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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ciudadanos, el partido que siempre cogía el camino equivocado

Acertaron en Andalucía y erraron apoyando a Rajoy en la moción de censura y apuntalando al PP en Madrid, Castilla y León y Murcia

Vuelco histórico en las preferencias políticas de los ciudadanos. Los dos partidos que han gobernado España desde 1982 atraviesan su peor momento de los últimos 35 años y, por primera vez, se ven superados por Ciudadanos y Podemos. Según el barómetro del mes de mayo elaborado por Metroscopia para El País, la formación liderada por Albert Rivera seguiría siendo con gran diferencia el partido más apoyado si hoy se celebrasen elecciones generales, con el 29,1% de los votos. En segunda posición estaría Unidos Podemos, con el 19,8%. El PP bajaría hasta el 19,5% y el PSOE quedaría último con el 19%”.

Así se resumía el sondeo publicado el 14 de mayo de 2018 por El País. Diez días después, la Audiencia Nacional sentencia el principal sumario del caso Gürtel con condenas que sumaban 351 años de cárcel para 29 procesados, entre los que estaba el extesorero del PP Luis Bárcenas. Además, condenaba al PP como beneficiario del “sistema de corrupción institucional”. Al día siguiente, 26 de mayo, el PSOE anunciaba una moción de censura a Mariano Rajoy. Hoy hace cinco años, Pedro Sánchez juraba el cargo de presidente del Gobierno ante el rey Felipe VI.

Aquella moción de censura descolocó a Albert Rivera. Ciudadanos, el partido nacido en Cataluña, donde en ese momento era líder, y que venía a regenerar la política nacional, entregaba al PP a sus 32 diputados para intentar sostener a un Mariano Rajoy acosado por los casos de corrupción de su partido. Su comportamiento en esa moción de censura dibuja una de las grandes características de Ciudadanos: se equivoca de camino en cualquier encrucijada.

El PSOE estuvo más listo y fue el primero en plantear una moción de censura que parecía imposible, en la que no tenía nada que perder. Era mitad de legislatura y las encuestas le situaban por debajo de Podemos. Ciudadanos, en cambio, fue muy torpe. Apoyó a Rajoy, ni siquiera se abstuvo, y eso que quería regenerar la vida política. Soplar y sorber a la vez.

El segundo gran error vino con las elecciones de 2019. En abril fueron las generales, en las que Ciudadanos obtuvo 57 diputados, con el 15,9% de los votos. Fue su mayor cosecha, cinco puntos más que en 2016, pero la mitad de la expectativa que le daba la encuesta mencionada. Además, no superó al PP, que obtuvo 66. En cambio, el PSOE sumó 123 escaños y el triple que Podemos (42). Ahí irrumpió Vox en el Congreso, al que llegó con 24 escaños, procedentes de la sangría del PP. Los populares perdieron 71 diputados, de los que 25 fueron a Ciudadanos, 24 a Vox y el resto al PSOE, que también arañó en Podemos, y sumó 38 asientos más.

Un mes después, el 26 de mayo, eran los comicios autonómicos y municipales, y ninguno de los partidos se atrevió a avanzar un pacto nacional hasta ver qué socios iban a necesitar en comunidades y ayuntamientos. El recuento de votos reafirmó el desplome del PP. Las urnas parecían insistían en avalar la moción de censura. El PSOE se convirtió en la fuerza más votada en 10 de las 12 regiones con comicios. Sin embargo, la sucesión de pactos de Ciudadanos con el PP, en ocasiones con la abstención de Vox, tapó la hemorragia de los populares y sacó del centro al partido de Albert Rivera.

Los naranja venían de propiciar un cambio histórico en Andalucía en diciembre de 2018, donde con su apoyo al PP, la segunda fuerza más votada, y la complicidad de Vox, mandó al PSOE a la oposición por vez primera en democracia. Sin embargo, este empuje renovador desapareció en seis meses y Ciudadanos aupó a Isabel Díaz Ayuso (Madrid), a Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León) y a Fernando López Miras (Murcia) en tres regiones con décadas de gobiernos populares y demanda de cambio: por eso el PSOE era el partido más votado. Todo a cambio de vicepresidencias y un puñado de consejerías.

Para que quedara claro que era un partido de centro que nunca miraba a la izquierda, Rivera decidió tirar el capital acumulado. PSOE y Cs sumaban 180 diputados tras las generales de abril, lo que suponía una mayoría absoluta cómoda para manejar la legislatura. Sánchez no hubiera podido evitar nombrar vicepresidente a Rivera si este le hubiera ofrecido su apoyo, pero no lo hizo. En el fondo, ambos creían que otra convocatoria les daría más votos y sería la puntilla a PP y Podemos. Se equivocaron, pero con enormes diferencias. El PSOE bajó tres escaños y Sánchez fue nombrado presidente. Cs perdió 47 escaños, hasta 10, y Rivera dejó la política. Aquellos votos fueron a Vox, que subió en 28 diputados, hasta 52, y al PP, que recuperó en pocos meses 23 legisladores, hasta 89. Después vendría la debacle de Cataluña, donde pasó del 25% al 5% de los votos y así hasta el desastre del domingo pasado.

Jamás en la historia de la democracia española un partido dilapidó tanto capital político en tan poco tiempo. Ciudadanos, que creció en Cataluña a costa del PSC-PSOE y, en menor medida del PP, en medio del furor independentista perdió la centralidad cuando giró la cara a la derecha pensando que podía suplantar a los populares en toda España. Fue en la asamblea del partido de febrero de 2017 cuando cambió los estatutos para presentarse como liberal progresista en lugar de socialdemócrata. Ahora dicen ser liberales de centro.

Esta confusión en momentos clave es la que les ha llevado al disparate final. Cuando, esta semana, Sánchez convoca generales para el 23J, deciden no comparecer y esperar a no se entiende qué. Un partido que no se presenta a las elecciones es como un grupo de acampada. Rivera e Inés Arrimadas se equivocaron permanentemente y ya están fuera de juego. Sus sucesores no saben qué camino coger. Es irónico que el partido que mejor defendía la eutanasia opte por una muerte sin respeto.

Aurelio Medel es doctor en Ciencias de la Información y profesor de la Universidad Complutense

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