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El faro del inversor
Tribuna
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Trump gana una batalla y pierde otra

El presidente de EE UU cede ante el mercado de bonos en el primer asalto pero no da la guerra por perdida

El presidente de EE UU, Donald Trump.

Decía James Carville, en 1993 cuando era asesor del presidente Bill Clinton, la irónica y jocosa frase de “antes pensaba que si pudiera reencarnarme, me gustaría volver como presidente de los Estados Unidos o como el Papa, pero ahora pienso que me gustaría volver como el mercado de bonos, que puede intimidar a todo el mundo”.

Esta frase expresaba la frustración que sentía la administración Clinton ante el castigo que el mercado de bonos le propiciaba cada vez que lanzaba medidas que tenían como consecuencia el aumento del gasto público. Tanto le impactó a Clinton la fuerza del mercado, que a finales de los noventa llegó a mostrar superávit en las cuentas públicas, siendo el único presidente con tal logro en los últimos 50 años. Y la pasada semana el presidente Trump volvió a encontrarse con este poder abstracto pero muy tangible y, finalmente, tuvo que hincar la rodilla y aceptar que al final del día, como cualquiera, no es más que un vasallo de los mercados. Pero vayamos por partes.

En este mes de abril el pasatiempo favorito de muchos, incluido yo, ha sido tratar de descifrar si Trump estaba loco o era un agente racional y, si fuera éste el caso correcto, si su plan racional pero arriesgado saldría bien o mal. Por supuesto solo el tiempo dictará sentencia sobre cada cosa, pero en mi opinión es un actor racional con pinta de loco que toma decisiones de alto voltaje que con la misma arrojan resultados increíblemente buenos, como increíblemente desastrosos.

En la cosmovisión de Trump y muchos otros en la élite estadounidense -no sin buenas dosis de razón, dada la estructura monetaria internacional-, Estados Unidos ha estado subvencionando el comercio global a base de sacrificar su estructura industrial y algunos países, con China a la cabeza, han mantenido una postura muy mercantilista explotando al máximo este esquema en su propio beneficio y sin aportar lo suficiente por su lado.

Así, a diferencia de su primer mandato donde los aranceles “quirúrgicos” fueron puenteados fácilmente por China, en este segundo mandato Trump ha lanzado una negociación de máximos contra todo el planeta, donde renegociará los términos del comercio global y la estructura de seguridad geopolítica.

Dicho de otro modo, en contra de lo que se suele escuchar estos días, la administración Trump está luchando por crear un verdadero espacio de mercados abiertos, donde no se destruya fácilmente la propiedad industrial (que no copien sin consecuencias), donde no haya países manipuladores de divisas que les hagan competir con ventajas, donde los países estén realmente abiertos a la inversión estadounidense como Estados Unidos lo está para ellos y sin que existan ilimitadas barreras y restricciones para la inversión.

De esta manera, los aranceles universales lo que consiguen es meter presión a todos esos países para que de una vez por toda pasen por el aro, derriben las prácticas comerciales injustas, no sirvan de puentes comerciales de países no alineados (China) y, no menos importante, meterles dentro de la estructura de seguridad militar estadounidense a cambio explícito de contraprestaciones para Estados Unidos. No de gratis o casi gratis como viene ocurriendo hasta ahora.

Dicho de otra forma más sencilla como si se lo explicara a mi hija pequeña: se acabó el orden mundial donde Estados Unidos era la plaza de comercio y policía gratuita del mundo, y comienza un nuevo orden donde para comerciar con Estados Unidos hay que cumplir de verdad las reglas de libre comercio y, además, hay que pagar por el coste de que te protejan. Y si no te gusta, te quedas fuera y a pagar aranceles prohibitivos.

Así, en este sentido, y teniendo en cuenta que sólo son los movimientos iniciales de la administración Trump, se podría decir que la cosa ha empezado a salirle bien porque, según ellos, más de 75 países han llamado para negociar y han conseguido aislar a China. En todo caso, solo el tiempo irá dictando si tendrán una victoria real o no.

Todos los movimientos de Trump desde su toma de posesión, han estado motivados por este intento de reordenamiento del orden comercial y geopolítico global y, por otro lado, de un intento de que los tipos de interés descendieran para refinanciar la enorme deuda del país y para reactivar la economía general, la cual es más dependiente del precio del dinero que las grandes cotizadas tecnológicas ricas en flujo de caja y relativamente independientes del ciclo económico.

Así, su jugada ha sido una en la que anunció aranceles globales creando un punto de partida de negociación desde máximos, a la vez que creaba el caos en los mercados ante tamaña disrupción del comercio global. Y, en su mentalidad, este inevitable caos podía ser la puerta para que aumentara la aversión al riesgo, la idea de que una recesión era inevitable y que con ello la Reserva Federal recortarse los tipos de interés oficiales, cumpliéndose así el objetivo de refinanciar a mejores precios la enorme deuda del país y que Main Street pudiera financiarse también a mejores precios.

Sin embargo, toda esta segunda parte de la jugada le empezó a salir mal al señor Trump. Si bien los bonos y las expectativas de recortes de tipos se dispararon el miércoles 3 abril tras el anuncio de los aranceles globales, en la semana siguiente el mercado de bonos de EE UU tuvo una de las caídas más rápidas de la historia y otros indicadores de estrés de las tuberías de las finanzas globales le indicaron a él y a su Secretario del Tesoro, Scott Bessent, que en el corto plazo la apuesta había llegado hasta su límite lógico. No significa que hayan renunciado al pulso que han mantenido con la Fed por unos menores tipos, pero sí que había llegado el fin de la primera batalla. Y con esas nos hemos quedado por el momento.

Hugo Ferrer es gestor GPM S.V. y director Club Bursátil Confidencial


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