Planificación financiera: cómo construir un proyecto vital con sentido (y con números)
La hoja de ruta pasa por hacerse las preguntas adecuadas y establecer un plan personal y financiero

Todos tomamos decisiones financieras a lo largo de la vida: ahorrar, comprar una casa, cambiar de trabajo, emprender, ayudar a los hijos, etc. Pero pocas veces nos planteamos si esas decisiones están conectadas, si responden a nuestro proyecto biográfico, si tenemos una estrategia financiera y de inversión o si simplemente lo vamos resolviendo sobre la marcha. ¿Cuál es el problema y cómo podemos saber si lo estamos haciendo bien?
Elisa Botello, asesora financiera en Abante, recordaba en una entrevista en Finect con Vicente Varó que lo más importante para saber si estamos gestionando bien nuestro dinero es tener un plan y una hoja de ruta que parta del lado más personal: “Siempre hay que empezar la casa por los cimientos. Hay que hacer una reflexión, pensar cuáles son mis objetivos y qué es importante para mí. Y, en función de eso, hacer un ejercicio de planificación financiera. Pero la base siempre es tener ese guion que nos permita tomar buenas decisiones”.
La planificación financiera no es solo una herramienta para organizar nuestros números. Es una forma de pensar mejor nuestra vida. De hacernos buenas preguntas. Y de estar preparados para decidir con claridad cuando llegue el momento. ¿Por dónde empezamos?
1. Reflexionar antes de planificar
El punto de partida no son los números, sino las preguntas: ¿qué quiero hacer con mi vida? ¿Qué etapas puedo anticipar? ¿Qué decisiones me gustaría poder tomar? ¿A qué me gustaría dedicar mi tiempo?
Esa reflexión -que a veces implica una conversación en pareja o en familia y enfrentarse a situaciones más incómodas- es el corazón del proyecto biográfico y la base para poder construir un plan financiero con sentido.
2. Más allá del ahorro y la inversión
Muchas personas ahorran e invierten, pero pocas se paran a pensar si están realmente utilizando sus recursos para avanzar hacia los objetivos que de verdad quieren lograr. A veces se toman decisiones de inversión por inercia, sin saber muy bien por qué, fijándonos solo en el producto que está de moda o arrastrando viejas creencias. Por ejemplo, ¿hay que ser conservador con la inversión cuando nos hemos jubilado? No tiene por qué.
La clave siempre está en pensar primero en los objetivos y preocupaciones, cuantificarlos, saber el horizonte temporal que hay por delante y el riesgo que se puede asumir y, en función de eso, trazar la estrategia de inversión más adecuada. En este sentido, hay que ser conscientes de las ventajas y de cómo ayuda el largo plazo a la hora de invertir y de rentabilizar nuestro dinero.
3. No hay un momento perfecto: el mejor momento para empezar es ahora
La vida va rápido. Siempre parece haber algo más urgente. Pero cuanto antes se empiece a planificar, más margen habrá para tomar decisiones acertadas. No hace falta tener mucho ahorro ni una situación económica perfecta: lo importante es empezar a poner orden, a proyectar y a dar estructura. De hecho, como comentaba Botello, en realidad lo importante es ser realmente consciente de que hay que hacerlo, y cada persona tiene sus tiempos y su momento vital.
4. Un plan que evoluciona contigo
La planificación financiera no es estática. Se revisa, se adapta y se actualiza. Todos sabemos que la vida cambia, surgen nuevas oportunidades, retos imprevistos, o cambios personales, profesionales y familiares. Por ello, el plan tiene que ser lo suficientemente flexible como para acompañar ese movimiento sin perder el rumbo.
“La vida es muy cambiante, cada vez vivimos vidas más largas y multietapas, y la mayoría de ellas no se pueden prever. Cuando configuras una guía, haces escenarios de contingencia y análisis de sensibilidad y estás preparado por si surge una circunstancia que no esperabas. Cuando tienes un plan, puedes reubicar muy fácil esos objetivos y ver cómo encajan dentro de la estrategia. Nosotros, como asesores financieros, acompañamos al cliente, le escuchamos y le ayudamos a reorientar el plan para que pueda conseguir realmente sus objetivos y se adapte a las nuevas circunstancias”, explicaba la asesora financiera de Abante.
5. El ruido del mercado no debe desviar el foco
Uno de los grandes retos es mantener la mirada en el largo plazo y evitar la emocionalidad, especialmente cuando los mercados se vuelven volátiles. Para Botello, “las circunstancias del mercado y externas pueden afectar a algunas decisiones que hay que tomar más a corto plazo, pero realmente hay que preguntarse si, por ejemplo, una subida de tipos va a afectar a tus objetivos vitales de largo plazo porque la respuesta es que, probablemente, no”.
Lo que tiene que saber el inversor es que pueden surgir cuestiones derivadas de esas contingencias externas que siempre hay que analizar y hacer un estudio específico, como, por ejemplo, cuando subieron los tipos de interés y el euríbor se disparó. En ese momento, la pregunta que se hacían las familias era si les compensaba amortizar o no la hipoteca, y en esos casos nunca hay una respuesta especifica. “Hay que analizarlo y estudiar cada caso, pero lo que el inversor debe tener en mente es que es un momento puntual dentro de su proyecto biográfico y que sus decisiones vitales no se van a ver afectadas de esa contingencia específica”, explica Botello.
Respecto a la emocionalidad, hay que saber que es intrínseca y que forma parte del ADN de las personas. “Siempre va a estar ahí, es difícil eliminarla, por eso es fundamental la figura del asesor financiero. Nuestra misión como asesores es eliminar esa emocionalidad”, recordaba.
Planificar no es prever todo lo que va a ocurrir, sino estar preparado para decidir mejor cuando ocurra y conocer todas las opciones disponibles. Porque no se trata solo de hacer crecer nuestro dinero, sino de ponerlo al servicio de nuestra vida y de los objetivos que queramos alcanzar.