Las claves: una asignación injusta (pero por encima de la media), y trenes a golpe de giro geopolítico
Los recursos efectivos por habitante asignados a Cataluña se sitúan por encima del promedio de España, según Fedea
Decía Cicerón que la justicia no busca premio ni precio, que se busca por sí misma, y es a la vez causa y sentido de todas las virtudes. No conocía el último gran defensor de la República de Roma el ecosistema político español: para ERC, la justicia tiene un precio de 28.000 millones de euros –euro arriba, euro abajo–, que es lo que ingresó inicialmente la comunidad autónoma en 2022, el último año con datos, y lo que quiere quedarse para Cataluña a partir del pacto con el PSC. Uno de los argumentos para solicitar la justa asignación de toda su fiscalidad es que la Generalitat está infrafinanciada.
La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) calcula, sin embargo, que Cataluña se situó en el año 2022 ligeramente por encima de la media en cuanto a recursos efectivos por habitante, con 3.396 euros por persona frente a los 3.365 euros del promedio del país. El problema se sitúa, entonces, en que, aunque está por encima de la media per cápita, aporta más de lo que recibe al sistema de solidaridad. Que es demasiado solidaria, en definitiva. La justicia, al final, es un poco como todo.
Las telecos unen esfuerzos ocultándose de Bruselas a pleno sol
Con una discreción bastante ineficaz, las tres grandes telecos del mercado español están acordando compartir sus redes sus redes de fibra para ahorrar costes, mediante tratos bilaterales que a duras penas esconden una unidad triangular. Ante la imposibilidad práctica de hacer más fusiones (aún está caliente la unión MásMóvil-Orange, tras superar los correspondientes obstáculos), las operadoras buscan estrategias para unir esfuerzos que no contravengan la dureza antimonopolio de Bruselas. Mientras en EE UU unos pocos operadores controlan todo el mercado, en Europa están muy atomizados.
Trenes de alta velocidad a golpe de giro geopolítico
Hace apenas unas semanas, la prensa marroquí daba por hecho que la empresa española Ineco iba a recibir el contrato de 130 millones de euros para la ampliación de la red de alta velocidad de Marruecos. No era mala asunción, toda vez que Ineco venía de ganar el contrato del rediseño del aeropuerto internacional de Casablanca y, sobre todo, había presentado la oferta más barata en el concurso.
Lo que no habían calculado los medios del país vecino era que el presidente de Francia, Emmanuel Macron iba a dar un giro geopolítico sin precedentes –en Francia, porque España ya lo hizo– reconociendo el plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental como “la única base” para la solución del conflicto. Dos días después, Rabat asignaba el contrato a la francesa Egis.
Está claro que los Estados miembros son conscientes de la necesidad de proteger a la industria automovilística de la UE, porque el riesgo de perjuicio está ahí. La cuota de mercado de los eléctricos chinos está creciendo muy deprisaValdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Comercio
Bicicletas inteligentes para pensar (y pedalear) un poco menos
Las bicicletas se unen al selecto club de objetos, junto a los teléfonos, las lavadoras, las neveras y los coches –y así una larga lista– considerados inteligentes. Se ve que la tecnología de asistencia a la conducción y los sensores, que ya benefician a coches y motos, han llegado a las bicis.
La pregunta que se plantea, sin embargo, es si la inteligencia del objeto va en detrimento de la del usuario. O, al menos, de su esfuerzo: al igual que, como defienden muchos, los móviles inteligentes libran a sus usuarios, en no pocas ocasiones, del esfuerzo de tener que pensar, las bicicletas inteligentes –y su inseparable motor eléctrico– absuelven a los ciclistas de la tiranía del pedaleo en las cuestas. Casi todo ventajas.
Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días
