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¿Qué podemos esperar de la inteligencia artificial?

Un boom tecnológico para el que... ¿estamos ya preparados?

gorodenkoff (Getty Images)

El mundo está siempre en transformación. En los últimos años ha entrado con fuerza la inteligencia artificial, alterando la autonomía y el funcionamiento de las cosas tal y cómo las conocíamos. Un reto en cuanto a crecimiento y oportunidades, que nos repercute a nivel empresarial, institucional, social e, incluso, personal. ¿Qué está pasando?

Por el lado corporativo, son muchos los sectores que llevan tiempo desarrollando aplicaciones, sistemas y modelos con IA, aunque a distintas velocidades y con usos más o menos realistas. Por ejemplo, hace más de dos años los primeros coches autónomos llegaban a San Francisco para revolucionar la movilidad con coches sin conductor. Y hace unos días el doctor Alberto Breda, jefe de Urología Oncológica y del Equipo quirúrgico de Trasplante Renal de la Fundación Puigvert, operaba a 8.000 kilómetros de distancia, Burdeos-Pekín, a través de unos brazos robóticos.

Más allá de estas dos noticias, no nos hace falta pensar en hazañas imposibles para darnos cuenta de que la inteligencia artificial ya nos ha cambiado la cotidianidad, aunque puede que no hayamos sido realmente conscientes. GPS, domótica en casa, asistentes virtuales, diseños sugeridos en presentaciones, ‘quizás te guste’ en tiendas online de ropa, smarts TV y recomendaciones musicales, entre otras muchas cosas que ya tenemos interiorizadas. Pequeñas ayudas en el día a día que nos hacen la vida más eficiente.

Hace unos meses, Microsoft anunciaba que haría la mayor inversión de su historia en España para infraestructura de IA y firmó un acuerdo con el gobierno para “impulsar el despliegue de la inteligencia artificial responsable”. Brad Smith, presidente de Microsoft, explicó a El País que, en España, “entre el tercer y cuarto trimestre del año pasado, vimos que el uso de la IA generativa por parte de organizaciones en toda España aumentó más de cinco veces en un trimestre”, un escenario ideal para desembarcar en nuestro país.

Relación humano – robot

El presidente de Microsoft ponía el foco en la longevidad española. Ocupamos el pódium en esperanza de vida, pero los niveles de natalidad se encuentran en mínimos históricos, lo que nos ha llevado a que la pirámide poblacional esté invertida. “¿Qué va a ocurrir cuando las personas cercanas a la edad de jubilación decidan dejar de trabajar? ¿Cómo se va a reemplazar?”, se preguntaba Smith.

En este sentido, podemos preguntarnos si esa falta de mano de obra porque va a haber menos personas en edad de trabajar se va a poder suplir con más IA, lo que nos puede llevar a hacernos más preguntas: ¿vamos a poder confiar en la eficacia de la inteligencia artificial?

Open AI anunciaba hace unas semanas el lanzamiento de un sistema que es capaz de “razonar”. Se trata de un modelo que piensa de forma crítica, “considera distintos enfoques y reconoce sus propios errores”. La clave reside en el tiempo de respuesta: “Es un sistema que dedica más tiempo a pensar y a generar respuestas más reflexionadas, esto mejora la calidad de la respuesta”, mencionan en el comunicado emitido por la compañía. Y añaden: “¿Cuánto se pagaría por un nuevo medicamento contra el cáncer? ¿Por baterías innovadoras? ¿Por una prueba de la hipótesis de Riemann? La IA puede ser más que chatbots”.

El punto, como dicen desde la empresa, es pensar fuera de la caja: “Más que chatbots”. Para las personas, hacer una tarea tediosa en tiempo récord gracias a la inteligencia artificial resulta novedoso y atractivo, pero ¿qué pasaría si pensásemos a lo grande? Si realmente se pudiesen resolver grandes enigmas médicos o matemáticos, ¿cambiaría lo que conocemos ahora?

¿Y qué ocurrirá con el trato humano que necesitan los empleos? Santiago Satrústegui, presidente de Abante, explicaba en el EFPA Congress 2024, celebrado en abril en Málaga, que el impulso que puede dar la inteligencia artificial es muy alentador, pero “es crucial mantener el pensamiento crítico, la empatía y otros aspectos humanos insustituibles. Son fuerzas complementarias y su integración con ética y reflexión crítica garantiza la relevancia continua en un mundo digitalizado y en constante cambio”.

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