Las claves: la paradoja del cupo catalán y un desquite burgués a toda vela
Fedea advierte de que las comunidades que no salgan del sistema tendrán que elegir entre reducir servicios o aumentar impuestos
Si hay algo claro respecto al revuelo sobre el próximo cupo catalán (independientemente de la calificación que reciba... “lo que dice el acuerdo es lo que dice, y lo que no dice el acuerdo, como usted decía, no lo dice”, recordaba la semana pasada en el Senado la ministra de Hacienda), es que probablemente sea beneficioso para Cataluña. O al menos así lo piensan los que lo negociaron a cambio de dar su apoyo a la investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat.
Lo menos evidente es saber para quién resultará perjudicial. Desde Fedea, por ejemplo, apuntan que los que salgan del sistema serán claros ganadores, pero a los que se quedan solo les quedará elegir entre Guatemala y Guatepeor: o se verán obligados a buscar recursos adicionales para compensar un menor reparto del sistema de solidaridad –dicho en otras palabras: aplicar una subida de impuestos–, o sus habitantes tendrán que sufrir una reducción progresiva de los servicios y las prestaciones sociales en sus territorios, por la falta de medios. No es precisamente lo que se entiende por una win-win situation.
La difícil defensa del porcino y del coche español
El presidente del Gobierno ha viajado a China con una difícil dicotomía bajo el brazo: como mandatario europeo, es uno de los responsables de la imposición de los aranceles al coche eléctrico chino, una maniobra de Los Veintisiete para frenar el desembarco de las marcas chinas, y una defensa de la principal industria española. Sin embargo, resulta que la respuesta de Pekín a estas tasas ha sido apuntar a otro sector clave para España: las importaciones de porcino de la UE. 560.488 toneladas exportó España al país asiático el año pasado. Como bien señaló ayer el presidente del Gobierno, una guerra comercial no beneficia a nadie. Pero a algunos aún menos.
Un desquite burgués a toda vela tras la depresión del ‘procès’
Los últimos años no han sido especialmente boyantes para la clase empresarial catalana, al menos en lo que a prestigio se refiere. El procès golpeó con fuerza a la imagen de la comunidad e, incluso, empresas indisociables de Cataluña, como el opado Banco Sabadell, acabaron trasladando sus sedes sociales.
Ahora, con un movimiento independentista de capa caída –a pesar de sus puntuales espectáculos callejeros y de las carambolas legislativas que les han dado las llaves de la gobernabilidad–, la burguesía catalana vuelve a asomar cabeza. Y qué mejor que una buena competición de vela para hacerlo. El empuje de las grandes familias empresariales, que llegaron a poner 25 millones de euros en avales, ha hecho posible la Copa del América.
La frase
Respaldaré la moción de censura contra el Ejecutivo de Michel Barnier, un Gobierno de derechas apoyado por la extrema derecha. ¿Cómo quieren que estemos de acuerdo?François Hollande, expresidente de Francia y diputado
Los políticos no pueden presumir de lo que es gratis, pero cada vez importa menos
El capitalismo vive una cierta crisis existencial: el crecimiento eterno empieza a percibirse como una quimera, y el objetivo ahora es más bien aprovechar los recursos existentes para mantener la calidad de vida. Trabajar infinitas horas tenía sentido cuando había que conquistar el mundo inexplorado, o construir infraestructuras para garantizar los servicios básicos: ahora que casi todo está hecho, al menos en el mundo desarrollado, la contemplación y el juego ganan atractivo, aunque no todo el mundo está preparado para bajarse de la rueda del hámster y perder el tiempo. Los placeres que no se pueden medir con dinero no aparecen en el PIB, por lo que los políticos no pueden presumir de su auge, pero es probable que cada vez menos gente les escuche.