el consejo del Banco de España en una misma semana, como en parecidos términos ocurrió ya con la llegada de Miguel Ángel Fernández Ordóñez desde la Hacienda pública, y que, aunque él se esforzó en su papel institucional, acabó de la peor manera y con la inaudita renuncia a su responsabilidad antes de la fecha marcada.

No olvidar, en todo caso, que la mancha del buen nombre del Banco de España en tal mandato fue tanto responsabilidad del Gobierno Zapatero, que abusó de su autoridad para designarlo, como del grosero intervencionismo del ministro de Economía nombrado por Rajoy (Luis de Guindos) para tratar de resolver la crisis de una parte muy importante del sistema financiero (cajas de ahorro mangoneadas y quebradas por los políticos de uno y otro signo, fundamentalmente). Un episodio que dejó al Banco de España hundido, y que ha costado dos mandatos, el de Luis María Linde y el de Pablo Hernández de Cos, recuperarlo, devolviéndole el respeto doctrinal en materia económica en España y alcanzando cotas de prestigio no disfrutadas antes en todas las instituciones europeas.

Ahora Sánchez ha optado por Escrivá tras varios gatillazos, repitiendo el esquema que ya experimentó para encontrar relevo a Nadia Calviño hace unos meses. Y curiosamente Carlos Cuerpo ha cubierto la formalidad de proponer para el Banco de España a quien fuere su jefe en la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), y que elaboraba gratis et amore las previsiones económicas para Calviño y Montero en los primeros años al frente de la economía. Al final, ni José Manuel Campa, ni Ángel Ubide, ni David Vegara, ni Margarita Delgado, ni vaya usted a saber quién. José Luis Escrivá para tratar de sumar con descarado entusiasmo a la causa política una institución más, en este caso la que más brillo puede dar a la particular manera de diseñar, aplicar, explotar y explicar su política económica.

Pero, una vez elegido, el Gobernador camina solo, sin más servidumbres que la debida a las decisiones y discusiones del Banco Central Europeo, en las que participa como uno más; al aparataje técnico europeo que vigila y supervisa a los bancos; y a los análisis, designios y opiniones fundadas del que es, en opinión general, el más cualificado servicio de estudios del país. Los brazos de madera que Sánchez gusta de mover, para influir con sus hilos en todas las instituciones que coloniza, serán alas libres en el Banco de España, la única herramienta de la que dispone su nuevo inquilino para prestigiar una reputación personal dañada por la rebatiña política tradicional, pero en la que España está empeñada de forma inquisitorial desde hace unos pocos años.

Hasta la interesada visión del sistema de pensiones utilizada por Escrivá para reformarlo y proveerlo de supuesta robustez financiera, además de encontrar la crítica frontal de la doctrina, también la del Banco de España, terminará triturada por la evolución demográfica, la espiral de costes del mecano de protección y la evolución de una economía con productividad paupérrima. Y seguramente el nuevo equipo de Escrivá lo corroborará cuando toque, que tocará pronto.

Sánchez podrá comprobar que Escrivá, aunque haya jugado en nuestro equipo en varias posiciones de riesgo, con hiperactividad en despachos antes pasivos y con desempeño cuestionable muchas veces, aunque haya sudado nuestra camiseta, no es uno de los nuestros. Seguramente Escrivá volverá a ser Escrivá, y el Gobierno tendrá que conformarse con que, al menos, no sea uno de los suyos.

José Antonio Vega es periodista

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