La banca puede y debe cuidar más la atención en los pueblos
Los excelentes resultados corporativos publicados últimamente señalan la buena salud de la industria, por lo que hay amplio margen para poner un mayor empeño en atender a la clientela
El ahorro de gastos al que se han visto obligados los bancos españoles en los últimos años, potenciado por la concentración del sector, no sale gratis, y ha redundado en un deterioro de la atención personal al público, más acentuada en las zonas rurales. Las patronales de la banca y el Gobierno llegaron a un acuerdo para limitar este impacto, y han hecho numerosas declaraciones comprometiéndose a cuidar la inclusión financiera, pero los datos recién publicados indican que 121 pueblos se quedaron sin oficina bancaria en 2022, y ya son 4.870 los afectados. Muchos de ellos corresponden a Unicaja, tras su fusión con Liberbank.
La entidad aduce que no son técnicamente cierres, porque mantienen una figura, la del agente financiero, que se ocupa de oficinas en régimen de franquicia, y que no cuenta para las estadísticas. Del mismo modo, los establecimientos de la pública Correos han empezado a permitir hacer ingresos y retiradas de efectivo, tras el acuerdo de la sociedad estatal con distintas entidades; también se recupera la figura del cartero para envíos de efectivo. Es volver, en cierto modo, a la época en la que llevaba la pensión a los paisanos (que era prácticamente la única gestión para la que recurrían a la banca).
Son parches a todas luces insuficientes para un empeoramiento del trato a los clientes bancarios, en particular a los de mayor edad, que son también los que pueblan principalmente las zonas rurales. La digitalización reduce en gran medida la necesidad de sucursales, pero solo para los usuarios que saben y pueden manejarse por internet, en general más jóvenes.
Es inevitable que la banca reduzca gastos: la crisis financiera puso orden en un sector hipertrofiado, y las empresas han hecho un esfuerzo enorme por ampliar sus colchones de capital y por fusionarse con otras entidades más débiles, de tal modo que la actual crisis económica los encuentra muy razonablemente preparados para aguantar los embates de la morosidad. Pero los excelentes resultados corporativos publicados últimamente señalan la buena salud de la industria, por lo que hay amplio margen para poner un mayor empeño en cuidar a una clientela que, aunque relativamente escasa en cuantía, es precisamente la que más necesita ese esmero. Y siempre será mejor que sean los bancos los que, motu proprio, vigilen la inclusión financiera, evitando así dar razones a las autoridades para legislar al respecto.
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