Fondos de inversión que combaten el cambio climático: dónde invierten y cuánto rentan

Los inversores europeos destinan 420.000 millones de euros a fondos de temática medioambiental que llegan a ofrecer rentabilidades anuales en los últimos años superiores al 10%

Instalaciones fotovoltaicas de Iberdrola.SOPA Images (SOPA Images/LightRocket via Gett)

La tragedia por las históricas inundaciones en la Comunidad Valenciana vuelve a traer al primer plano la preocupación por el cambio climático y la necesidad de proteger el medioambiente para frenar calentamiento del planeta, por tanto, los fenómenos extremos a los que está asociado. El mundo del dinero, especialmente en Europa, lleva algo más de dos décadas intentando fomentar las inversiones que busquen esos objetivos de mejora medioambiental, un esfuerzo que se articula, en parte, a través de los fondos de inversión ESG (Environmental, Social, and Governance). Estos fondos nutren sus carteras con acciones o bonos de empresas de energías renovables, de fabricantes coches eléctricos, de infraestructuras de almacenamiento de energía o de saneamiento del agua, etcétera.

Como indican desde la gestora Edmond de Rothschild, “los fondos sostenibles surgieron en el año 2000 y han llegado para quedarse. En Europa representaban el 0,1% de los activos bajo gestión al comienzo del milenio, y hoy superan el 15%”, explican. Y centrándonos en los climáticos, Europa sigue siendo el mayor mercado para este tipo de fondos, ya que concentran el 84% del patrimonio global. La inversión de estos fondos domiciliados en Europa creció un 20% el año pasado hasta los 420.000 millones de euros, sobre un total mundial de 500.000 millones, según datos de Morningstar.

El 36% del patrimonio de los fondos españoles tiene etiqueta verde

Pero no es oro todo lo que reluce. Como indica Susana Felpeto, directora de soluciones de inversión en atl Capital, la regulación del entorno ESG en Europa es cambiante, complicada “y no pocas veces arbitraria a la hora de que se clasifique como verde a un fondo”, explica. La Unión Europea (UE) perfiló en 2021 con el Reglamento de Divulgación sobre Finanzas Sostenible (SFDR), los fondos ESG para evitar el “lavado de imagen verde” (greenwashing) estableciendo dos categorías, una más genérica (apodada artículo 8) y otra más comprometida que atiende a objetivos concretos (fondos del artículo 9). Y desde el organismo regulador y supervisor de los mercados financieros (Esma) preparan directrices para que los fondos verdes pierdan su etiqueta si invierten en acciones de empresas que extraigan carbón, que obtengan más del 10% de su beneficio de la distribución de derivados del petróleo o que ganen más del 50% del gas natural.

España se ha apuntado a la moda de la inversión verde con entusiasmo y uno de cada tres euros invertidos muestra su marchamo ESG. Los últimos datos de septiembre de Inverco (Asociación de Instituciones de Inversión Coletiva) apuntan a que el patrimonio de fondos de inversión registrados como artículo 8 ó 9 de la UE alcanzó los 138.838 millones de euros, lo que representaba el 35,8% del patrimonio total. Existen 358 fondos que promueven características medioambientales y sociales (art.8) y solo 22 fondos con objetivo de inversión sostenible (art.9). Estos últimos se ajustan más al desafío climático, indican desde Sesteo, brazo de la inversión verde de la gestora Generali Investments.

Rentabilidad y carteras

Los expertos consultados hablan del cambio hacia energías limpias como una megatendencia de inversión firme y a largo plazo. Las megatendencias medioambientales y sociales, como el cambio climático y el demográfico, siguen siendo importantes motores de los resultados económicos y las decisiones de inversión, según los expertos, que apuntan a que la inversión sostenible seguirá ganando protagonismo y podría considerarse una parte integral del futuro de las finanzas, no una moda pasajera. Y a ellas habría que añadir otras megatendencias indiscutibles como el uso de la Inteligencia Artificial (IA) como instrumento para mejorar la productividad en unas sociedades cada vez más envejecidas.

