Tributación a la baja
La recaudación por los impuestos a empresas logró en 2021 regresar a los niveles precovid
Tras desplomarse durante los años de la pandemia, la recaudación global por los impuestos sobre las empresas logró en 2021 regresar a los niveles precovid. Pero lo que aparentemente parece una recuperación plena, suena en realidad como un canto de sirena. Las compañías de todo el mundo abonaron a las haciendas públicas una cantidad de impuestos similar a la de hace años, pero lo hicieron en un contexto en el que sus beneficios se habían disparado. La ecuación, por tanto, no deja lugar a dudas: los tipos impositivos -tanto nominales como efectivos- que soportan las empresas se han ido reduciendo poco a poco con el transcurrir de los años y se encuentran en su suelo histórico.
El último informe de estadísticas de los impuestos corporativos, publicado ayer por la OCDE, refleja que el tipo nominal medio disminuyó drásticamente desde el 28% anotado en el año 2000 al 21,7% de 2019. Desde entonces, el gravamen se ha mantenido estable, aunque ha seguido retrocediendo hasta llegar al suelo del 21,1% en 2024. Si se mira el tipo medio efectivo, que mide lo que realmente se paga tras descontar incentivos y exenciones, pasó del 21,6% de 2017 al 20,2% en 2023, último año con datos. Es decir, las empresas soportan una carga impositiva cada vez menor que se explica por la erosión de las bases imponibles, el traslado de beneficios a jurisdicciones de tributación laxa y la competencia fiscal entre países. España no es una excepción: su tipo nominal -legal, por así decirlo- es del 25%, pero el efectivo baja. En el caso de las multinacionales, por ejemplo, se redujo al 14,41% en 2021, el último ejercicio sobre el que se ofrecen cifras.
El consenso de la OCDE y de otros organismos internacionales como el G-20 o la Unión Europea es claro. Para asegurar los ingresos fiscales de los Estados no queda otra que actuar de manera coordinada con el objetivo de blindar los impuestos y penalizar a aquellas jurisdicciones de tributación baja. El mínimo global del 15% para las grandes multinacionales, que ha echado a rodar en este 2024, es el primer paso para ello. Una veintena de exlíderes mundiales, de hecho, han pedido por carta esta misma semana a los mandatarios del G-20 replicar ese modelo para gravar a los ultrarricos con un tipo efectivo de al menos un 2% sobre su patrimonio. Sin embargo, aunque necesarios, estos pasos son insuficientes y requieren de más avances y acuerdos globales para seguir combatiendo las prácticas de erosión de la base imponible y de traslado de beneficios. No es para menos. De ello dependen buena parte de los recursos públicos de los Estados. Y la percepción ciudadana de que existe justicia fiscal.
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