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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por qué Inditex vale el doble que Santander si gana la mitad

El tsunami regulatorio y el estigma político que soporta la banca contribuyen a que cada euro que ganan valga cuatro veces menos al de una textil

Bolsa
Altea Tejido (EFE)

Inditex, el imperio textil controlado por Amancio Ortega, se ha ganado ser la empresa española con mayor valor bursátil (145.000 millones), una capitalización que casi duplica a la de Banco Santander (74.000 millones). Pero lo sorprendente es que esa diferencia de valor no guarda relación con el beneficio, ni presente, ni previsible a medio plazo. Inditex vale hoy el doble que Santander pese a que este año se espera que gane la mitad de los 12.000 millones previstos por el banco.

Discutir sobre la validez de las valoraciones bursátiles es estéril. El mercado es soberano y es más útil analizar las posibles razones para que el dinero ganado por Inditex resulta de mayor valor al ganado por el Santander, de tal manera que los inversores pagan por las acciones de la empresa textil 24 veces más de su beneficio (en la jerga se denomina PER), mientras que en el caso del banco el multiplicador es de solo seis veces. Por tanto, un euro ganado vendiendo textil vale cuatro veces más que colocando dinero. Si las ganancias del banco que preside Ana Botín se valorarán igual que las de la empresa de Marta Ortega, su capitalización sería de 288.000 millones.

Esa diferencia de valoración llama más la atención cuando se observa que ambas empresas comparten una expansión exterior exitosa. España representa solo el 15% de las ventas de Inditex y el 18% del margen de Santander. Además, sufren, cada una a su manera, la amenaza digital y global. El sector financiero tiene a múltiples start-ups intentando capturar parte de su negocio. La empresa gallega, ve la gran amenaza de Shein, empresa creada en China en 2012 y que diez años después factura (42.000 millones) 6.000 millones más que Inditex.

Por tanto, el despliegue geográfico y las amenazas no justifican su diferencia de valor. Lo que seguramente hace que sean animales bursátiles de especies muy diferentes es lo evidente, que una pertenece al mundo textil, del glamour de la moda, que ya viste a la realeza. En cambio, el Santander forma parte de la banca, un sector al que se visualiza en manada y se acusa, sin discriminar, de causar la crisis financiera de comienzos de este siglo, que costó grandes cantidades de dinero público para salvar el ahorro que los clientes tenían depositado, en España, en determinadas cajas de ahorros.

La reacción de Gobiernos, supervisores y organismos internacionales fue rotunda y global. Desde entonces, la banca sufre un tsunami regulatorio, que ha multiplicado las exigencias de capital, liquidez y control, pero además, los políticos, cuya gestión de aquella crisis es muy cuestionable, como se aprecia al compararla con el manejo del Covid-19 y la guerra en Ucrania, han preferido tapar sus miserias señalando a los bancos.

Pero además de la normativa propia de intermediar ahorro y crédito, los Gobiernos se han fijado en la banca como instrumento de control de otras actividades. Sobre la banca recae buena parte de la prevención y control del blanqueo de capitales, lo que provoca que las entidades inviertan cantidades ingentes en sistemas para tratar de detectar estas operaciones. Resulta grotesco que dos directivos relevantes del BCE afirmen en un blog del banco central que el bitcoin vale cero y que su utilización se concentra en actividades delictivas y no pase nada. ¿Por qué son capaces de producir todo tipo de normativa que convierte a los bancos en policías del crimen organizado, la corrupción, el medioambiente, de lo que sea, y, sin embargo, no hacen nada con los criptoactivos?

El cansancio regulatorio es de tal dimensión que, en Estados Unidos, la banca se ha lanzado a una campaña de publicidad masiva contra la implantación de los nuevos requisitos de capital que quiere implantar el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, la normativa conocida como Basilea IV, que es una vuelta de tuerca más a los criterios establecidos en las tres fases anteriores de 1988, 2006 y 2010.

Antes de la crisis de 2008, los bancos españoles cotizaban con unos multiplicadores de entre 10 y 15 veces el beneficio. Ahora no hay ninguno que supere ocho veces, y lo habitual es seis. Es más, durante los peores años de la crisis hubo momentos en que llegaron a cotizar a PER por encima de 16, en la confianza de una rápida recuperación de resultados que no llegó. El euríbor a un año cayó por debajo del 1% en agosto de 2012 y se instaló en tasas negativas desde febrero de 2016 hasta marzo de 2022.

Nadie se ha apiadado de ellos por verse obligados a vender su materia prima por debajo de coste durante siete años. Es más, en cuanto los bancos centrales han empezado a subir los tipos con el objetivo de controlar la inflación, que no de arreglar las cuentas bancarias, se ha vuelto a desatar una ola contra el sector, abono para justificar un impuesto especial al sector que no hay argumento técnico que lo sustente.

En contraste, esta semana se vivió la situación insólita de que los productores de electricidad tuvieron que vender a pérdidas durante unas horas ante el exceso de producción renovable imposible de almacenar. Ese mismo día, la ministra del ramo, Teresa Ribera, advertía de que “si esta situación se reproduce, trastoca los planes de inversión y de recuperación de los inversores”. Siete años consecutivos han aguantado los bancos este panorama y jamás hubo un gobernante capaz de esa pedagogía.

La hiperregulación y estigmatización de la banca siguen vigentes y tienen mucho que ver con que el sector bancario cotice con los peores ratios de la Bolsa. De ahí que hace un año Francisco Paramés, uno de los inversores estrella de este país, dijera a sus clientes que “el grado de regulación y control por parte de las autoridades es tan grande que no sé si tiene sentido ser accionista de un banco”. Más recientemente su colega Beltrán de la Lastra dijo que los bancos todavía están “con márgenes enormes y mora enana, un mundo ideal, y probablemente les pueda ir bien este año, pero prefiero retirarme”. Si la banca da calambre a los inversores profesionales, y no precisamente por argumentos técnicos, hay un problema serio de sostenibilidad del sector. Que se lo pregunten a los dos últimos CEO de Inditex, Isla y Maceiras, ambos procedentes de la banca. Lo explicarán de cine.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información

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