Argentina se asoma al abismo de Milei y la dolarización

Supondría condenar al país a quedarse sin política monetaria y a depender de otros

Javier Milei, ganador de las elecciones primarias argentinas, el domingo pasado.Natacha Pisarenko (AP)

Solo desde la más absoluta deses­peración y desconfianza en el poder político cabe entender que el líder ultra Javier Milei se impusiera en las primarias celebradas el pasado domingo en Argentina, además con un porcentaje superior al 30% de los votos. Más allá de ocurrencias peligrosas e histriónicas en el ámbito social, como legalizar la venta de órganos o abrirse a debatir sobre la compraventa de menores, sus postulados económicos no pueden ser más inquietantes. Su apuesta por la dolarización del país, previa “quema” del banco central, es un camino que recuerda mucho a la senda de la convertibilidad ya transitada por el país hace tres décadas, también a partir de unos precios desbocados. No es superfluo recordar que el final de aquel camino fue un corralito para los ahorros de los ciudadanos –a los que se limitó la retirada de depósitos– y una conflictividad social sin precedentes. A tal punto llegó la crisis institucional que el presidente De la Rúa tuvo que renunciar y huir en helicóptero.

En este caso, la propuesta de Milei pasa, directamente, por dolarizar la economía y abandonar el peso, en un país que ya opera en el día a día con la doble divisa. Un planteamiento que puede ser atractivo para quienes apuestan por una implosión general del modelo, pero que plantea problemas de origen y de fondo difícilmente salvables. Para empezar, los economistas ya han advertido de que, para dolarizar, es necesario disponer de la divisa norteamericana. Y no es el caso, en tanto la ausencia de reservas en dólares por parte del Banco Central es bien conocida. Durante la época de la convertibilidad, de hecho, el modelo se sostuvo por la vía de la privatización de empresas y de la deuda. No parece factible que el país pueda acceder hoy a esos préstamos. Por si fuera poco, supondría condenar al país a quedarse sin política monetaria y a depender de las dinámicas y condicionantes económicos de otros países. Está por ver, además, cómo se realizaría la supervisión financiera sin un banco central. En suma, la ley de la jungla.

En el fondo, Milei es el último ejemplo –uno de los más brutales en las formas y en el discurso– de la deriva populista escenificada en la región por perfiles como Bolsonaro. Sobre las ruinas del peronismo y el kirchnerismo, a lomos de una corrupción rampante y alzas de la inflación anual de triple dígito, el economista ha capitalizado el voto de protesta de quienes no pueden vivir. Los mercados respondieron con un lunes negro, con una devaluación del peso y una subida de tipos. Desde Guatemala siempre cabe ir a Guatapeor.

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