Los beneficios de la volatilidad
Este factor implica un incremento de la rentabilidad potencial a largo plazo, a diferencia del riesgo
Una corrección de mercado no es más que un eufemismo de Wall Street para referirse a perder mucho dinero muy rápidamente. Detrás de todo el humo y el ruido en la superficie del mercado, es importante recordar que las empresas constituyen la columna vertebral del mercado. Y los fundamentales impulsan los precios de las acciones” (Peter Lynch).
Los participantes del mercado suelen temer los periodos de volatilidad, confundiendo, con mucha frecuencia, riesgo con volatilidad. La volatilidad es una medida estadística que sirve para medir la intensidad de un movimiento (tanto al alza como a la baja). Cuando hay periodos de volatilidad en el mercado, lo único que está ocurriendo es que está habiendo grandes cambios en los precios de cotización. Normalmente, la volatilidad se dispara cuando los movimientos son a la baja, ya que los mercados suben por la escalera, pero bajan en ascensor.
Pero volatilidad no es riesgo. Para un inversor, el único riesgo que debería existir es la potencial pérdida permanente de capital a largo plazo. La volatilidad, para un inversor, lo que implica es un incremento de la rentabilidad potencial a largo plazo. La volatilidad no es el enemigo del inversor, sino su mejor aliado.
Volviendo al concepto de riesgo tal y como lo hemos definido (pérdida permanente de capital a largo plazo), es preciso aclarar que el concepto de riesgo está intrínsecamente ligado no a los precios de cotización, sino a los fundamentales de las empresas en las que invertimos, ya que a medio y largo plazo el principal driver del rendimiento de las acciones son los fundamentales.
De igual manera (aunque a la inversa), cualquier deterioro de los fundamentales provocará que el rendimiento de las acciones sea débil (o negativo) a largo plazo. Y ese es el principal riesgo que nos debe preocupar a la hora de invertir: el deterioro de los fundamentales de las empresas.
Por tanto, hay que tener en cuenta que habrá ocasiones donde la volatilidad pueda ser sinónimo de riesgo. Este escenario se dará en aquellas inversiones donde las caídas de los precios de cotización (volatilidad) se deban a un deterioro de los fundamentales (riesgo). Solo en esta determinada situación la volatilidad no será nuestra aliada.
Distinguir
Por otro lado, habrá momentos donde suele ser complicado distinguir entre volatilidad y riesgo. Estos momentos suelen coincidir con algún catalizador o cambio de ciclo, como pueden ser la crisis financiera de 2008, la pandemia de la covid-19 o la crisis de inflación de 2022. Estos periodos pueden provocar cambios en las variables clave del mercado, como pueden ser los tipos de interés. De esta manera, si el entorno de mercado cambia (suben los tipos de interés) la volatilidad puede estar justificada (volatilidad = riesgo).
Sin embargo, también es cierto que, precisamente en tales ocasiones, son las emociones las que protagonizan los movimientos de mercado, ocasionando movimientos más radicales de los que deberían haber tenido lugar.
Pánico
En otras palabras, incluso en momentos donde la volatilidad inicial esté justificada (riesgo), el pánico que suele predominar cuando los precios se desploman acaba provocando un movimiento (volatilidad) muy superior al que debería ser. Entonces, el riesgo inicial deriva en volatilidad, y la volatilidad en oportunidad.
Los acontecimientos recientes vuelven a abrir el debate entre volatilidad y riesgo. Los indicadores económicos adelantados, como el PMI o el ISM, llevan meses en zona de recesión; el ahorro acumulado se está agotando con rapidez; los beneficios empresariales empiezan a ser débiles (en las presentaciones de resultados del segundo trimestre de 2024 hemos asistido un elevado número de profit warnings por parte de numerosas empresas de diversos sectores), y, como detonante, el último dato de empleo americano fue mucho más débil de lo que se esperaba, haciendo saltar las alarmas. Esta coctelera de variables ha provocado un cambio de sentimiento radical y pone en el foco de todos los participantes del mercado uno de los mayores temores: la recesión.
Recesión
Como es de esperar, la probabilidad de recesión aumenta el riesgo. Tanto es así que el conocido como índice del miedo (VIX) se disparó durante la sesión del pasado 5 de agosto hasta la zona de los 65 puntos. Para poner en contexto el significado de ese dato, solo hemos alcanzado niveles similares en lo que llevamos de siglo XXI durante la crisis financiera de 2008 y durante la pandemia de la covid-19.
Dado que aún es pronto para valorar el alcance de la posible recesión, así como las medidas paliativas que se lleven a cabo (política monetaria, principalmente), los movimientos recientes de la Bolsa pueden estar justificados (volatilidad = riesgo). Ante una potencial recesión, los fundamentales tenderán a debilitarse, aunque sea puntualmente. Además, en un periodo donde las valoraciones estaban asumiendo un escenario perfecto, el ajuste podría ser aún mayor (riesgo). Pero habrá un momento a partir del cual el pánico entre en escena, provocando un ajuste excesivo (volatilidad). Y en ese momento las oportunidades, que empezaban a escasear, volverán a aparecer con fuerza.
La parte complicada es distinguir el preciso momento en que el riesgo da paso a la volatilidad. Dado que es imposible adivinar ese momento, lo más sensato es adoptar un enfoque de largo plazo e invertir en empresas de calidad, de forma que sean capaces no solo de superar periodos de estrés, como una recesión, sino salir beneficiadas de esta. Al invertir en empresas de calidad a largo plazo, en las que los fundamentales solo se debilitan puntualmente, toda volatilidad es una oportunidad, nunca un riesgo.
Álvaro Jiménez Cañestro es gestor de renta variable en Gesconsult
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