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Las claves
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El extemporáneo tono de Ribera con Repsol, y los ricos que quieren que los otros ricos paguen más impuestos

La vicepresidenta se sale sin motivo de su estilo mesurado habitual

CINCO DÍAS
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera.
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera.Javier Lizon (EFE)

La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, suele adoptar un tono mesurado y técnico. Por eso es más llamativo que acuse a Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, de “negacionismo y retardismo” respecto a la transición ecológica europea. Recurrir a un sustantivo manoseado como negacionismo (que se creó para referirse a un asunto trágico concreto, pero que ahora se utiliza para todo lo que no le agrada al político de turno) empobrece el necesario debate sobre la velocidad con la que se deben adoptar las medidas del cambio de paradigma energético. El propio Ejecutivo podría ser acusado de retardismo por haber apoyado el retraso de la prohibición de los vehículos de combustión en la UE –sin duda influido por el peso del empleo de la industria del motor en España.

En realidad, como la propia vicepresidenta deja traslucir en el resto de su discurso, su visión y la de Imaz se parecen mucho. Tanto el Estado como la gran mayoría de las principales energéticas son conscientes de la trascendencia de la situación. No hace falta recurrir a palabras gruesas para destacarlo.

El Constitucional avisa contra el abuso del real decreto-ley

El Tribunal Constitucional ha optado por la vía salomónica al anular la reforma del impuesto de sociedades de 2016 del ministro Cristóbal Montoro, por hacerla mediante un real decreto-ley, aunque a la vez impide que se inicien nuevas reclamaciones para su devolución.

Considera el órgano judicial que el decreto-ley debe limitarse a medidas realmente urgentes, y que no es la vía para alterar de forma estructural la fiscalidad, como así se hizo. El Gobierno actual, que utiliza esa vía legislativa con elevada frecuencia, también debería tomar nota para no incurrir en el mismo error.

La deuda española y la francesa se acercan, no tanto por el amor como por el espanto

No nos une el amor sino el espanto; / será por eso que la quiero tanto, escribía Jorge Luis Borges sobre Buenos Aires. Que el perfil de riesgo de la deuda española y el de la francesa se hayan acercado puede deberse a dos cosas: a que haya mejorado el primero, o que haya empeorado el segundo. Hay un poco de las dos cosas, aunque más bien de lo segundo, porque el endeudamiento de ambos países se ha disparado con la pandemia, aunque más el del país vecino.

Francia, sin embargo, sigue teniendo un rating dos escalones mejor: su déficit se considera menos estructural, y el mercado de sus bonos soberanos es más líquido. España seguirá arrastrando, pues, fama de laxo en lo fiscal, a pesar de todo.

La frase del día

“La guerra de Gaza afectará a las economías de Oriente Próximo si no se resuelve. El problema palestino necesita urgentemente una solución permanente no militar. Si no, pasaremos siempre por ciclos de violencia, y eso ralentizará a la región”

Ali Al Kuwari, ministro de Economía de Qatar

250 ricos piden a los Gobiernos... que los demás ricos paguen más impuestos

Más de 250 multimillonarios y millonarios pidieron ayer a los políticos que les suban los impuestos. Dado que nada les impide donar su dinero a las causas que consideren oportunas, lo que piden en la práctica es que endurezcan la fiscalidad de los demás multimillonarios y millonarios, ya sea porque consideran que estos deben aportar más dinero a la sociedad, o porque creen que los Gobiernos lo emplearán en causas mejores que las que eligen los ricos de forma individual. Quizá haya también un punto de pereza: debe de resultar muy cansado dedicar tiempo y esfuerzo a buscar organizaciones y proyectos atractivos y fiables. Para eso está el Estado –pensarán–, y los políticos a los que pagamos sueldos por pensar en el bien de todos.

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