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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nueva Caledonia a Macron: es la economía, estúpido

Si quiere mantenerla en la esfera de influencia francesa, el presidente debe mejorar las condiciones de vida de la zona

Nueva Caledonia
Enfrentamientos cerca del centro comercial Dumbea Mall, en Dumbea-sur-Mer (Nueva Caledonia), el 22 de mayo.Bruno Favre (EFE)

Emmanuel Macron ha impuesto el estado de emergencia en Nueva Caledonia tras los disturbios que ya han dejado seis muertos. Resolver la crisis exigirá que el presidente francés –que viajó el martes al archipiélago del Pacífico– se centre en la deteriorada situación económica del territorio de ultramar tras años de abandono.

Un millar de policías llegaron a Nueva Caledonia procedentes de Francia el día 20, mientras las carreteras permanecían bloqueadas y el aeropuerto aún cerrado, tras una semana de disturbios mortales. Las protestas están espoleadas por una enmienda constitucional que los líderes independentistas locales consideran que diluirá su influencia electoral.

Nueva Caledonia posee el 5% de las reservas mundiales de níquel. Este metal es un componente esencial de las baterías de los vehículos eléctricos y representa más del 95% de las exportaciones del territorio. Pero la industria se ha visto muy afectada por el exceso de capacidad tras el auge de la producción indonesia: los precios del níquel se redujeron a la mitad en el último año, y el valor de las exportaciones de níquel de Nueva Caledonia cayó más de un 30% en 2023, hasta los 1.900 millones de euros.

El deterioro de la situación del níquel llevó a la minera Glencore a desprenderse de una de las tres plantas de procesado de la isla, incluso después de que el Gobierno francés ofreciera un préstamo de emergencia de 200 millones de euros. París también rescató a SLN, una filial de níquel deficitaria del operador nacional Eramet, valorado en 2.900 millones de euros, convirtiendo en capital un préstamo gubernamental de 320 millones.

Nueva Caledonia lleva mucho tiempo dividida entre los partidarios de la independencia, en su mayoría miembros de la población autóctona canaca, y los residentes de ascendencia europea, deseosos de permanecer bajo control francés. Según el último censo, los canacos constituyen más del 40% de la población del territorio, mientras que los descendientes de colonos europeos representan casi una cuarta parte. Pero el 15% de los canacos están en paro, casi el doble que el resto de la población.

Tras violentos enfrentamientos hace casi 40 años, Francia emprendió un esfuerzo de décadas para unir a las facciones enfrentadas, con el objetivo de transferir el poder, con el tiempo, a la comunidad canaca. Nueva Caledonia está clasificada por Naciones Unidas como uno de los 17 últimos territorios “no autónomos” del mundo, y Francia reconoció en 1998 que necesitaba “descolonizarla”.

Sin embargo, los votantes de Nueva Caledonia han rechazado la independencia en tres referendos, en 2018, 2020 y 2021, el último empañado por un boicot de los independentistas. Macron ha impulsado una reforma –la que ha impulsado las protestas– destinada a ampliar el derecho de voto a cualquier persona que lleve 10 años viviendo en la isla. En la actualidad, estos derechos están limitados a quienes establecieron su residencia antes de 1998.

A Macron le preocupa que una salida precipitada del territorio pueda crear un vacío que China o Australia se apresuren a llenar. Nueva Caledonia otorga a Francia derechos sobre vastas aguas territoriales, lo que permite a París marcar músculo marítimo en la región del Pacífico.

Sin embargo, el presidente francés debe mejorar las perspectivas económicas del territorio si quiere tener la oportunidad de mantenerlo dentro de la esfera de influencia francesa. Esto significa reducir la dependencia de Nueva Caledonia del níquel y de las ayudas estatales de París. Es necesaria una acción estatal decisiva para reestructurar la poco competitiva industria metalúrgica del territorio, lastrada por el alto coste de la energía, la baja productividad y las complejas normativas. Será más difícil que enviar las tropas o prohibir TikTok. También será más duradero.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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