El “pragmatismo” de Londres es una forma extraña de realismo energético
Apostar por la transición verde no es tan caro como teme Sunak, que ha dado un giro hacia petróleo y gas
Reino Unido necesita un planteamiento “proporcionado y pragmático” para alcanzar el balance de emisiones cero. Así lo afirma Rishi Sunak, que opina que el país no debe dejar que los planes de descarbonización empantanen a los ciudadanos con costes más altos. Pero las cifras oficiales no sugieren que la manera de ser realistas sea ir más despacio.
Tras una sorprendente victoria en las elecciones locales en las afueras de Londres, a la que contribuyó el impopular plan del alcalde de ampliar una zona de bajas emisiones para los coches, el Partido Conservador parece haberse obsesionado con dos cifras. Una es 1,4 billones de libras, la estimación de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR) sobre cuánto costará reducir las emisiones netas a cero para 2050, en línea con los esfuerzos mundiales. El otro es el 1%, la cantidad aproximada que los 450 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero del país aportan al total.
El propio Sunak ha defendido la trayectoria británica en materia climática y afirma que le importa alcanzar su objetivo para 2050. Pero en plena crisis del coste de la vida, la apuesta del primer ministro parece ser que los británicos no aceptarán impuestos y facturas más altos si perciben que los grandes emisores, como China y EE UU, dan largas al asunto. Por eso, antes de las elecciones generales previstas para 2025, se ha comprometido a dar nuevas licencias de extracción de petróleo y gas en el Mar del Norte, y puede que también suavice el ritmo al que propietarios y arrendadores aíslan sus viviendas para hacerlas más eficientes energéticamente.
Los críticos de Sunak podrían centrarse en la responsabilidad moral de descarbonizar por el bien de las generaciones futuras. Pero también pueden argumentar que el coste de la transición ecológica no es ni mucho menos excesivo. La OBR calcula que el ahorro acumulado en los costes de funcionamiento de la calefacción y los coches eléctricos por eliminar los combustibles fósiles podría ascender a más de 1 billón de libras en 2050. Así, el coste neto del cero neto podría ser de 344.000 millones en tres décadas, solo un 0,4% del PIB al año. Según la OBR, descontados los impuestos sobre el combustible y otros gravámenes, la factura podría elevar en 469.000 millones la deuda neta pública para 2050, es decir, el 21% del PIB. En comparación, preveía que la pandemia incrementaría esa misma métrica en un 23% del PIB entre 2020 y 2022.
Son cifras convincentes, pero no necesariamente convencerán a los escépticos. Los costes del cero neto son inciertos, y algunos analistas son más pesimistas sobre la velocidad a la que se reducirá el coste de componentes clave como las baterías. Las desavenencias políticas y la balcanización del comercio mundial podrían disparar el coste de materias primas esenciales procedentes de países como China.
Un argumento alternativo es apuntar a la suposición implícita en la que se basa el “pragmatismo” de los conservadores: que las cosas pueden seguir igual si Gran Bretaña se descarboniza más lentamente. Es cierto que el precio del gas natural, que aporta el 40% del consumo energético doméstico del país, ha bajado desde los épicos picos de 2022. Pero la OBR sigue viendo margen para que haya crisis de precios en los combustibles fósiles, y cree que la eólica y la solar son tangiblemente más baratas. Si en el futuro hubiera picos periódicos similares en el gas, Gran Bretaña podría intervenir para evitar que hogares y empresas asumieran todos los costes, como hizo en 2022. Según la OBR, eso podría incrementar en un 13% del PIB la deuda neta pública para 2050.
Pero el coste del retraso podría ser aún mayor. El país podría verse obligado por el aumento de las temperaturas a pisar el freno después de 2030 aplicando un impuesto sobre el carbono suficientemente alto como para obligar a una rápida descarbonización. El OBR calcula que factores como la imposición desordenada de políticas más estrictas y un mayor coste de la transición soportado por el gasto público podrían elevar la deuda neta pública en más del 40% del PIB.
Así que lo más pragmático es que el país muestre sus credenciales como líder que se está descarbonizando más rápido que otros miembros del G7. Ello animará a los países en desarrollo a reducir sus emisiones. Al tiempo, la certidumbre política animará a los inversores extranjeros a contribuir a sufragar la transición británica, reduciendo su exposición a crisis del precio del gas. Según McKinsey, eso podría aumentar los ingresos de las firmas británicas que aprovechen las oportunidades ecológicas en 1 billón de libras de aquí a 2030.
El riesgo es que la demora de Sunak tenga el efecto contrario en la inversión. El multimillonario australiano y defensor del hidrógeno verde Andrew Forrest ha dicho que trasladaría sus inversiones a EE UU si Londres respaldaba los combustibles fósiles. Según el Comité del Cambio Climático, que asesora al Gobierno británico, el país ya está muy lejos de su objetivo de instalar 600.000 bombas de calor al año hasta 2028, y su meta de eliminar las nuevas ventas de coches y furgonetas de gasolina para 2030 está en peligro. Mientras, la reticencia de Downing Street a permitir que las subvenciones a la electricidad sigan el ritmo del aumento de los costes de las turbinas eólicas corre el riesgo de hacer que las generadoras de energía esquiven las subastas de eólica marina. Lejos de tomarse un respiro en la descarbonización, el verdadero pragmatismo consistiría en que Sunak devolviera al país al buen camino.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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