Las Bolsas europeas entran en pausa mientras Wall Street desafía el ruido político
El Ibex cae un 0,14% en la semana y vuelve a chocar con los 14.000 puntos


La semana tiene un protagonista claro: Jerome Powell. Aunque la temporada de resultados ha ganado tracción con las cuentas de la gran banca estadounidense y firmas clave del sector tecnológico como la holandesa ASML o la taiwanesa TSMC, el foco de los inversores ha virado hacia Washington. Mientras los gestores esperan avances en las negociaciones comerciales, las amenazas de destitución a Powell se intensifican y añaden más presión a las Bolsas.
Los inversores, sin embargo, no están dispuestos a tirar la toalla. Las correcciones recientes y los signos de resiliencia económica están sirviendo de apoyo al apetito por el riesgo. Sobre todo, en EE UU, donde el S&P 500 y el Nasdaq han vuelto a marcar máximos históricos mientras los índices europeos se esfuerzan por contener el golpe. El Ibex 35 vuelve a chocar con la barrera de los 14.000 puntos. Tras una jornada como la del viernes de escasos movimientos (-0,04%), el selectivo español cierra la semana con un retroceso del 0,14%, en línea con sus homólogos europeos. Entre los grandes índices del Viejo Continente sobresalen el FTSE británico y el MIB italiano, que suben un 0,6% en las últimas cinco sesiones.
Los mercados, en gran medida inmunizados frente al ruido arancelario, ya demostraron en abril que la estabilidad fiscal y la independencia de la Fed son mucho más relevantes para los inversores. Esta semana, las palabras de Trump, quien aseguró que es “altamente improbable” la destitución inminente de Powell, junto con la fortaleza del consumo y del empleo en EE UU, han contribuido a mantener el tono positivo en Wall Street. También ha ayudado la escalada de Nvidia, que una semana después de convertirse en la primera cotizada en superar los cuatro billones de dólares, ha seguido subiendo tras reanudar la venta de su chip H20 a China.
En cambio, Europa entra en modo de espera. La desconfianza que generó Trump tras el mal llamado día de la liberación, unida a las expectativas de estímulo fiscal en Alemania y a la reciente rebaja de tipos del BCE, ha acelerado el trasvase de fondos desde EE UU hacia el Viejo Continente. Tras subidas de más del 15% en muchos índices europeos en lo que va de año, el consenso de Bloomberg aboga ahora por la prudencia.
Un número creciente de firmas de inversión cree que habrá que esperar a 2026 para ver avances significativos en las Bolsas europeas. Para que los inversores vuelvan a lanzarse con fuerza a la renta variable, los analistas ven necesario un repunte más sólido del crecimiento económico y de los beneficios empresariales, que son, en última instancia, los que sustentan las valoraciones. Desde UBS advierten: la Bolsa europea ha entrado en una fase de pausa, a la espera de medir el impacto real de los aranceles sobre la actividad y las cuentas corporativas. En el arranque de la campaña de resultados, las advertencias lanzadas esta semana por Renault y ASML vienen a confirmar las débiles perspectivas. Según Bank of America, el consenso espera que el beneficio por acción caiga un 3% interanual entre abril y junio, el peor registro en cinco trimestres.
Más sensibilidad que la renta variable muestra el mercado de deuda. Los ataques a la independencia de la Fed, piedra angular del sistema financiero, están despertando dudas entre los inversores y cuestionando el estatus del dólar y de los bonos estadounidenses como refugios seguros. Aunque las declaraciones del gobernador de la Fed Christopher Waller —abogando por un recorte de tipos ya en julio— ayudaron a contener el alza de los rendimientos el viernes, en las últimas sesiones se intensificaron las ventas de bonos. El rendimiento de la deuda 30 años llegó a subir el miércoles al 5,07%, superior al 4,8% que marcó antes de que Trump decretara una tregua comercial de 90 días.
Las palabras de Waller —designado como Powell por Trump— no terminan de calar entre los inversores. El mercado sigue descontando que no habrá cambios en la reunión de julio y solo da una probabilidad inferior al 60% a una rebaja en septiembre. Los analistas de ING creen que, si Powell es destituido antes de que expire su mandado en mayo de 2026, las rentabilidades de la deuda a largo plazo repuntarían. “El tramo largo (los vencimientos a partir de los 10 años) ya están presionados por un déficit fiscal elevado. Añadir tipos demasiado bajos para la economía podría prolongar la inflación”, añaden. Mientras los bonos a más corto plazo son más sensibles a los cambios en el precio del dinero, la deuda a largo plazo se mueve por expectativas precios.
Pese a los temores, algunos gestores intentan calmar los ánimos. Anthony DeMeo, de Muzinich & Co, cree que el pesimismo es exagerado. “Gran parte de la reciente negatividad hacia la renta fija estadounidense se basa en especulaciones sobre un éxodo de inversores extranjeros del mercado del Tesoro. Aunque podría haber cierta desinversión, no hay evidencia de ventas forzadas. Los rumores sobre el fin del excepcionalismo estadounidense están muy exagerados”, subraya.
Mientras tanto, las tensiones en el mercado de deuda de EE UU no se trasladan a Europa. Ni siquiera en la periferia, fuente de volatilidad la década pasada. La deuda española a 10 años se mantiene estable en el 3,3%, con la alemana en el 2,7% y la referencia francesa en el 3,4%. Tras ocho bajadas de tipos en los últimos trece meses, el BCE se prepara para una pausa. Según Société Générale, los tipos en la zona euro están próximos a la tasa neutral, y solo se espera un posible último recorte en septiembre.
El cuestionamiento de la independencia de la Fed también afecta al dólar. Esta semana, en su cruce con la divisa comunitaria, el billete llegó a rozar de nuevo las 1,17 unidades por euro. “El valor del dólar como moneda de reserva se basa en gran parte en la autonomía de la Fed. Si eso se erosiona, una salida masiva de capitales estaría justificada”, advierten desde ING. Sin embargo, desde Muzinich enfrían el debate: el estatus del dólar como única moneda de reserva mundial es, en su opinión, estructural y difícilmente sustituible.
Con la política monetaria bajo presión, las bolsas europeas en pausa y la deuda de EE UU bajo escrutinio, los inversores se enfrentan a un verano donde la paciencia será tan valiosa como la agilidad. La próxima gran señal no vendrá de los beneficios, sino de los bancos centrales… y de la Casa Blanca.
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