Con este tipo de inversiones, el ahorrador tendrá la conciencia tranquila de favorecer un mundo mejor y más sostenible, pero ¿logrará la misma rentabilidad que si invirtiera en fondos normales? El índice S&P Global Clean Energy acumula en el año una caída del 19%, agravada estos últimos días por la victoria electoral de Donald Trump. Mirando a más largo plazo este indicador mundial registra una revalorización anualizada del 3,58% en los últimos cinco años.

Hamish Chamberlayne, director de renta variable sostenible global y gestor de carteras en Janus Henderson habla de su fondo JH Horizon Global Sustainable Equity, que cuenta con un patrimonio de 1.300 millones de euros. “Sobre un periodo de 5 años estamos ofreciendo rentabilidades absolutas anualizadas del 14,5%. Invertimos en megatendencias, como la electrificación total, que incluye la modernización de las redes eléctricas, la adopción de energías renovables, la expansión de la banda ancha 5G y la transición a los vehículos eléctricos que están acelerando la demanda de electricidad en todo el mundo”, explica. Entre las principales inversiones del fondo en acciones destacan Microsoft, Nvidia, Schneider Electric, Westinghouse Air Brake Technology o Progressive Corp.

Desde la gestora Edmond de Rothschild dan un repaso a la marcha de los fondos ESG: “Tras un sólido periodo de rentabilidad frente a los fondos tradicionales y las entradas en 2017-2021, 2022 fue un año difícil de rentabilidad para los fondos ESG. De cara a 2023-2024, los fondos mixtos ESG obtienen buenos resultados mientras que los fondos temáticos, especialmente los verdes, siguen sufriendo frente a los índices de referencia”. Y añaden: “a largo plazo (5 años, 10 años, etc.), los fondos ESG tienen una rentabilidad financiera similar al de las estrategias tradicionales. La ventaja financiera radica en una volatilidad media más baja, principalmente debido a un sesgo de calidad”.

Los valores tecnológicos abundan en las cartera de los fondos climáticos

Pascal Dudle es el gestor principal de las estrategias medioambientales de la gestora Vontobel y responsable del fondo Vontobel Global Environmental Change, que mueve 2.296 millones de euros en activos. La rentabilidad media anualizada del fondo en los últimos 5 años es del 12,7%. “Las estrategias de impacto medioambiental pueden ofrecer diversificación del riesgo a los inversores de renta variable global, dado su limitado solapamiento con las asignaciones tradicionales de renta variable básica, y pueden ayudar a equilibrar el rendimiento de una cartera a lo largo del ciclo. Además, se benefician de cambios regulatorios y tendencias de consumo que favorecen a las empresas responsables. Por lo tanto, pueden ofrecer una rentabilidad competitiva o incluso superior a largo plazo”. Sus mayores inversiones son: Prysmian, Iberdrola, Linde, Applied Materials, Saint-Gobain, Quanta Service, Air Liquide y National Grid.

Una constante de muchos de estos fondos es la inversión en valores tecnológicos y, principalmente, en los siete magníficos estadounidenses. Una estrategia que, según los expertos, obedece a no perderse el empujón de la tecnología, aunque no está exenta de polémica: muchos consideran que los fondos sostenibles no deberían entrar en compañías monopolísticas que han tenido problemas con la protección de datos y que no son las que cuentan con mejores prácticas laborales. En el Bankinter Eficiencia Energética y Medioambiente las dos primeras apuestas de su cartera son Microsoft y Nvidia, seguido por Thermo Fisher Scientific, Constellation Software y Alphabet. Este fondo ofrece una ganancia a sus partícipes anualizada del 11,87% en el último lustro. Por su parte, el Pictet-Clean Energy Transition HI EUR muestra una cartera más variada con Broadcom, NextEra Energy, Trane Technologies, Linde e Iberdrola entre sus principales posiciones. El fondo de la gestora suiza ha dado en los últimos cinco años un rendimiento anual del 10,4%.

