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Perfil
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alexander Soros, de extravagante fiestero a inversor reformado

El joven de 37 años se convierte en el sucesor en la fundación y el patrimonio multimillonario de su padre, George Soros, valorado en 25.000 millones de dólares

Alexander Soros.
Alexander Soros.jose Manuel esteban

Nadie apostaba por él. Nadie creía que Alexander Soros (Nueva York, 1985), el cuarto de los cinco hijos de George Soros, reconocido magnate estadounidense de origen húngaro, sería el heredero del multimillonario negocio familiar.

Quizá fuera por la fama que se había ganado en su juventud, el hecho de que su padre había dicho abiertamente que ninguno de sus hijos lo sucedería o tal vez porque de los cinco hermanos no parecía ser el más preparado. Sea cual sea la razón por la que no gozaba del apoyo de la opinión pública, la realidad es que poco ha importado para la decisión final del patriarca de los Soros.

“Se lo ha ganado”, declaró este el 11 de junio, cuando se supo que uno de sus hijos menores, el que ya en diciembre fue elegido como presidente del consejo de administración de la Open Society Fundation, la fundación familiar, sería el que recibiría la herencia en cuanto a gestión.

Avergonzado de su fortuna, incluso preocupado por la remota posibilidad de que lo secuestraran precisamente por ella, Alexander fue un niño introvertido, con sobrepeso y con una infancia relativamente discreta pero cargada de opulencias que solo una familia multimillonaria podría tener. Porque una granja de llamas o una sala de cine para consumo propio no suelen ser necesidades básicas.

Graduado en Historia por la Universidad de Nueva York y con un doctorado por la Universidad de California en Berkely, se dice de él que es una persona atenta, informada y con cuaderno en mano para anotar lo que se le escape.

Ha vivido siempre a la estela de su apellido, en el punto de mira del público. O, más bien, ante el objetivo de las cámaras. Y es que durante su juventud se convirtió en toda una caricatura, en símbolo de los excesos y del derroche: fiestas valoradas en 70 millones de dólares, poses con modelos y amigos de la NBA y hasta llegó a ser anfitrión de un multitudinario juego del escondite en su mansión.

Pero de eso hace años y hoy lucha por dar lo que considera una imagen digna de su posición. Alex, que así se hace llamar, dice con mucho orgullo que podría haberse descarrilado de mil formas. Y lo único que ha hecho es convertirse en un adicto al trabajo. Quizás un intento de probar que esos años han quedado atrás.

Bien entrados los treinta, parece otra persona. Activo en redes, solo se le ve enchaquetado y sonriente, al lado de caras conocidas, dispuesto a cambiar el mundo, a su manera. Vuelve su nombre a los medios, pero en esta ocasión por su reciente nombramiento como sucesor de una de las 400 fortunas más cuantiosas del mundo, según Forbes.

Su padre, George Soros, es, a grandes rasgos, un multimillonario inversor convertido en filántropo. El imperio que ha forjado, una red de 20 fundaciones destinadas a intervenir en causas sociales, es una de las organizaciones políticas no gubernamentales más influyentes. El patriarca de los Soros ha amasado su fortuna mediante una estrategia de contrarian investing, que consiste en ir a contracorriente del mercado de valores: cuando los demás compran, tú vendes y viceversa. Así, hizo millones a costa de la libra esterlina al provocar un martes negro que levantó ampollas entre los británicos y le valió el apodo de “el hombre que quebró el Banco de Inglaterra”.

Después de años encabezando arriesgadas operaciones y obteniendo beneficios de ello, se ha centrado en la Open Society Foundation, que ahora gestionará Alex, aunque no ha dejado de hacer críticas y recomendaciones al equipo que se ocupa de su family office, la Soros Fund Management. La firma todavía hace grandes movimientos: en marzo y abril de 2020, por ejemplo, compró miles de millones de dólares en activos de riesgo en medio de la dislocación del mercado a principios de la pandemia de Covid-19, incluida una gran apuesta en acciones de Rivian, fabricante de vehículos eléctricos.

Actualmente, el único miembro de la familia que permanece de forma activa en el comité de inversiones es Alex. Sin embargo, su falta de experiencia sumada a lo que muchos entendidos dicen que es una visión de negocios menos intuitiva que la de su padre, hace que el family office se aleje de las operaciones macroeconómicas y arriesgadas que siempre lo habían definido. Pero, pese a todo, él es quien toma la batuta y dirige la orquesta: 25.000 millones de dólares en activos y la continuidad del propósito de los Soros.

Este chocante e inesperado traspaso de poder es un cambio de aires en toda regla: su padre ha sido el hombre del saco para los conservadores. Hasta el mismo Elon Musk ha asegurado que Soros padre “odia a la humanidad” y que lo único que desea es “erosionar el tejido mismo de la civilización”. Pero más allá de teorías conspirativas (que no son pocas) ligadas a la familia, Alex tiene la oportunidad de cambiar la narrativa. Y, lo que es más importante, de percatarse de que, sin visión de negocio, la fortuna familiar puede agotarse y cualquier proyecto desaparecerá con ella.

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