WeWork acaba como una gota en el océano
Pese a sus excesos, al menos ha dado a conocer algo útil
El objetivo declarado de WeWork era elevar la conciencia del mundo, pero en su mayor parte solo le hizo identificar la locura de los modelos de negocio exagerados con declaraciones de propósito descabelladas. La empresa de oficinas compartidas, valorada en 47.000 millones de dólares en 2019, solicitó el lunes la protección por quiebra, y los bancos se han hecho cargo. Aunque SoftBank y los mecenas de sus dos fondos Vision se quedan curando las heridas de los 16.000 millones que invirtieron, los inversores inmobiliarios comerciales tienen problemas mayores.
Los problemas de WeWork eran legión. El ambiente sectario que rodeaba a su fundador, Adam Neumann, y a Masayoshi Son, de SoftBank, permitió una expansión imprudente con dinero barato. Sumergirse en piscinas de olas y escuelas fueron distracciones, pero el verdadero paso en falso fue firmar multitud de contratos de alquiler a largo plazo mientras se atendía a muchos clientes a corto plazo cuando la demanda de oficinas era alta.
Para hacer frente a la caída en picado pos-Covid de los alquileres, unos 3.000 millones de deuda de WeWork se convertirán en capital. Y una gran parte de sus 13.000 millones en arrendamientos a largo plazo, a principios de este año, se interrumpirán, se abandonarán parcialmente o se renegociarán, ya sea en los tribunales o fuera. Todas las partes interesadas sufrirán en cierta medida. SoftBank, como acreedor, probablemente acabará con otra gran participación tras la quiebra, pero la mayoría de sus múltiples inyecciones de capital se han esfumado.
No servirá de consuelo que el gran chapoteo de WeWork se haya convertido en una gota de agua. La empresa aporta menos del 1% de la ocupación de oficinas en Nueva York, Boston y San Francisco, según CoStar. El efecto sobre los fondos de inversión inmobiliaria también es mínimo, ya que supone el 1% o menos de los ingresos por alquiler de las empresas expuestas al negocio, según Barclays. No obstante, el descenso de los ingresos de los inquilinos es una preocupación persistente para estos inversores y para el gigantesco mercado de los préstamos titulizados relacionados. Las REIT (socimis) de oficinas perdieron un 38% de su valor el año pasado, según un grupo del sector, y otro 17% hasta septiembre.
Pero los espacios de trabajo comunes han llegado para quedarse, y probablemente se afianzarán aún más. Según un estudio, en 2008-18 se multiplicó por más de 100 el número de lugares de este tipo. Y IWG (Suiza) prevé un récord de ingresos este año gracias al crecimiento estructural del trabajo híbrido. Incluso está adquiriendo algunos locales de WeWork, señal de que, pese a los excesos de esta, al menos ha dado a conocer algo útil.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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