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Opa hostil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

MásMóvil-Orange, varados en Bruselas mientras cambia todo a la vez en todas partes

Esperan el plácet a la fusión, anunciada en julio de 2022. Mientras, STC corteja a Telefónica y Zegona adquiere Vodafone con el foco en la oferta comercial

Meinrad Spenger, consejero delegado de MásMóvil.
Meinrad Spenger, consejero delegado de MásMóvil. Pablo Monge

El Gobierno ya había pasado por esa experiencia. El fondo australiano IFM se colaba en Naturgy, una empresa considerada estratégica. Lo hacía por la ventana y sin llamar a la puerta, lo que soliviantaba a Pedro Sánchez y a CriteriaCaixa, ancla industrial del proyecto y principal accionista. No es de extrañar, por tanto, que cuando el asalto se produjo en Telefónica, una firma todavía más sensible, el Ejecutivo no quisiera tropezar dos veces en la misma piedra y quisiera tirar de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) para acotar el entuerto. Se argumenta frente a quienes critican la intervención y el retorno del sector público a la teleco que el nuevo actor, la saudí STC, no deja ser propiedad del Estado. El puzle que quiere completar el Gobierno parece claro: STC renunciaría al 5% que conserva en derivados de la compañía y el brazo industrial del Ejecutivo, acompañado de algunos hombres buenos, pondría encima de mesa los 1.000 millones de rigor para preservar la españolidad y el carácter estratégico de la compañía. Claro que, a estas alturas, no está demasiado claro ni que los saudíes estén dispuestos a quedarse en un 5% del capital ni que existan empresarios afines dispuestos a rascarse el bolsillo.

No es el único frente abierto en un sector de las telecos en plena ebullición. La gestora británica Zegona comunicaba esta semana la compra de Vodafone España por 5.000 millones y anunciaba el nombramiento de José Miguel García, exprimer ejecutivo de Jazztel y Euskaltel, como nuevo consejero delegado. A la vista de los flamantes comprador y gestor, el mercado otorgó a la operación una doble lectura. Los más duros apuestan por un troceo de la firma a medio plazo, con el fin de generar plusvalías en tres o cuatro años. En este afán, la venta de la red fija sería el principal movimiento para hacer caja. Para García, se trataría de repetir un caso de éxito como el de Jazztel, vendida por 3.750 millones a Orange en 2016 tras un esfuerzo ímprobo para reflotar la compañía, reposicionarla y darle un impulso comercial. En el corto plazo parece lógico que Vodafone sea mucho más agresiva en su oferta y busque ser de nuevo un player en el mercado mayorista, del que había abdicado y en el que ha perdido clientes y facturación a gogó. Se avecina la madre de todas las guerras de precios.

Demasiado lejos queda el 23 de julio de 2022, cuando MásMóvil y Orange, segundo y cuarto operador nacional, anunciaron su intención de fusionarse y crear el líder del mercado en número de clientes de banda ancha fija y telefónica móvil. Un gigante valorado en más de 18.000 millones. La comunicación a la Comisión Europea para el estudio de la operación se demoró a febrero de 2023. El 4 de septiembre, la fecha marcada en rojo en el calendario para que Ejecutivo comunitario se pronunciara, la decisión se aplazaba sine die con el fin de evaluar en detalle el impacto de la operación en la competencia. ¿Tiene sentido que operaciones empresariales cruciales para la consolidación de un sector con rendimientos menguantes se eternicen durante años en los cajones de Vesthager mientras los rivales redefinen el mercado, ya sea de forma pasiva mediante cambios en el accionariado o activa vía compras?

Por si fuera poco, el sector afronta un proceso de desregulación creciente que cambiará sus coordenadas más pronto que tarde. La secretaria de Estado de Telecomunicaciones, María González Veracruz, ya avanzaba este verano su intención de alentar este debate durante la Presidencia española de la UE, y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha tomado ya medidas en ámbitos como el mercado de terminación a redes móviles, al detectar que funciona en régimen de competencia efectiva. El presidente de Telefónica, José María Álvarez Pallete, ha elevado el tono y ha pedido en numerosas ocasiones el fin de las ventajas normativas con las que cuentan las grandes empresas tecnológicas, véase los Facebook o Google, en los negocios vinculados a los servicios de telecomunicaciones, abogando por la desregulación también a nivel comunitario.

Fuentes empresariales conocedoras de las conversaciones que las autoridades comunitarias mantienen con MásMóvil y Orange desvelan que dos son las cuestiones que continúan sobre la mesa y focalizan los tiras y aflojas. En primer lugar, la asignación de espectro. Actualmente, existe un limitación normativa -o cap- que la suma de MásMóvil (que atesora también el adquirido con Yoigo) y Orange sobrepasan. Telefónica y el resto de grandes operadores se han mostrado favorables a elevar ese tope. Si eso no sucede, la firma fusionada tendría que desprendenderse de espacio en los términos que planteara como condición -o remedy, según la jerga de competencia- la Comisión. Aunque estas fuentes explican que esa limitacion no debería complicar la transacción, sí introduce un elemento perturbador. “El reparto de ese espectro sobrante no es decisiva para Orange, pero todos tienen terror a Digi, el cuarto operador si se cierra la integración. Si ese espectro va a parar al operador rumano, le permitirá reforzar sus economics en las zonas en las que ya es fuerte”, subrayan.

El segundo frente en liza es el acuerdo de acceso que Digi tiene con Telefónica para su acceso a la red fija. Las huestes de Vesthager insisten en que la nueva Orange-MásMóvil conceda un acceso preferente a Digi cuando venza el acuerdo que actualmente mantiene con la firma de Álvarez Pallete. Pese al temor del regulador a que la reducción de oferentes de espectro pueda incrementar los precios mayoristas, es difícil intuir posibles prácticas colusorias cuando Digi es quien enarbola el cheque y el resto quien va a librar una dura batalla por mantenerlo -en el caso de Telefónica- o arrebatárselo -la nueva Más Móvil-Orange-. En lo que respecta a la fibra, no hay caso, en tanto la agresividad comercial de Digi ha superado todas las previsiones.

Saudíes, británicos, cambios en la regulación frente al entorno tech, la guerra comercial en ciernes... En el sector de las telecos parece estar pasando toda a la vez en todas partes, tanto en los accionariados como en la estrategia. Si la Comisión insiste con su política de cuatro players fuertes, el fantasma de Digi puede hacer más mal que bien. Nuevos viejos tiempos.


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