Las claves: una nueva economía muy ‘vintage’ y el masoquismo del pasajero de tren español
Se han aprobado hasta 27.000 medidas intervencionistas desde 2019, contabiliza un estudio reciente
“El ser humano es un animal que añora”, dice el filósofo Diego Garrocho en su ensayo Sobre la nostalgia (Alianza Editorial, 2019). Un vistazo rápido a la sociedad hace buena esta condición antropológica: proliferan en las grandes ciudades las tiendas vintage, y en las carteleras de los cines es raro no encontrarse la enésima versión de un clásico que hizo las delicias de muchos niños (lo eran por entonces) de los 80. O más antiguos: los espectadores en España pueden encontrar ahora su cine de confianza una versión de El conde de Montecristo, escrito por Alexandre Dumas en la primera mitad del siglo XIX.
Tanto es así, que la geopolítica se está entregando también a la nostalgia, y, pandemia y varias guerras mediante (en sentido propio y en su variante comercial), el mundo se ha adentrado de nuevo en una era de los bloques y del proteccionismo que parecía olvidada. Hasta 27.000 medidas intervencionistas desde 2019, contabiliza un estudio reciente. Esperemos que, al menos, no vuelvan los pantalones campana.
La minería europea, en un inoportuno y paradójico declive
La Unión Europea se encuentra ante una dicotomía complicada: por un lado, es uno de los entornos regulatorios más proteccionista del medioambiente y aspira, en los próximos años, a serlo aún más. Pero no deja de ser un bloque que nació como una unión económica –del carbón y del acero, ni más ni menos– y su supervivencia depende también de no olvidar este extremo. Por ello, el declive de su sector minero, en un mundo que tiende al proteccionismo, es digno de preocupación. Sobre todo, si en su objetivo de conseguir ser un hub de energías limpias, depende de los minerales de otras grandes potencias, como China.
El masoquismo de los españoles con el sistema ferroviario
El activo usuario de redes sociales y ministro de Transporte, Óscar Puente, se hacía el viernes, irónicamente y durante su comparecencia en la Comisión de Transportes, la siguiente pregunta: “¿Son los españoles masoquistas?”. Una buena cuestión, merecedora de algún estudio concienzudo, pero que choca cuando el tema tratado es la correcta gestión de un servicio público como es el tren. Habría que preguntárselo a los pasajeros que este verano han tenido que soportar horas encerrados en trenes sin el aire acondicionado (y que han llegado a romper las ventanas para poder tener algo de aire). Lo que debería preguntarse el ministro –que no negó, con todo, el verano complicado que está atravesando el sistema ferroviario– es si un 24% de retrasos es una cifra de la que estar orgulloso.
Trucos para salir airoso de la peligrosa partida al buscaminas de la Bolsa
En el argot centennial, las red flags –banderas rojas– son esas señales que dan a indicar que quizá uno no debería seguir con cierta relación (y, ni mucho menos, presentar a esa persona a sus padres). También vale para las Bolsas: en los mares agitados del mundo financiero, hay una serie de señales que alertan, como grandes banderas rojas, de que no debería uno invertir sus ahorros en acciones de cierta empresa. Igual que el número de camiones que hay en una estación de servicio adelanta la calidad de su comida, la gestión errática de una empresa por parte de sus dirigentes hace intuir que su valor puede caer. Que estos cambien de forma inesperada, también. Por no hablar de unas cuentas malas y, aún peor, inexactas. Cualquier detalle puede ser una bomba que acabe la partida.
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