Inteligencia artificial, motor de la Cuarta Revolución Industrial
La ética debe estar presente y es urgente la formación de la fuerza laboral en competencias digitales
Podría llamarse World Artificial Intelligence Forum”, dijo Mustafa Suleyman en referencia a la cita anual en Davos del World Economic Forum (WEF), que finalizó el 19 de enero. 3.000 asistentes del más alto nivel empresarial y político que, en más de 200 sesiones, hablaron de temas de actualidad: todos ellos, imbuidos de inteligencia artificial (IA) como sal de todos los platos.
Suleyman tiene credibilidad para mencionar la ubicuidad de la IA en Davos, porque fue cocinero antes que fraile: cofundador de DeepMind (hoy Google) e Inflection AI, dos compañías líderes en IA, y autor de The Coming Wave, libro que advierte de los riesgos para la humanidad que genera la inteligencia artificial. Fue mejor libro del año según CNN, The Economist, Bloomberg, FT, etc. Cualquiera puede gritar: “¡viene el lobo!”, pero no se escucha a todos por igual. Suleyman habló mucho en Davos, como los otros 3.000 intervinientes, entre ellos, 60 jefes de Estado e incontables presidentes y primeros ministros. Fueron a Suiza para hablar de cooperación y seguridad internacional; de crecimiento económico, de cambio climático y de inteligencia artificial. La IA fue la única temática que estuvo abundantemente presente en las demás..., a pesar de que era solo uno de los cuatro grupos temáticos: Artificial Intelligence as a Driving Force for the Economy and Society (La inteligencia artificial como motor de la economía y la sociedad).
Ese título hizo que la IA fuera la panacea para solucionar el cambio climático, las diferencias económico-sociales entre norte y sur, el crecimiento económico y el empleo y, como quien cita frívolamente a Aldous Huxley, construir un mundo feliz, gracias a la tecnología. 3.000 líderes, hablando de IA, no adoptan un mismo punto de vista. Como tampoco expusieron tesis remotamente parecidas sobre Oriente Próximo Anthony Blinken, secretario de Estado de EE UU y el ministro de Exteriores de Irán, Hosein Amir Abdolahian, obviamente.
La directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Gueorguieva, que ha publicado el informe Gen-AI: Artificial Intelligence and the Future of Work (Gen-AI: la inteligencia artificial y el futuro del trabajo) destacó que “casi 40% del empleo global está amenazado por la IA, y sube al 60% en economías avanzadas; trabajadores con formación universitaria y mujeres son los más amenazados”. ¿La otra cara de la moneda? La IA impulsará la productividad, y eso aumentará el PIB y los salarios, concluye el FMI. Una de cal y otra de arena sobre la imbricación de la IA en la economía, la empresa y el empleo.
El sector tecnológico ha empezado 2024 marcando el camino: Amazon, Google y Meta, por ejemplo, van a despedir a miles de trabajadores porque 1) no trabajan en áreas consideradas hoy esenciales; 2) no se invertirá en esos departamentos, para así poder invertir en IA, y 3) la IA ha hecho irrelevantes (redundantes) sus trabajos: sobran porque la IA hace lo mismo que ellos, más barato.
Hay otras visiones. El WEF quiso promover la idea de que la IA será la máquina de vapor de la Cuarta Revolución Industrial, concepto al que se adhirieron líderes del sector tecnológico: Satya Nadella (Microsoft), Sam Altman (OpenAI), Pat Gelsinger (Intel), Cristiano Amon (Qualcomm), Chuck Robbins (Cisco), Aidan Gomez (Cohere, donde ha invertido mucho Larry Ellison, de Oracle), Nick Clegg (Meta), Julie Sweet (Accenture) y Marc Benioff (Salesforce), entre otros. Sus enfoques no fueron uniformes. Nadella buscaba equilibrio entre riesgos y beneficios de la IA. De ahí, la necesidad de la regulación y de poner límites, como ha hecho Joe Biden con una orden ejecutiva, y Europa con un conjunto de recomendaciones camino de convertirse en ley.
Toda cuestión tocada por la IA fue objeto de visiones opuestas entre riesgos y oportunidades: educación, empleo, sanidad, cambio climático, guerras, etc. Analizar cada punto de vista sería objeto de varios libros. Baste decir que Marc Benioff resumió en tres puntos el equilibrio: la IA hace más productiva la fuerza laboral; a veces la tecnología “se nos va de las manos” –citó las bombas atómicas en la Segunda Guerra Mundial– y, en consecuencia, es imperativo dar a la IA de una “capa de confianza”, lo que requiere controles regulatorios.
La ciberseguridad, la privacidad de los datos, los derechos de propiedad intelectual…, fueron cuestiones candentes en Davos. Sam Altman –que dedicó el 80% de su tiempo a explicar su muerte y resurrección en OpenAI– defendió la postura de su empresa, versus la demanda que le ha puesto The New York Times por usar (sin pagar) sus contenidos.
Desde el sector tecnológico, se ofrecieron visiones pegadas a la realidad empresarial: Pat Gelsinger usa la IA para resucitar Intel, construyendo fábricas con nuevos diseños, e incluyendo en los nuevos ordenadores microprocesadores-IA. Cristiano Amon, desde Qualcomm, destacó la larga lista de productos, utilidades y servicios que nacen con la inteligencia artificial. Chuck Robbins explicó la IA en términos de revulsivo para transformar Cisco, de una firma de hardware a otra de software y servicios, “reduciendo la volatilidad y aumentando la predictibilidad”.
El Informe sobre riesgos globales 2024 del WEF destaca que, el 66% de los líderes empresariales consideran el cambio climático el principal riesgo para el planeta. El 53% piensan que el segundo mayor riesgo mundial es la desinformación generada por la IA, en un año en que una enorme cantidad de personas está llamada a las urnas. A dos años vista, son mayoría los que ponen en primer lugar los riesgos de la IA, superando al cambio climático.
Una reflexión tras leer, ver, escuchar cientos de intervenciones de expertos, empresarios, directivos, filósofos y políticos acerca de la IA en Davos: la ética debe estar presente y es urgente la formación de la fuerza laboral en competencias digitales.
Jorge Díaz Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Inteligencia artificial y éxito empresarial’
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