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Tribuna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Historia de dos bancos

La desaparición de Silicon Valley Bank y Credit Suisse se explica por la mala gestión y la falta de sentido común, pero también por la arrogancia

Robert Gauthier (Los Angeles Times via Getty Imag)

Silicon Valley Bank (SVB) representaba la nueva y audaz cara de las finanzas: aportaba vida financiera a empresas de nueva creación. Estaba allí donde otros bancos temían entrar. Era el alma y la vida bancaria de las empresas en sus fases iniciales. Como entidad, se sentía cómoda al relacionarse con emprendedores porque era un banco emprendedor. Era la versión bancaria de la nueva economía.

En el otro extremo del espectro se encontraba Credit Suisse, una institución con 167 años de historia que representaba la solidez y la rectitud financiera de Suiza. Era un banco serio, casi tan característico del país como la cruz blanca de su bandera. Los ciudadanos podían confiar en él, lloviera o hiciera sol. Sobrevivió a pánicos financieros, a dos guerras mundiales y, a diferencia de UBS, no necesitó ser rescatada por el Gobierno suizo en 2008. Era la estabilidad encarnada. Una institución digna de confianza.

¿Cómo ha podido ocurrir esto? ¿Cómo pudieron estos dos bancos, uno tan dinámico y otro tan tradicional, desaparecer de repente? Surgirán muchas explicaciones, se debatirán muchas consideraciones técnicas, se examinarán muchas normativas, pero, al final, el problema se reduce a una mala gestión y a la falta de sentido común.

Los pasivos de SVB eran a corto plazo y sus activos, aunque líquidos, a largo plazo. Sus depósitos procedían de una gama relativamente estrecha de nuevos acaudalados depositantes. A medida que los tipos de interés subían y las perspectivas económicas disminuían, los depositantes empezaron a sacar dinero para financiar las operaciones de sus empresas con un flujo de caja negativo. La Dirección de SVB no quería asumir pérdidas en su cartera de bonos del Tesoro. Los reguladores habían advertido en múltiples ocasiones a la dirección de la entidad del grave desequilibrio de su cartera. La dirección, casi ignorando de forma voluntaria los principios básicos de la banca, hizo caso omiso de las advertencias.

Por su parte, la dirección de Credit Suisse perseguía los beneficios y las emociones de la banca de inversión. Buscaba relevancia en un mundo que no era el suyo, y terminó extraviándose. Había comprado First Boston, que anteriormente había comprado el aún más agresivo Donaldson, Lufkin & Jenrette. Admiraba a este tipo de entidades atractivas, que discretamente con movimientos suaves y elegantes seducían a aquellos que vestían de gris y eran lentos de acción.

Cada uno de estos dos bancos tenía su forma de arrogancia. Uno nunca llegó a echar raíces en la banca. El otro había perdido sus raíces de tradición bancaria. A cada uno le faltaba lo que el otro tenía en abundancia. Quizás sea esta la naturaleza de la experiencia humana.

Ahora que el dinero se mueve casi instantáneamente, ¿necesitaremos tener garantizados todos los depósitos para evitar los desastres bancarios? Quién sabe. Han desaparecido un banco nuevo y un banco viejo. Es el fin de una época y, también, de nuestra desgastada fe en muchas realidades financieras que ya no lo son.

George Muzinich es fundador y presidente ejecutivo de Muzinich & Co

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