Otra muestra de estos fondos ligados al cambio climático es el Schroder International Selection Fund Global Climate Change Equity, donde vuelven a figurar las grandes tecnológicas en las primeras posiciones. Son los casos de Microsoft, Alphabet y Amazon que se completan con valores industriales como Schneider Electric e Hitachi. Los partícipes han logrado una ganancia del 10,7% cada año en el último lustro.

Aunque no siempre se gana en estos fondos, sobre todo si no cuentan con los gigantes tecnológicos entre sus principales posiciones. Un buen ejemplo es el BNP Paribas Funds Energy Transition Classic, muy ligado al mal año que han atravesado las energías renovables y que acumula en el año una pérdida del 15,23% en el año con una rentabilidad anualizada en cinco años de solo el 0,41%, según datos de Morningstar. Sus principales posiciones se encuentran en acciones de Sunnova Energy International, Fluence Energy, Contemporary Amperex Technolgy, Cameco y First Solar.

Amenaza Trump

La victoria este martes del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales celebradas en Estados Unidos tuvo como respuesta en los mercados la caída de los valores ligados a las energías renovables y a la transición energética, con la casi única excepción del fabricante de vehículos eléctricos Tesla. Aunque algunos inversores temen que un regreso de Trump pueda detener la transición hacia las energías limpias, los expertos de Vontobel, J. Safra Sarasin Sustainable AM y Mirova destacan que las fuerzas del mercado y los avances tecnológicos impulsan cada vez más el cambio hacia una economía más limpia, independientemente de la política.

La Ley de Reducción de la Inflación (IRA) del presidente Biden, la mayor inversión en clima en la historia de EEUU, es uno de los factores clave en la transición energética de la economía estadounidense. Aunque Trump podría intentar revertir las políticas de Biden, las cuantiosas inversiones públicas y privadas ya realizadas dificultan dar marcha atrás a la IRA, que ha beneficiado también a estados republicanos como Texas y Florida. Según analistas de JPMorgan, más del 75% de la inversión en energía limpia desde la aprobación de la IRA se ha destinado a estados liderados por gobernadores republicanos.

Además, el desarrollo de tecnologías limpias y renovables, como la energía solar y la eólica, se ha acelerado en las últimas décadas gracias a las ventajas económicas que ofrecen frente a los combustibles fósiles. El coste de la energía solar ha disminuido en un 80% en la última década, y se prevé que esta tecnología se convierta en la fuente de energía predominante para 2050. Este cambio, calificado como “irreversible” en un estudio de Nature Communications, demuestra la fortaleza de la transición energética como un proceso respaldado por factores de mercado.

Los expertos ven difícil que Trump revierta los avances en energías limpias

Otro aspecto de una posible administración Trump sería su política comercial proteccionista. Trump ya impuso aranceles sobre los paneles solares importados y podría incrementar los impuestos a equipos de energía limpia de países como China. Sin embargo, también favorecería el crecimiento de los fabricantes locales de esos equipos de energía limpia. A pesar de sus críticas a las políticas climáticas y a las iniciativas ESG, los analistas de Vontobel consideran que es improbable que Trump pueda frenar significativamente el avance hacia las energías limpias. A largo plazo, las fuerzas del mercado continuarán empujando hacia una economía basada en tecnologías limpias, que ha sido apoyada tanto por demócratas como republicanos.

En cuanto a los mercados financieros, un segundo mandato de Trump podría aumentar la volatilidad y generar incertidumbre en torno a las inversiones sostenibles. Sin embargo, las disrupciones a corto plazo también pueden presentar oportunidades de inversión en el sector de energías limpias y tecnologías sostenibles, que, según los expertos de Mirova, están respaldadas por tendencias globales y serán resilientes a los cambios políticos en EEUU.

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