La eurozona y Alemania en recesión, pero en pleno empleo

Suena bien decir que mientras Europa retrocede, España “va como una moto”, pero una moto un poco ahogada que aún está llegando al nivel de 2019

Fábrica de Porsche en Stuttgart (Alemania).GETTY IMAGES

Desde hace unos días sabemos que las economías de Alemania y de la zona euro están en recesión. En ambos casos parecen recesiones suaves, pues se trata de haber encadenado dos trimestres seguidos con sendas disminuciones trimestrales del producto interior bruto que no son demasiado abultadas. En la zona euro, casi un aprobado…: -0,1% en cada trimestre.

Parece como si en la eurozona se estuviera viviendo en 2023 el eco de la contracción económica que tuvo EE UU en idénticos trimestres de 2022, con pleno empleo también. Pero en EE UU tuvieron la suerte de que allí la definición de aprobado y suspenso en expansión económica es diferente a la que se utiliza en Europa (esa llamada recesión técnica, que exige dos trimestres seguidos con reducción del PIB en tasa trimestral), por lo que nadie le dio importancia a aquello y nadie volverá a dársela, salvo que el día menos pensado (lo que no es probable ya) salga el instituto privado que pone fecha al inicio y final de las recesiones en EE UU (el NBER o National Bureau of Economic Research) diciendo otra cosa.

Tampoco parece que en Europa se haya preocupado mucho nadie por semejantes datos negativos: tanto la economía alemana como la del conjunto de la zona euro se mantienen cercanas al pleno empleo. Al Gobierno alemán le preocupará sobre todo por el efecto cosmético, que resulta muy contraproducente políticamente hablando, sobre todo cuando los partidos de la oposición se lo arrojen a la cara en el Bundestag. Es cosa propia de los Gobiernos: solo ellos le dan verdadera importancia al efecto cosmético y propagandístico que tienen estos asuntos.

Sucede lo mismo por aquí: al Gobierno español le habrá llenado de goce propagandístico poder decir que mientras que la eurozona y Alemania están en recesión, la economía española “va como una moto”. Cualquiera que se fije un poco caerá en la cuenta de que la moto va un poco ahogada y está llegando todavía ahora al año 2019. O, visto de otra manera, que mientras que la economía de la eurozona sobrepasó hace dos años su nivel de 2019, la española anda ahí, ahí, peleando por sobrepasar el nivel que tenía entonces.

En todo caso, estos datos malos de Alemania y de la eurozona ponen de relieve una de las muchas piezas contradictorias del rompecabezas que es la situación económica mundial: tanto en la eurozona al completo como en Alemania y España, con sus diferencias y coincidencias, con recesión o en expansión, se escucha la misma queja: las empresas no encuentran el tipo de personal que necesitan.

Una situación así de contradictoria solo puede encontrar una explicación en el déficit público, que sigue siendo extremadamente elevado en todas partes. En EE UU, del orden del 5,4%; en España, del 4,8%, y en Alemania, del 4,25%. ¿Dónde está aquella Alemania rigurosa con el gasto público que llevó a inscribir en su Constitución en el año 2009 una enmienda que impediría que el gasto público superara el 0,35% anual? Entre hacer frente a la pandemia y a la guerra en Ucrania, los buenos propósitos se arrojaron por la borda.

Claro está que, sin ese déficit, la situación podría aún ser peor en la eurozona, en España y en Alemania.

Lo realmente preocupante en Alemania no son esas cifras coyunturales, sino algo que afecta a su estructura económica, y es que la potencia industrial de Europa se está desindustrializando. El sector industrial, que representaba hace 30 años un 30% o más de su PIB, ahora está en solo el 23,5%.

También hay un dato inquietante para el futuro de Europa: la demanda de gas natural no ha dejado de disminuir, a pesar de la gran bajada que ha experimentado su precio, en lo que parece un síntoma más de lo flojo que está el sector industrial, con cambios anuales en la producción industrial que caen una y otra vez en terreno negativo desde noviembre de 2021, y con el índice de producción industrial en el mismo nivel ahora que en diciembre de 2020.

El sector financiero mundial permanece atento al inicio de la oleada de emisiones de deuda pública que tiene que hacer a lo largo de los meses de verano el Tesoro de EE UU, y a la gran incógnita de si eso hará bajar enormemente o no el exceso de liquidez disponible en los mercados monetarios. Desde luego, parece que será inevitable una bajada de 400.000 millones de dólares para reponer sus cofres y lograr un saldo medio similar al mantenido a lo largo de los últimos seis años. Parte de esa cantidad, y también la del resto de las emisiones, hasta completar un total neto de más de un billón (trillion) de dólares, probablemente saldrá de la cantidad de más de dos billones de dólares que hoy se refugian a diario a pasar la noche en el Banco de la Reserva Federal (banco central de EE UU) obteniendo una golosa remuneración del 5,05%. Pero para ello el Tesoro tendrá que proporcionar a sus emisiones de letras una rentabilidad igual o superior al 5%. Y más teniendo en cuenta que vienen nuevas subidas de tipos de interés.

Todo esto último parece algo de detalle y muy técnico, pero de una buena resolución del problema depende no solo el crecimiento económico de EE UU, sino el crecimiento y la estabilidad de la economía global. Iremos dando cuenta de ello.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

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