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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Victorias y fracasos europeos del caso Apple

La posible repetición del juicio contra la compañía permitirá a Bruselas defender su causa, pero mostrará las deficiencias de la justicia comunitaria

CINCO DÍAS
Apple taxes
Logo de Apple sobre el edificio que alberga la tienda que tiene la compañías en la Quinta Avenida de Nueva York.MIKE SEGAR (REUTERS)

El potente respaldo que Apple obtuvo en 2020 ante la justicia europea, cuando el Tribunal General de la UE eximió a la compañía del deber de devolver 13.000 millones de euros al fisco irlandés, constituyó una sonora victoria para la multinacional estadounidense y una derrota flagrante para Bruselas, inmersa en una dura batalla por meter en cintura a las grandes tecnológicas. Tres años y medio después, el abogado general del Tribunal de Justicia de la UE, cuyas conclusiones suele seguir el tribunal, ha recomendado que se anule aquella sentencia y se vuelva a juzgar el caso desde el principio, por considerar que el fallo contiene “errores de Derecho”.

Las conclusiones del abogado general sostienen que el Tribunal General de la UE se equivocó al afirmar que la Comisión Europea no probó durante el proceso de forma suficiente las acusaciones contra Apple, y que “no apreció correctamente” la existencia de errores metodológicos que viciaron la planificación fiscal de la compañía. En la sentencia, los jueces concluyeron que el ventajoso trato fiscal otorgado a la compañía de Cupertino por Irlanda ni vulneró la competencia europea ni el derecho comunitario.

En caso de que el Tribunal de Justicia de la UE haga suyo ahora el argumentario de su abogado general y vuelva a colocar a Apple bajo el escrutinio procesal, una decisión que se conocerá en unos meses, Europa se anotará una victoria, al menos provisional, pero también un nuevo fracaso. La victoria será la oportunidad de la Comisión Europea para volver a construir un caso fiscal sólido, en el marco de la lucha contra la fiscalidad hecha a medida para las multinacionales que ha librado en los últimos años. Una labor que incluye triunfos judiciales, como la sentencia que obligó a Fiat a devolver 30 millones a Luxemburgo, pero también reveses, como el intento fallido de obligar Starbucks a reintegrar otros 30 a Holanda.

El fracaso vendrá, en caso de repetirse el juicio, de la mala praxis jurisprudencial del Tribunal General de la UE, y de la factura en tiempo y dinero que supone volver a juzgar el caso desde el principio, todavía más por errores técnicos en la apreciación de la prueba y de la argumentación de Bruselas. Una Europa lastrada por una exasperante lentitud legislativa y una polémica rigidez en materia de competencia no puede permitirse además lidiar con una justicia poco ágil e ineficaz. No, al menos, si aspira a ocupar un lugar destacado en la carrera global de la competitividad.

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