Alemania no tira y se hunde en el caos ideológico

El canciller insiste en que hay que ahorrar, como el ministro de Economía, y los ministros rojiverdes piden más recursos

El canciller alemán, Olaf Scholz, en el centro, junto al ministro de Economía y Clima, Robert Habeck (a su derecha), y el de Finanzas, Christian Lindner.ANNEGRET HILSE (REUTERS)

Alemania no tira. Y las perspectivas económicas no son alentadoras bajo un Gobierno tripartito y bipolar (rojiverde y liberal) que tampoco tira, porque el estancamiento económico ha desembocado en el caos ideológico.

Como siempre, va de dinero. Mientras el canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, insiste en que los ministerios deben y deberán ahorrar siguiendo la pauta marcada por el poderoso ministro de Economía, el liberal Christian Lindner (FDP), los ministros rojiverdes piden más recursos, sobre todo para lo social. Scholz opina como Lindner que el marco financiero disponible se d...

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Alemania no tira. Y las perspectivas económicas no son alentadoras bajo un Gobierno tripartito y bipolar (rojiverde y liberal) que tampoco tira, porque el estancamiento económico ha desembocado en el caos ideológico.

Como siempre, va de dinero. Mientras el canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, insiste en que los ministerios deben y deberán ahorrar siguiendo la pauta marcada por el poderoso ministro de Economía, el liberal Christian Lindner (FDP), los ministros rojiverdes piden más recursos, sobre todo para lo social. Scholz opina como Lindner que el marco financiero disponible se deriva de los ingresos del Estado (en 2025, unos 11.000 millones menos de lo previsto) y del freno a la deuda anclado desde 2009 en la Constitución, que limita el nuevo endeudamiento al 0,35% del PIB anual.

El canciller tampoco apuesta por modificar el freno a la deuda: “No debemos ponérnoslo fácil en la vida. Es la hora de sudar.” Y defiende que los límites de gastos que impone Lindner han sido acordados previamente con él. Los liberales están encantados, pero cinco ministerios (el de Exteriores, de la verde Baerbock, y cuatro socialdemócratas) insisten en que necesitan más para 2025.

La realidad es que el erario tendrá que ahorrar para cuadrar las cuentas; por lo que no se podrá gastar tanto como lo previsto. Tampoco el estancamiento económico actual mejora las perspectivas presupuestarias a medio plazo. De ahí que Scholz hable de priorizar y Lindner de “disciplina presupuestaria por respeto a los contribuyentes”. La clave para ambos está en el crecimiento.

El caos ideológico desatado por el estancamiento económico podría beneficiar al liberal Lindner, quien necesita perfilarse políticamente en un momento de pérdida de popularidad de su partido. Así que, para liarla todavía más, está utilizando la reforma prevista de las pensiones para presionar a los socialdemócratas con los que gobierna en coalición.

Es una apuesta de riesgo, porque no solo transmite la sensación de caos gubernamental, sino que genera desencanto político. El último dato presentado por los cinco sabios y sabias (el consejo que asesora al Gobierno alemán está integrado por tres catedráticas y dos catedráticos) es otro jarro de agua fría: la economía crecerá el 0,2% en 2024, por lo que el previsto despegue de la economía se pospone hasta 2025, en el que se elegirá un nuevo Gobierno federal.

Su industria pierde competitividad por los elevados precios de la energía y el aumento de los costes laborales. Y las empresas alemanas no logran beneficiarse de la recuperación de la economía global. Una de las razones es que China domina en mercados en los que hasta ahora las empresas alemanas brillaban. La industria y la construcción se quejan de que les llegan pocos pedidos nuevos, avisa Martin Werding, del Consejo Económico y catedrático en Bochum.

Y los conflictos en la coalición van a más. Lindner exige una mayor disciplina presupuestaria (apretarse el cinturón saltándose varios agujeros) y restringir la reforma de las pensiones. El Gobierno tenía previsto mantener el nivel de las pensiones en el 48% (coeficiente actual) hasta 2039. Para ello, los empresarios y las nuevas generaciones deberán cotizar más que hasta ahora (18,6% ambos), debido al cambio demográfico. Sobre todo, a partir de los próximos años treinta. En ese sentido, Lindner busca perfilarse políticamente, pero el consejo de sabios le da la razón, argumentando que la reforma es injusta para las próximas generaciones. Los liberales se oponen también a mantener la llamada jubilación a los 63, que permite jubilarse dos años antes a los trabajadores que hayan cotizado 45 años. La economía y las asociaciones empresariales opinan como el FDP que Alemania necesita en este momento a todos los trabajadores el máximo de tiempo posible. No obstante, debido a la paulatina subida de la edad legal de jubilación hasta los 67, la gente con 45 años cotizados se está jubilando ahora a los 64 y medio.

Uno de los ministerios en dificultades es el del Trabajo. El proyecto Jobturbo del ministro Hubertus Heil no marcha. Su objetivo era presionar al grupo de población que percibe la ayuda social llamada dinero ciudadano para que cada vez más personas trabajen. Pero, en lugar de menguar, los costes de Heil se han disparado a 7.600 millones de euros más de lo previsto. El resto de ministerios que precisan más recursos de lo acordado son los de Exteriores, Defensa, Interior y Ayuda al Desarrollo.

Tampoco el consumo de los hogares despega, ni siquiera ahora que la inflación ha caído. La razón es que los sueldos reales son inferiores a los tiempos prepandémicos. La gente no tiene todavía la sensación de que la economía vuelve a marchar, afirma Achim Truger, uno de los cinco consejeros, quien está convencido de que el Gobierno debería impulsar la demanda vía inversión. De seguir así, el país se arriesga a entrar en recesión, advierte. El consejo propone desde principios de año una reforma del freno de la deuda para posibilitar mayores inversiones públicas. El canciller socialdemócrata se posiciona en contra. Y Lindner todavía es más rotundo: “No a presupuestos paralelos para financiar la transición verde.” Opina que los retos estructurales no se pueden solucionar con cada vez más deudas. “Sin crecimiento económico, no habrá margen para más gastos.”

La visión del canciller socialdemócrata Scholz era implementar la mayor transformación de la industria y la economía alemana en cien años. Esa transición energética es complejísima, y todavía más en un mundo amenazado. Cuando en 2021 se formó su Gobierno de coalición con Verdes y liberales (FDP), no había guerra en Europa, ni millones de refugiados procedentes de Ucrania; todavía no se había desafiado a la industria energética por el conflicto Rusia-Ucrania, y EE UU acababa de despedir a Trump. Una de las prioridades pactadas por el Gobierno tripartito fue la transformación de la industria y de la economía para alcanzar la neutralidad climática en 2045. Pero lo que decidirá las próximas elecciones al Bundestag en 2025 será la economía.

Y ahí le esperan a Scholz más jarros de agua fría. Aunque el consejo de sabios prevé que la economía crezca en 2025 gracias al BCE (una reducción de tipos impulsaría las inversiones y la construcción) y a los incrementos salariales, la economía alemana apenas superará el 1%.

Lidia Conde es periodista y analista de economía alemana

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