Bankia, concentraciones y una semillita
El 21 de junio de 2017, durante las jornadas financieras que la APIE organiza cada verano en Santander, el entonces presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, advirtió de que en España se había producido “una concentración bancaria muy fuerte desde 2008″ y, por tanto, no contemplaba que el sistema financiero español tuviera menos de cuatro o cinco grandes bancos “por razones de concentración de riesgo y alternativa de financiación”. Subrayó que la cuota de las cinco mayores entidades por volumen de activos era entonces del 72% (frente al 42% de 2008), lo que constituía “una tasa muy superior” a la de todos los países europeos, excepto Holanda. La entidad rescatada sonaba como carne de absorción.
Como cada día tiene su afán, la operación bancaria de la que se va a hablar este verano es la opa hostil de BBVA sobre Sabadell, pero a mí me ha dado por acordarme de la absorción de Bankia por parte de CaixaBank, que se comenzó a negociar en 2020, solo tres años después de las palabras de Goirigolzarri. La adquisición supuso que ese 72% del mercado de créditos y depósitos pasara de repartirse entre cinco entidades a solo cuatro, con la nueva CaixaBank copando más de una cuarta parte de todo ese pastel. Se ejecutó el mayor ERE de la historia bancaria española: 6.452 trabajadores.
Habida cuenta que el Gobierno de Pedro Sánchez auspició la venta, pues el Estado era propietario de la malograda Bankia tras inyectar 24.000 millones, es razonable preguntarse si entonces no preocupaba la alta concentración sobre la que ahora el Ejecutivo alerta. Aunque cierto es que pasar de 4 a 3 grandes bancos sea un paso más allá que de 5 a 4.
¿Había alternativa? Una, optar por una fusión con Sabadell, que también se estudió y, como argumentaban sus defensores, suponía una unión más equilibrada y complementaria en negocio y territorio. Otra, gestionar Bankia y sacarla adelante en solitario para buscar accionistas en un momento más propicio. Su presidente, Goirigolzarri, lo es hoy de la nueva CaixaBank. Su entonces consejero delegado, José Sevilla, está en Unicaja. Y su director financiero, Leopoldo Alvear, acabó fichando por Sabadell.
Pero eso significaba, al menos durante unos años, que España tuviera un banco público, anatema del pensamiento económico dominante. En su libro Bankia desde dentro, Juan Emilio Maíllo, director de comunicación de la entidad entre 2012 y 2017, relata el temor a que Podemos usase la entidad como instrumento de política económica y el rechazo frontal de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño.
Es difícil trazar comparaciones, pero en Italia se siguió una vía diferente. Roma decidió nacionalizar Monte dei Paschi di Siena, uno de los iconos de la debacle bancaria en el país, y ha ido colocando paquetes en el mercado hasta dejar su participación en el 26%, según los datos de Bloomberg. Este año anunció el pago de su primer dividendo desde 2010, dos años antes de lo previsto, tras haber vuelto al beneficio. Ha subido un 200% en Bolsa desde los mínimos, aunque aún valen el 0,60 veces su valor en libros, y esta semana ha sufrido una sacudida en el mercado por la apertura de una investigación sobre las condiciones del rescate.
En un desastre financiero cualquier éxito es muy relativo. En España, con el terremoto bancario fresco, primó una fusión grande por los ahorros de costes y las posibilidades de mayor eficiencia a futuro. Las arcas públicas han recuperado 4.272 millones entre venta de acciones y dividendos, aunque mantienen plusvalías latentes por el 17% que conservan en el capital. Por aquel entonces, además, cundía la idea de que la barrera de entrada al mercado iba a bajar y que las nuevas fintech y bancos digitales iban a robar cuota de mercado a la banca tradicional. Pero el dominio de los big four sigue tozudamente alto.La patata caliente recaerá en la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. BBVA puede mirar con lupa la comparación con lo que le exigió a CaixaBank-Bankia. Vale la pena plantear si tiene sentido que el grueso de los remedies (cesiones) se centre en la red de sucursales.
Queda, con toda probabilidad, más de un año de este proceso, y da para jugar al elige tu propia aventura. Como me recordaba estos días alguien que sufrió alguna úlcera a cuenta de la opa hostil que la antigua Gas Natural lanzó sobre Endesa en 2005 (aquella que Salvador Gabarró inmortalizó con un “hoy ponemos el semen y dentro de nueve meses tendremos la criatura”): “Cada uno pensaba que iba a terminar de una forma diferente, pero no acertó nadie”. En aquella operación no se acertó ni con los plazos ni con las metáforas. Carlos Torres, al menos, ha evitado la idea de la semillita u otras creatividades innecesarias.
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