Europa elige la seguridad en la IA
El riesgo de dar un paso adelante en materia regulatoria es siempre enseñar las cartas antes de tiempo, lo que puede pasar factura a la competitividad
La aprobación del reglamento europeo sobre inteligencia artificial, que la UE culminó ayer, convertirá a Europa en la primera región del mundo que regula de forma directa y exhaustiva el uso de esta tecnología, en una apuesta explícita por limitar la amenaza que puede suponer para la seguridad y los derechos de los ciudadanos. En lugar de optar por un modelo de regulación parcial o de autorregulación, como EE UU, Japón o Singapur, la UE ha elegido un instrumento de aplicación directa, focalizado en las actividades y las áreas de mayor riesgo y complementado por un régimen de sanciones.
El enfoque europeo, más concentrado en la seguridad que en la competencia, fija una serie de líneas rojas en el uso de la IA –en algunos casos menos estrictas de lo planteado inicialmente– para tratar de poner riendas a una tecnología con un inabarcable potencial para eludir límites.
Aunque el objetivo primario sea proteger áreas sensibles, como los datos personales, los derechos fundamentales y la seguridad militar, el nuevo reglamento aspira a tener un efecto poderoso sobre la competitividad de las empresas tecnológicas que operan en Europa. La dureza del texto se concentrará en los grandes gigantes y en las startups más avanzadas, cuya tecnología puede considerarse de “riesgo sistémico”, y que a día de hoy son mayoritariamente estadounidenses y asiáticas, los dos polos de liderazgo global de la IA. Eso puede suponer una ventaja para las compañías europeas del sector, la mayoría de ellas de tamaño medio, y para las incipientes startups del continente. En el otro extremo, las empresas pequeñas y las microempresas sí pueden perder flexibilidad con el nuevo marco, que aumenta sustancialmente sus deberes actuales de diligencia.
El peligro de dar un paso adelante en materia regulatoria es siempre enseñar las cartas antes de tiempo, lo que puede suponer pagar una factura en innovación y competitividad, aunque se gane en garantías para el ciudadano y en claridad. La carrera por la inteligencia artificial es una competición tecnológica, empresarial e industrial, pero el camino que ha emprendido Europa supone inaugurar una suerte de desafío entre modelos regulatorios muy distintos. Del desarrollo cabal del nuevo reglamento y de su aplicación eficiente y bien coordinada dependerá el futuro de la IA en una UE que tiene una experiencia indiscutible en regular de forma garantista, pero también en legislar sin contar suficientemente con la industria.
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